Los dioses del Olimpo

Si había alguien en Valeria que despertaba la lujuria, la desenfrenada irracionalidad, los chispazos eróticos repartiendo sensualidad y agonía a flor de piel en las tranquilas playas, tocando la lira con sus bellas manos entre lo dioses del Olimpo, sentada al lado de Zeus con un túnica blanca y una corona de laureles adornando su cabeza, era ni más ni menos que la hermana de Altito: Marcela.


¡Pero con la hermana de un amigo, no! ¡Dejá las escenas pornos guardadas bajo llave! ¡Mirala de reojo, cuando Alito no te ve! ¡Tocala con la vista, con los ojos ávidos en una noche desparramados en su lecho! ¡Pero ni se te ocurra con la hermana de un amigo, no, por favor! ¡Hay una ley, un código recitado en los cantos de Incesto!

Una de las tantas noches, como tropa turística en caravana, nos fuimos a Majada Onda, templo de perdición, de búsquedas incansables de Lea, de ritos cotidianos apoyados en la barra, fumando, disipando en aire de la costa, resquebrajando la mirada en busca de algo, algo, no se, algo… una minita, alguna historia, no se, algo. Y entre alcohol y “Pestalozzi drinks”, caíamos en estado inconciente, como aquella noche que Pablito buscaba a alguien que le provea un Paty para asar en el fogón que ardía en la parte externa del boliche. Fuera de toda razón, sentados sobre la arena en la orgía de gente acumulada alrededor del fuego que calentaba las neuronas más que la bebida, descubrimos que no éramos nada, pero nada, al lado de él, que se levantaba como un gigante entre nosotros, derrotando la mística, arrastrando la fantasía hacia la puerta de lo real, reescribiendo las fábulas valerianas, fundiendo su nombre en la mirada anhelante de Marcela. Pero nosotros no nos dimos cuenta, seguíamos deambulando por Majada, subidos en la cola del diablo, viajando entre el piso y el cielo, en revolcadas de Martín como lucha romana sobre la arena del coliseo y besos casuales robados a inocentes ninfas que glorificaban las fiestas dionisias celebrando el sacrificio carnal y el alcohol. (Muchas veces alcohol de quemar) Buscábamos el pecado en cada figura femenina (o por lo menos que se parezca a una mujer), vomitábamos los poemas al aire, descubriendo la fantasía sensual en las largas piernas desnudas separando la maleza hasta llegar al oasis, sediento de pasión, abierto alegóricamente, como la caverna de Platón. Y en nuestro afán de continuar la lucha, caíamos en la ignorancia total de la leyes de seducción, con una copa en la mano, y la borrachera como un ropaje que envolvía nuestro ser, ese ser que supo ser sabio, pero que buceando en el fondo del vaso, se perdió en el laberinto donde del Minotauro en cada noche nos devoraba.

Al día siguiente a las cinco de la tarde, con la noche encima, nos encontramos en la playa. Cada uno que iba llegando se dejaba caer sobre la arena fría de la tarde, relatando algo de la salida nocturna, reconstruyendo como un rompe cabezas las noticias atrasadas. Con la piel blanca en pleno sol de febrero después de haber pasado casi dos meses en la costa, las ojeras como bolsas de basura tiradas al costado de la calle, pronunciábamos palabras inconclusas hasta que la luz del día acostumbraba los ojos, o, que la noche se tiña de azul oscuro otra vez y la mente se esclarezca, como vampiros deseosos de sangre nadando en la lujuria constante del placer divino, hincando los colmillos en la carne frágil de una inocente. (Que los dioses acostumbrados a mirarnos, dejaron de lado el prejuicio y se fundieron en orgías cósmicas, hundiendo las uñas en la piel blanca bajo el pleno sol del verano)

No se quién fue, pero alguien vino trayendo nuevas noticias. Porque si algo es cierto entre los hombres, es el chusmerío, provisto de exageraciones, grandes proezas galopando como caballeros audaces, con la temple inmaculada, los ojos clavados en el horizonte… soñadores, somos soñadores, ¿Y?...
Pero como una bomba atravesando la realidad, como una primicia de primera plana, alguien dijo:
-¿Saben con quién estuvo la hermana de Alito?
-Conmigo no, sino me acordaría, la reputísima madre que los re mil parió.- rezó alguno…y amén. (Los dioses no se enojaron, encontraron sus oídos pegados a lo que se estaba por revelar…)
-¡Con quién, hijo de puta, hablá...!- se desesperó alguien mientras se tragaba la bombilla del mate de un sorbo.
-Con uno de nosotros…
-Imposible, ella pertenece al grupo más adulto. No se mezclan los humanos con las deidades- comentó un dios a otro mientras se acercaba más y más a la reunión.
-Sí, pero esta vez, sí…

¡Santísimo Hércules convertido en dios! ¡Decilo!

