Misteriosa Atenas (primera parte)

Ni bien puso un pié en Atenas las ofertas de Hostales baratos le cercenaban el paso entre los vendedores. Como un acto reflejo esquivó las miradas de los que lo buscaban ofreciendo grandes descuentos y sábanas limpias con desayuno incluido. Bajó del andén y siguió camino por la calle que rodeaba la estación con la mochila colgada del hombro y un mapa en la mano. Dobló en la esquina más por intuición que por saber como llegar al centro y se perdió entre las calles.
Ya lejos de los feroces promotores suspiró más relajado, se quitó el buzo transpirado por el intenso calor, encendió un cigarrillo que sostuvo con lo labios y desplegó el mapa de la ciudad helena. Gael sabía que algún día llegaría a ver la cuna de la cultura accidental. Estaba emocionado por ver de cerca la lo que tanto había admirado en fotos. Caminó derecho por la avenida y se topó con un boulevard que lo depositó justo en la esquina de un misterioso y viejo hostal con una pequeña puerta de entrada y un cartel descolorido que decía “Gran Olimpo” en letras grandes y más abajo una frase en griego que Gael no pudo entender.
-¿Estáis buscando una habitación?- preguntó un hombre con aspecto de que ninguna ducha había rozado su pequeño cuerpo por años.
-En eso estoy…- respondió Gael sin mirarlo para cortar la conversación.
-Habitaciones cómodas, muchacho, precio barato. No te dejes llevar por las apariencias, no todo es lo que parece.
Si algo le molestaba a Gael era la insistencia continua de los vendedores de albergues en cada ciudad donde llegaba.  Esa insistencia fastidiosa que rechazaría el más lujoso hostal. Sin embargo no contaba con muchas fuerzas de seguir camino luego del largo viaje a Grecia y decidió entrar hotel esquivando al hombre parado en la puerta. Atravesó el pasillo cubierto de colillas de cigarrillos aplastadas y paredes escritas con poemas en distintos idiomas, llegó hasta conserjería que no era más que un escritorio de la Grecia antigua que sobrevivió a la segunda guerra mundial iluminado por un antiguo farol apoyado en el borde y una computadora con el Solitario como su único software.
-Wellcome- saludó un extraño hombre con un acento peculiar de unos cincuenta años, sentado detrás del escritorio que se fundía con la decoración del lugar; usaba una remera sin mangas dejando al aire los brazos tatuados, la cabellera larga y rubia y unos pendientes colgados de la oreja salido de un póster de Glam Rock de los ochenta. Gael pidió una cama dónde pasar la noche. El extraño hombre se levantó del asiento y lo condujo al cuarto del primer piso por la escalera. La habitación presentaba cuatro camas cubiertas con  rancias frazadas ajadas que parecían haber sido usadas para cubrir el frío de los soldados en las trincheras de la Gran Guerra, dispuestas tres en fila a lo largo y una más alejada. Eligió la cama pegada al gran ventanal que daba una avenida atravesada por varias diagonales. El precio es barato, pensó resignado mientras acomodaba la mochila en la cama y dejaba caer su cuerpo en el colchón con resortes vencidos murmurando en vos baja “Bienvenido a Atenas”. Cuando el sueño lo atrapó de improvisto sintió el ruido de la fricción del marco de la puerta de madera que se abría lentamente. Un muchacho de estatura media con la mochila al hombro ingresó a la habitación saludando en un idioma que a Gael le pareció extraño, pero que mas daba, nada normal parecía habitar en el hotel “Gran Olimpo”.
El muchacho señaló la cama al lado de la puerta y preguntó a Gael algo que no pudo descifrar pero si entendió.
-Creo que no hay nadie ahí- respondió Gael en inglés.
El muchacho agradeció en la misma lengua  y se acomodó en el colchón dejando una cama vacía entre él y Gael.
-Soy Frank.- saludó el joven.
-Yo Gael- dijo ofreciendo la mano.
-¿De dónde eres?
-De Argentina y vos…- preguntó Gael casi de memoria. Si había algo que le causaba gracia eran los primeros minutos de una presentación entre viajeros. Las mismas inevitables preguntas que seguían un mismo ritmo de respuestas. Y como un código de mochileros después de las repetidas presentaciones, se intercambiaba información sobre lugares visitados, como llegar, en qué hoteles alojarse, lugares para visitar y algunas advertencias y consejos. La mayoría viajaba solo, y eso era bueno para hacer amistades que duraban lo que duraba la visita a la ciudad. Luego cada uno seguía su plan de viaje. Muy pocas veces Gael había compartido un mismo destino. Le gustaba el placer de viajar solo, leer en los trenes, sentarse en los millares de Cafés de las peatonales y mirar la gente pasar. Una que otra vez tomaba nota de lugares visitados en un pequeño cuadernillo como una ayuda memoria a su regreso, que podría convertirse en un libro que algún día escribiría, sentado en el recuerdo de tiempos pasados.
-Yo vengo de las islas Ciclades- anunció Frank en inglés que se había presentado como un Noruego fanático del fútbol sudamericano.
-¿Son lindas?- preguntó Gael en el mismo idioma.
-Uh, amigo, un paraíso.
-¿Estuviste mucho tiempo?
-Veinte días. Estuve en Ios, Paros, Naxos y Santorini.
-Santorini… me dijeron que es una maravilla.
-Sí, es una isla volcánica. Las playas están cubiertas de arena negra. Es muy raro… el agua es transparente y muy fría.
-Me imagino… lo vi en fotos. Pretendo llegar a ahí.
Conversaron durante una hora hasta que la noche oscureció la habitación sin que Gael y Frank de dieran cuenta y el conserje entrara al cuarto, encendiera la luz y se lanzara como estampida en la cama más alejada.
-Estoy muy cansado…- suspiró llevando sus brazos tatuados detrás de la cabeza.
-¿Mucho trabajo?- preguntó Gael buscando alguna charla que lo lleve a saber quién era.
-No, pero estoy cansado. A propósito, soy Mark.
-Yo Gael y el Frank.
-Hola- saludó Mark sin levantarse se la cama.
-¿Hace mucho trabajas en el hostal?
-No, en realidad no trabajo, vengo a pasar unos meses acá y otro tiempo lo paso en mi país, Israel.- explicó Mark sentándose en borde de la cama- Me gusta venir a relajarme a este país. No hago nada y conozco gente de todas partes del mundo.
-Ayudas en el hotel.
-Sí.- afirmó Mark- Hace muchos años que vengo al hotel.
-En Israel, ¿trabajas?- preguntó Frank.
Mark lo estudió por unos segundos y respondió:
-Hago cosas…
Gael no se animó a preguntar nada más. La imaginación corría detrás de un narcotraficante, un mercenario o un simple psicópata disfrazado de Jon Bon Jovi. Mark se levantó de la cama y salió del cuarto. Frank lo siguió con la mirada temerosa. Gael lo miró y le dijo:
-Es un poco extraño, ¿no crees?
-Si, no se porque nos puso en la habitación de él. El hotel esta medio vacío, es raro que el conserje se moleste en ubicarnos en su propia habitación.
-Dijo que le gustaba conversar con gente de otros países…- calmó Gael.
-No, dijo que le gustaba conocer gente de otros países. Eso es diferente.
Gael se levantó rápidamente y se puso ordenar la mochila intentando no pensar en las terroríficas conclusiones de Frank, que hasta ese momento yacía petrificado en la cama con la mirada perdida en colchón vacío del extraño Mark.

