Misteriosa Atenas (segunda parte)

Al día siguiente Gael y Frank se levantaron temprano y luego de un rápido desayuno continuaron marcha hacia el Partenón. El calor intenso se mezclaba con los centenares de turistas agolpados en el barrio Plaka, que rodeaba a la Acrópolis con sus pintorescas calles inundadas de bares, restaurantes y negocios de souvenirs.
Subieron por un estrecho camino que los dejaría en la entrada del antiguo templo de los dioses. Gael se quejó del mal estado físico por el cigarrillo y el calor. Frank reía mientras seguía camino. Llegaron hasta la boletería y, luego de abonar, continuaron.
El Partenón se elevaba entre el cielo azul y las postales de lo manuales que Gael había visto en la escuela. Su estructura a punto de caer resguardaba a una ciudad que alguna vez fue el principio de todo pensamiento humano. Las columnas sostenían la historia del nacimiento de la cultura occidental, rodeada de piedras y trozos de templo que tiempo atrás habrían conformado un todo, donde los dioses disputaban el destino de los grandes héroes que los cantos homérico recitaban engrandeciendo sus rimas. Más abajo, Gael pudo observar el anfiteatro de Dionisio, donde seguramente las tragedias griegas fueron fieles competencias desprendidas de la imaginación de Sófocles y Eurípides. Se imaginó a la gente vitoreando las escenas de un Edipo errante, cuyo destino fue el martirio que no pudo sortear.
Luego de pasar toda la tarde entre filosofía antigua y guerras médicas, contemplando Atenas desde el monte, bajaron al atractivo barrio y se sentaron a la mesa de un Café, continuando una charla que había comenzado en los labios de Sócrates y que un trago de cicuta lo asesinó delante de los ojos de su joven discípulo.
-¿Crees que todos estamos marcados por un destino?- preguntó Frank.
-No, creo que el destino es más dinámico.- respondió Gael ordenando las ideas en inglés.- Sería trágico pensar que un destino esté escrito para cada uno. Sería como caminar por un estrecho pasillo, sin poder desviarnos un centímetro. Edipo quiso sortear ese destino trágico.
-Sí, pero no lo pudo saltar. Lo que el oráculo le profetizó se cumplió más allá de su astucia. El destino es el destino.
-No es bueno tampoco saber como terminarás tus días. Eso te hace conciente de que el camino es un estrecho pasillo. La sabiduría a veces nos encierra, nos condiciona. No se si quisiera eso. Edipo prefirió ver la realidad antes que vivir en la ignorancia. Imagínate que si no hubiera sabido nada, seguiría casado con su madre, sin que él se diera cuenta que era la madre.
-Nada es lo que parece cuando la realidad se descubre…- concluyó Frank.
Se quedaron unos minutos en silencio.
-¿Qué vas a hacer cuando retornes a tu país?- preguntó Frank.
-Tendré que buscar trabajo, encaminar mi futuro un poco errante.-respondió resignado.- A veces me pregunto si de algo sirve viajar por tanto tiempo con la mochila como tu única compañía. No se si es una perdida de tiempo. No se si tendría que estar en la universidad…
-Has lo que quieras. Ya tenemos un destino marcado…
Gael se quedó en silencio, con la mirada perdida en las estrechas calles peatonales del barrio de Plaka, situando la filosofía de un lado y el destino en el otro.  

