Carmen (historias de familia)

-Me cagué
-¿Qué?
-Que me cagué
-¡Te escuché!
-Para qué preguntás, entonces.
-Por que no podía creer lo que escuchaba.
-Pero escuchaste bien.

-Si ya lo veo. Mejor dicho, ya lo siento… ¿qué comiste?
-Los ravioles que dejaron al mediodía.
-Es que los chicos no parecían tener hambre. Sobró una fuente entera.
-Seguís llamando chicos a semejantes boludos de 40 años.
-Paco tiene 39 . Marcelo tiene 44.
-Son grandes y boludos igual. Y ya somos abuelos…
-Sí, que bien se portaron los nenes hoy.
-No, para nada.
 Yo no entiendo por qué Carlos se empeña en hacerme enojar. Estamos casados hace más de cuarenta años. Cuarenta y seis años cumplimos el mes que viene. Me acuerdo que fue una boda maravillosa. Simple, pero tan bonita. Carlos estaba tan buen mozo. Era flaco, alto, de ojos azules como el padre. Y era muy atento, me acuerdo que un día me trajo un ramo de flores para mi cumpleaños. No pienso decir cuantos años cumplía para que no saquen cuentas. Las mujeres no decimos la edad. No se por qué no la dicen. Pero por la dudas yo tampoco la digo, aunque si les digo se van a sorprender. Es que me mantengo muy bien.
-Ni en pedo…
-Callate, vos. ¿Qué sabes de mantenerse bien? Mirate la panza. Es un globo aerostático.
-Es que comí mucho.
-Sí, venis comiendo hace 40 años, Carlos. ¡No podés parar un poco con los gases! No puedo respirar.
-Es que los ravioles estaban fuertes…
-La salsa querrás decir.
La salsa me la pasó mi suegra una tarde de verano, un día antes de casarnos. Era una bruja. Pero una bruja con todas las letras. Los hombres se quejan de nuestras madres. ¿Pero saben qué? No hay peor cosa que la madre del marido. No, no, mijo. La comemierda de mi suegra…
-¿Vos estás hablando mal de mamá?
-No…
Como iba diciendo, la comemierda e hija de su madre de mi suegra me dio un cuaderno de recetas, propias por supuesto, para que le cocine al nene cuando vivamos juntos. Claro que en esa época las cosas eran muy distintas. No como ahora, que sin casarse van a vivir juntos, tienen hijos… ¡Por dios! De sólo pensarlo me tiembla el alma. La otra tarde mi nuera me contó que tiene una amiga que se fue a vivir con un noviecito que tenía, ¿no?, cuando quedó embarazada él la dejó. Ella ahora es madre soltera. ¡Por dios! ¡Que vida! Yo no se como va a salir ese chico. Sin una figura paterna. Bue... aunque me dijo mi nuera que la muy turra mete cada animalito a la casa. Es bastante ligerita la chica.
-¿Quién, che?
-¿Quién qué?
-¿Quién es ligerita?
-Nadie, Carlos, seguí mirando el partido. ¿Cómo escuchás cuando te conviene, vos, eh? Muy sordo no sos.
-Vos me dejaste sordo.
Carlos no escucha bien. La otra semana fuimos al doctor. Ese que te mide, ¿Cómo se llama?... audiometría. Le salió para el carajo. No escucha nada. Ahora por ejemplo tengo la televisión a todo volumen. Es una cosa tremenda. Tengo la voz de Mariano Closs perforándome el tímpano. Para mí Carlos no tiene tímpano. La otra tarde estábamos con unos amigos que vinieron a almorzar, ¿no?, y estuvimos toda la tarde charlando. Que fulano, esto, que el otro aquello. Contamos cuántos de nosotros quedábamos vivos. Pero Carlo no opinaba. Él, como si nada. Cuando nos fuimos a dormir, le pregunto: “Carlos, ¿que te pasaba hoy?” Y el me respondió que nada. Y yo le volví apreguntar: “¿Que te pasaba hoy, Carlos?” Pero el nada. No me quería decir nada, che, nada. En realidad el nunca fue muy charlatán. Es una tipo callado, habla poco. ¿Pero que no hable nada? Eso me extrañó. Pero como el seguía insistiendo que no le pasaba nada, yo le dije la verdad. Le cante las cuarenta. Le dije: “¿Sabés lo qué te pasa? Es que sos sordo, Carlos. Sos-sor-do. No escuchás nada. Estabas comiendo los ravioles y no te enteraste de nada. Por eso estabas tan callado” ¿saben lo que me respondió? “Es que hablaban tantas boludeces…”
Eso lo dijo para hacerme enojar. Yo lo conozco. Le encanta fastidiarme. Él prefiere verme enojada más que comer con los dedos, mirá lo que te digo. Es típico de los hombres. Hacer enojar a la esposa. Parece que los divierte. ¡Son un jolgorio! Mi hijo, Paco, se casó con una chica mucha más mayor que él. Le lleva unos 8 o 9 años, mirá. La chica, bah, la señora, es un poco mal educada. No habla bien. Se come la “S”. Habla igual que Paco, pero en una mujer queda muy feo. Una vez le pregunté, a mi nuera, por que hablaba así. Me respondió para el demonio, una bruta. No vale la pena repetir eso.
-Carlos, ¿Podés bajar un poco el volumen?
-¡¿Qué?!
 Ven los que le digo. ¡Sordo como un murciélago!
-¡Esos son ciegos! ¡Burra!
-¡Ah, sí, y ¿cuáles son los sordos?!
-¡Los que están felices de no escucharte! ¡Cotorra!