-¿Con quién?, che.- pregunté calmado
-Con Facu…

 ¡Dejate de joder! ¡Dionisio hijo de puta, yo te recé primero! ¡Me entregué a tus brazos en la liturgia divina nadando entre los cuerpo desnudos de la pasión carnal! ¡Reventado traidor!
-Me alegro…- opiné indiferente.

¡¿Dónde está ese Hijo de Puta?! ¡Traiganló acá ya mismo! ¡Que cuente cada detalle de la odisea homérica! ¡La noticia me atraviesa el escudo divino de Apolo! ¡Oh, Zeus, atravesaste el cuerpo de Afrodita con tu espada divina!

-Ya contará su parte, a su debido tiempo…-pronuncié en vos baja.

La hermana de Alito había perdido su virginidad. (Un dios dejó la lira a un costado y se cagó de risa en los rizos de Venus) Digo, la virginidad con uno de nosotros, un humano. (¡Ah…!)  ¿Pero cómo, cuándo pasó? No se, yo nadaba en un vaso de jugo de naranja y vodka, destornillando lo irreal, escuchando mis palabras que retumbaban en la cabeza con fuertes ecos buscando una golfa errante retorcida de placer.
Pero de repente, el sol se hizo a un lado, la única estrella que había salido alumbraba el camino de Facu, que se acercaba con la mirada de Aquiles tras derrotar a Héctor en las guerras troyanas, con su pelo largo al viento, su cuerpo esculpido por Miguel Ángel, secando el sudor de sus pectorales, caminando en cámara lenta hacia nosotros como el David. (¡Oh…! Suspira el coro de Sófocles)
-¡Miren! ¡Alabado seas!- repetimos todos al mismo tiempo.
Y él, con su inconfundible paso, hundiendo la arena en cada pisada, grandilocuente, heroico, se acercó y pronunció las palabras más sabias que un semidios, un humano adoptado por el Olimpo puede citar:
-¿Cómo va?

¡¿Que cómo va?!... ¡Acá, usando la manos derecha como novia, reventado! ¡Contá, mierda! ¡Contá!

-Bien, ¿y vos?- respondí
- Acá, cansado, che…

Claro, como para no estar cansado. ¡Hijo de Puta! Y, tratando de sacarle alguna información a la primera y exclusiva fuente, pregunté tragando saliva:

-¿Qué hiciste anoche, che? ¿Todo bien?
-Sí,- respondió el conchudo.-… todo bien. ¿Y ustedes?
-Desapareciste anoche, no te vi más, dónde andabas…
-Por ahí…

¡Pero miralo vos! ¡Oh dios, extírpenme la ignorancia de un soplido! ¡Prefiero la cruel realidad y arrancarme los ojos con un souvenir de Valeria del Mar, como Edipo bajo el cuerpo inerte de Yocasta! ¡Voy a ahogarme en los brazos de Poseidón!

Aunque claro, somos humanos, mortales, pero sobre todo hombres, y como tal, Facu escupió todo, cada detalle, cada jadeo cortando el aire marino, fundidos en… (Esta parte ha sido calificada como XXX, por lo tanto no se publicará. Gracias por su comprensión)
Esa tarde no fui directo a casa. Hice una parada y subí al monte más alto de Valeria. Y, con el pecho hacia afuera, empuñando la espada en las alturas, mirando al cielo, con un pie apoyado en la roca de la sabiduría, reté a los dioses del Olimpo, desafié al futuro en la voz viva del oráculo, prometí venganza y grité a los cuatro vientos:

¡Yo también desearé a la hermana de un amigo!

…y así fue, que perdí varios amigos…

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