Llegaron al hotel a media tarde. Gael se recostó mirando los edificios que cruzaban el cielo a través del ventanal hasta que sus ojos se cerraron y un profundo sueño lo inundó. Se despertó con el ruido de un portazo que lo sobresaltó de la cama. Frank entró corriendo a la habitación y se acercó rápidamente a Gael luego de encender la luz.
-Escucha, estuve hablando con el conserje.
-¿Con Mark?- preguntó Gael levantando torpemente su cuerpo.
-No, con otro.
-¿Hay otro?
-Sí, escucha.- repuso Frank en vos baja.- Parece que tiene un pasado un bastante extraño…
-Eso te dijo. Por eso me despertás, boludo.- dijo Gael en español levantando la vos.
-Despacio- susurró Frank en inglés- dicen que se escapó tras un asesinato.
-¿Un asesinato?
-Sí, me dijo lo contó Nicholas.
-¿Quién?- preguntó Gael nuevamente en vos alta.
-El conserje…baja la vos, Mark puede estar por acá. También me contó que Mark no es su verdadero nombre. Tiene un nombre raro, algo así como…
-Un nombre en hebreo.
-Sí ¿Cómo sabes?
-Dijo que era israelí.
-No será del servicio de inteligencia de Isreal. ¿Cómo se llama?
-Mosad.- respondió Gael reincorporándose.- ¿No crees que estás viendo muchas películas? Además, no creo que sabiendo lo que te dijeron lo dejen hospedarse en el hotel por tanto tiempo. Acuérdate de la plática de esta tarde. Edipo creía haberse casado con la reina de Tebas y resultó ser la madre. Sí es un asesino o narcotraficante, es mejor ni enterarse.
-Estoy seguro que algo esconde.
-Como todos, Frank, como todos…
-No en algo raro anda. No te acuerdas cuando le pregunté de qué trabajaba la cara que puso. Debe vender droga…
-¿Quién?- interrumpió Mark abriendo la puerta.
Frank tragó saliva y tosiendo respondió:
-No… es que…
-Es que hoy vimos a un muchacho parado en la esquina y nos preguntó algo en griego que no entendimos.- contestó Gael enseguida.
-Sí, son dealers.- concluyó Mark mientras se recostaba- Tengan cuidado porque la policía los vigila, y cuando un turista se acerca, ¡paf!, te dejan adentro para sacarte toda la plata.
-Ah…- suspiró Frank nervioso.
-Y chicos, ¿por dónde han estado?
-Fuimos a la Acrópolis y paseamos por la ciudad…- respondió Frank que no le sacaba los ojos de encima.
-No, ¿en qué países han estado?
-Yo,- empezó Gael- vengo de Italia, estuve en Roma, Florencia, Venecia y luego me tomé un tren hasta Brindisi, de ahí un barco hasta Patras, luego otro tren hasta Atenas.
-¿Y has viajado mucho?
-Sí, hace varios meses que estoy. Comencé en Madrid, luego Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria…
-Veo que está cansado de contar siempre lo mismo.-
-Sí, un poco.- rió Gael.
-Sí, uno se cansa de repetir las cosas.- suspiró Mark acomodándose en la cama.- yo opto por callarme.
-¿Le has contado algo a alguien?- se adelantó Frank con la mirada hundida.
Mark se incorporó en silencio y clavó los ojos en Frank.
-¿Qué quieres saber, chico?
-Nada estábamos conversando…-dijo Frank tirando su cuerpo hacia atrás.
-Vamos, cuéntame que te han dicho de mí.
-Nada, yo no se nada…
-Sí algo sabes, chico listo. Algo sabes…
-Sí- repuso Gael ante la mirada temerosa de Frank.- me parece que son todas conjeturas, mitos extraídos de la imaginación. Nos han dicho que te has escapado tras un asesinato.
Mark estalló en risa mientras Frank lo copiaba con los nervios de punta calculando la distancia a la puerta para atravesar el silencioso hall, correr por las escaleras y escapar a la noche calurosa de Atenas.
-¿Es verdad?- preguntó Gael disimulando su intriga.
-Sí.- respondió Mark agachando la cabeza.
-¡¿Mataste a alguien?!- preguntó Frank aterrado.
-Sí…
Un silencio fúnebre estremeció hasta las entrañas de los muchacho que petrificados miraban a Mark hasta que éste estalló en una carcajada.
-¡No le crean todo lo que dice Nicholas!- pronunció Mark entre la risa mientras Nicholas hacía su entrada en la escena con la carcajada en la boca. Los dos conserjes se quedaron riendo ante la mirada humillante de los mochileros.
-No todo es lo que parece…- bromeó Nicholas palmeando la espalda de Frank que lo miraba con desprecio. Gael comenzó a reírse observando al pobre Frank que era el centro de burla del hotel.