Lo hace para buscarme. No me va a encontrar. Soy una señora muy educada. Mi padre nos tenía cortito, cortito. Se hacía lo que él decía. Mi madre nos pegaba con el cinto si decíamos algo así en casa.
-¡Tu madre murió enroscada, Carmen!
Sigue y sigue. No para. Me quiere hacer enojar.
-¿Por qué no mirás el partido y me dejás de molestar?
-Estamos en el entre tiempo…
No entiendo por qué los hombres hablan en plural cuando hablan de fútbol. “Ganamos uno a cero” “Nos empataron en el final” “Jugamos mal, pero ganamos” Que cosa. Como si Carlos hubiera jugado también. ¡Por favor! ¡Con esa panza! ¡Dios me libre! Ni a la bolita jugó éste. Deporte, cero. Eso sí, que es laburador es laburador. Eso no lo puedo negar. Trabajo toda la vida. Carlos es profesor de historia. En realidad era, está jubilado. Trabajó durante más de treinta años en la misma escuela. Antes los empleos duraban más, en cambio ahora, no duran nada. Yo lo se por los chicos míos, cambian de trabajo como de ropa. Paco trabaja en un banco, no se bien lo que hace. Paquito es un poco barrilete, según el padre, no se preocupó mucho por su futuro profesional, en cambio, Marcelito es profesor de lengua en una escuela secundaria. Ese sí me salió estudioso, como Carlos, pero mejor, es más educado. Lo que me llama la atención es que no se haya casado. Los nietos que vinieron hoy son los hijos de Paco. Tenemos tres nietos. Santino, Alejo y Simona. No se por qué ya no usan más nombres normales. Ahora vienen con cada cosa. Cada nombre ¡Dios me libre! ¡Como los condenan!
Marcelito es un pan de dios. Es más bueno. Me acuerdo que el día que nació ni lloró. Nunca dio problema ese chico. Yo no se por qué no consigue novia. Siempre viene a casa con un amigo, Juan. Ese muchacho es bastante raro. No se, hay algo en él que no me gusta. Marcelo es tan buen mozo, nada que ver con el hermano, el otro es un zaparrastroso. También, con esa yegua… lo tiene a mal traer. Esa relación desde el primer día tuvo problemas. No fue una buena elección. Paco se equivocó, pero qué puedo hacer yo. Ni me meto. Voy a la casa día por medio sólo para ver a mis nietos. Aunque ellos no están nunca. Entonces me quedo hablando con Paco. Y, no digan nada, le hago de comer. Porque esa yegua ni cocinar sabe.
-Otra vez hablando mal de Inés.
-No, otra yegua
-Estás hablando de vos misma
-Callate… haceme el favor. Seguí mirando el partido es lo único que sabés hacer.