La hora de la cena los encontró a Gael y Frank en un bar a una cuadra del hotel. Frank devoraba un sándwich de lomo mientras que Gael luchaba con una Kebab casi sin hablar durante la comida.
-Esto estaba bueno…- suspiró Gael cuando tragó su último bocado.
-Sí, no se si estaba bueno o tenía mucho hambre.
-Mañana voy a conocer el Partenón.
-Sí, yo también. Podemos ir juntos…-sugirió Frank luego de dar un largo sorbo a la cerveza.
-Claro. ¿Por qué no?
-Tendríamos que salir temprano, a la tarde hace mucho calor para subir.
-Sí, tienes razón. Hace calor ahora… no me quiero imaginar al medio día.
-Esta en una zona muy calurosa.- repuso Frank- en la islas es mas fresco, pero encerrado en la ciudad se te hace difícil de llevar.
-¿Vives en Oslo?- preguntó Gael casi por preguntar algo que por interés mientras encendía un cigarrillo que ofreció a Frank.
-No, en realidad a una hora de la capital.- respondió Frank aceptando el cigarro.
-¿Es lindo?
-Sí, pero es como todo. Si vivís en un lugar ya no lo ves lindo ni feo. Pregúntale a un francés si Paris es lindo cuando el hombre se levanta todos lo días a trabajar y corre detrás del dinero.
-Es verdad, lo mejor es ser turista eterno. Ver con los ojos externos todo. Cuando lo ves de afuera todo es bello. Una vez que te involucraste, la mierda sale por las alcantarillas. Debe ser por eso que nos hacemos mochileros, además de conocer otras culturas y personajes.
-“Somos almas inquietas”, me dijo una Australiana que conocí en Santorini.
-Sí, puede ser…- asintió Gael dando la última pitada.
-¿Por qué haces este viaje?- preguntó Frank con un sesgo de seriedad.
-Por el mismo motivo que vos…
-No, todos tenemos motivos distintos.
Gael hizo una larga pausa, tomó un sorbo de cerveza y como tomando impulso dijo:
-Me echaron de un trabajo.
-¿Por qué?
-Reducción de personal… ¿A vos que te trajo?
-Lo tenía planeado desde hace mucho. Venir a Grecia, pasear por las islas, disfrutar de la vida antes que me agarre el futuro y me encuentre casado, con hijos, gordo y burocrático.- dijo Frank descargando una carcajada en Gael.

La vuelta al hotel se llenó de relatos que compartieron de sus travesías. Ingresaron al hotel y subieron por la angosta escalera hasta dar con el cuarto. Frank abrió la puerta de madera y vió a Mark plácidamente durmiendo. Giró la cabeza y dijo a Gael:
-El conserje está durmiendo…
-Fumemos un cigarrillo antes entrar- propuso Gael.
-Ok.
Se sentaron en unos viejos sillones ubicados en el pasillo. Fumaron casi en silencio hasta que Frank dijo:
-Es extraño este hombre…
-Sí, la verdad es que da para pensar en cosas raras. Y el hotel no ayuda mucho.
-Sí, sino fuera por el precio…
-Esperemos que lo barato no salga caro…
-¿Que quieres decir?
-Nada… vamos a dormir… me duele la cabeza de hablar y pensar en inglés.

Gael fue el primero que ingresó a la habitación. Frank lo siguió y se metió en la cama. Gael se quedó unos minutos contemplando la vista a través de la ventana. La avenida del boulevard estaba desolada, iluminada por pintorescos faroles a lo largo de la ancha calle. Se acostó mirando a Mark y cerró los ojos pensando en su próxima visita al Partenón.

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