A la mañana siguiente Frank se despidió de Gael y se dirigió a la estación de tren. Gael esperaría un día más y partiría hacia las islas del mediterráneo. Una vez más un buen amigo se marcharía y nunca más lo volvería a ver, pensó Gael mientras acomodaba su ropa en la mochila. Ya había pasado por esto infinidad de veces. Parecía que el destino de los viajeros se cruzaba en cortos tiempos solo para conocer lo mejor de cada uno. Aunque con Frank, la cosa había sido diferente sacando a relucir la ingenuidad y el temor a flor de piel. Gael tendría algo que recordar, una anécdota que podría contar a sus amigos una vez de regreso. No olvidaría la cara de terror de Frank, el noruego amante del fútbol sudamericano, cuando Mark le había dicho que era un asesino y la humillación dibujada en su rostro luego. Se reía solo cuando lo pensaba.
Al día siguiente Gael tomó su barco a las islas del mediterráneo prometiendo a Mark que volvería tras su viaje. Pasó casi un mes visitando Paros, Naxos, y Santorini. Lo deslumbraron los pueblos trepados a los montes con las casas pintadas de blanco y las ventanas tan azules como el mar que los rodeaba.  Pensaba en su último amigo Frank, y por dónde andaría. Seguro que no volvería a meterse en hoteles baratos y perdidos en la ciudad. Cuando sus ojos se  cansaron de ver tanta belleza y esplendor y su piel no podía estar más morena, regresó al continente, desembarcando en el puerto de Pireos para tomar el tren que lo dejaría en Atenas. Hizo una pequeña pausa en un Café antes ir a la estación. Se sentó frente al televisor y ordenó un sándwich una gaseosa y posó sus cansados ojos en la pantalla. Fue ahí que un sobresalto le quitó la respiración cuando vio la foto de Frank en las noticias. Se paró en un tiempo y se acercó rápidamente al mozo.
-¿No me traduce lo que estás diciendo en la tele?- pregunto con la respiración jadeante.
-Sí, amigo.- respondió amablemente el mozo que se acercó a la pantalla poniéndose los anteojos.
Luego de una pausa, que a Gael le pareció eterna, el mozo se dio vuelta e informó:
-Han encontrado el cuerpo de un joven procedente de Noruega de nombre Frank…
El mozo giró la cabeza pero Gael había desaparecido junto con la mochila.
Gael corrió hasta la estación de tren. No podía creer lo que había visto. Su corazón parecía salirse, las manos le temblaban, las piernas no podían mantenerlo en pie. Subió al tren y se bajó en la estación. Corrió cargando la mochila que parecía aumentar de peso en cada paso. Llegó hasta el boulevard y se encontró frente a frente con la pequeña puerta del hotel. Intentó abrir la puerta fuertemente cerrada. Golpeó incesantemente con los puños pero nadie respondía. Miró a hacia arriba buscando alguna ventana abierta y descubrió el cartel con el nombre del hotel impreso. Se dio vuelta y paró a una señora que pasaba por la esquina:
-¿Habla inglés?- preguntó desesperado.
-Sí, que necesitas…
-¿Qué dice debajo de “Gran Olimpo”?
La mujer se acercó entrecerrando lo ojos y dijo:
-“No todo es lo que parece”…

Gael dio unos pasos atrás. Un escalofrío le pasó por todo el cuerpo. Recordó la conversación con Frank aquella tarde sobre el destino marcado para cada uno, su pequeña discusión sobre el destino que a cada uno le espera. Volvió a mirar el cartel del hotel. “No todo es lo que parece”. Como si Edipo hubiera escrito esas palabras cuando las vendas de los ojos cayeron y pudo ver el terror de su vida.  Se dio media vuelta y corrió, corrió como nunca nadie había corrido…

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