Carlos en hincha de independiente. El nació en avellaneda. Según él, los de avellaneda son de independiente. Los otros no.
-No, esos putos tenían la cancha en capital. ¡Nosotros somos de avellaneda!
-Carlos, por favor, la boca…
-No, de avellaneda, burra, de avellaneda.
-Digo que guardes esa boca…

Cuando habla de fútbol se apasiona. Es muy característico de los hombres. Miren que mi marido tiene buen vocabulario, pero cuando de fútbol de trata parece salido sin educación alguna. Recuerda todas las fechas de los campeonatos, como formaban, quien hizo el gol, en qué minuto, todo… también está muy acostumbrado es profesor de historia, no se si les dije. Carlos se acuerda de todo, claro que de la fecha de nuestro aniversario no creo.
-Carlos, ¿cuándo cumplimos años de casados?
-El mes que viene…
-Qué fecha, Carlos.
-Dejame ver el partido en paz. Yo no te molesto a vos.

Son hombres. Son hombres y así son todos. Cortados con la misma tijera. Ellos le dan importancia a cosas tontas. Cosas que a nosotras ni nos preocupa. Son todos iguales. La otra tarde mientras hablaba con mi nuera, la yegua, me di cuenta que Paco es igual al padre. No se acordaba de la fecha de cumpleaños de los hijos. Carlos ni siquiera acuerda el día que nacieron. Ese día, el día que nació el primero, Carlos estaba tan emocionado que se resbaló en la escalera del hospital y lo tuvieron que atender de urgencia. Yo estaba con dolor, ahí abajo, ya saben, que no aguantaba más, pero Carlos estaba peor. Una vez que le pasó empezamos a discutir sobre el nombre de nuestro primer hijo. Yo en realidad quería “Mariano”. Y el, muy amablemente me dijo que estaba de acuerdo. Al tiempo yo andaba con Marianito de acá para allá, le había compuesto una canción de cuna que rimaba con el nombre. Pero Carlos me advirtió: “No sigas llamándolo Mariano, lo inscribí como Marcelo.” Pero cómo Marcelo, le pregunté. Saben lo que me dijo: “Es que no me acordaba que nombre habíamos elegido.” El muy turro no se animaba a decirme nada y lo llamamos Mariano por más de un año. Con el segundo le dije directamente que lo vaya a inscribir y que me diga que nombre le puso. Simple. Con los hombres no se puede.
-Carlos, ¿Tomaste la pastilla?
-No
-Tomala, Carlos. Hoy tomaste vino, eso te hace subir el azúcar.
-Después la tomo…
-Ahora, después te olvidás…
-Después…
-Ahora…
-Después…
-Ahora… Carlos.
-Antes la vida era más fácil…
-Ahí empieza…
-…el hombre no dependía de la pastillita para nada. Cuando morías te ibas… pum, chau. La humanidad no sentía ese vacío de poder llegar a viejo. Se hacía lo que se podía. Jesús murió a los 33, Alejandro Magno, murió a los 33 también. No se percataban llegar a viejo, y seguro que tenían el azúcar alto. Pero nadie se lo había dicho. No me imagino a Alejandro conquistando tierras en las lejanas fronteras pidiendo la pastillita…
-Carlos…
-Ni me imagino a los filósofos de la antigua Grecia tomando algo por su malestar luego de los grandes banquetes intelectuales…
-Carlos…
-Tampoco me imagino a Octavio, el primer emperador romano, pidiendo una aspirina…
-Carlos, por favor…
-Y que me dicen de las cruzadas… el cristianismo….
-Carlos… ¿cómo salió el partido?
-¡Nos empataron faltando diez minutos…!
-Con razón, Carlos…
-¡Esto es culpa del gobierno. En la época de Perón…!

No hay nada que hacerle, cuando pierde Independiente, perdemos todos en la casa. Esto es muy habitual los domingos. Esos tranquilos domingos en familia.

-¡… porque la hipocresía que hoy habita en nuestra sociedad…!

¡Ay, por dios! Dos mil años de historia a los gritos. Por favor. Esto ya se va por las ramas.

-¡… porque si éste pueblo construyó sus bases en el contrabando…!

Sigue y sigue. Hasta se va a cagar a los gritos. Hay algo en las reuniones que no se puede hablar. De política, religión y fútbol. Son tres cosas de las que Carlos se altera, ¡y como… escuchen!
-¡Carlos, tomate la presión, me querés hacer el favor!
-¡Basta de tomarme cosas! ¡Me voy a tomar un Whisky! ¡Me voy a poner en pedo y que el mundo siga girando como quiera, yo ni me meto!
-Carlos, terminala, la gente piensa que estás loco…
-¡Sí, y no tengo pastillas para la locura!

Es tremendo, cuando Marcelito lo escucha así se agarra la cabeza.

-¡Marcelito, ese tiene vía libre para casarse ahora…! ¡Es puto! ¡El otro, garca! ¡¿Y vos querés que yo, que yo me tome la pastillita?!

Le va agarrar un patatús. Ya me veo en el hospital. La última vez Carlos se escapó con el suero enganchado al brazo… esa vez si lo vi correr.
-¡¿Me podés decir con quién carajo hablas desde hace rato?!
-Con ellos, Carlos…
-¿Con quién?
-Con ellos, con él, con ella…
-Uh… pobre gente.
-¿Por qué, Carlos?
-Escucharte a vos… sepan disculpar a mi señora. Ustedes sabes como son las mujeres, hablan y hablan, exageran… son minas… rompe huevos…
-Basta, Carlos… cada casa en un mundo.
 No le hagan caso. Carlos se pone muy tenso a veces. Pero es buen tipo. Él me quiere, a su manera, y yo lo quiero, a mi manera. Porque somos distintos, y la diferencia es la base de nuestro cariño. Yo no se que haría sin Carlos. Extrañaría sus quejas de domingo, sus malhumores de mañana, sus chistes machistas, su mirada comprensiva y protectora cuando algo me molesta… Somos así, somos una familia. Con todo lo que ello conlleva. Como la de ustedes, como su familia cuando eran chicos. Como la de ahora. Cambian las épocas, cambia la sociedad, la cultura, los trabajos, los amigos, pero nosotros, seguimos acá, en la memoria de nuestros hijos, a veces con bronca, otras veces con ternura. Hacemos lo que podemos, con nuestros errores y virtudes encima. Sorteando los obstáculos que no presentan y que juntos podemos saltar, con la seguridad de que acá está tu casa. Aunque no exista más… porque en la memoria de tu infancia, un capitulo de tu vida escribimos nosotros. Los padres, los abuelos.

-Carmen, hace mucho que no te escuchaba hablar así…


-¡Hay olor feo de nuevo, Carlos!
-Los ravioles…
-¡Carlos, basta, por favor…!

Fin



2 comentarios:

  1. che fede es buena la idea, fjate que hay algunas cosas como esto: "Como iba diciendo, la comemierda e hija de su madre de mi suegra me dio un cuaderno de recetas, propias por supuesto, para que le cocine al nene cuando vivamos juntos." y "Ven los que le digo" que están mal redactados o no se entienden. otra cosa, me parece que una viejita que vivió en la época de Perón no va a decir que algo le da bronca.

    mauro

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  2. ahhhh, ya entendí lo primero, no me cerraba, no entendía la frase, está bien, jaja, lo segundo sí que está mal. o sea, para mí podría haber estado bien, pero nunca se repite que ella se confunda en lo que dice.
    me gustó bastante, más que los otros che. suerte

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