tag:blogger.com,1999:blog-38042045445679717042024-02-19T23:26:57.903-08:00Escritos de caféSi algo le gustaba era sentarse en el Bar y observar el mundo girar, con el paso apresurado de la gente uniformando la ciudad. Otros, los más audaces, entraban al Café...Unknownnoreply@blogger.comBlogger39125tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-83401209906866021292011-11-22T08:10:00.000-08:002011-11-22T08:11:35.049-08:00Cuando llego a una ciudad<span class="Apple-style-span" style="background-color: #ecefd4; color: white; font-family: 'Trebuchet MS', Trebuchet, sans-serif; font-size: 13px; line-height: 18px;"></span><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Cuando llego a una ciudad con la mochila colgada del hombro, un mapa mal doblado intentando escapar del bolsillo y la gruesa campera en la mano, (que por su tamaño no entró en la mochila) comienzo un ritual inexorable y reiterado. Sin más fundamento que la realidad misma presente, llego al vacío total, a lo desconocido, como si la ciudad se va formando delante de mis ojos donde antes nada había. Pero esa son cosas de la neurosis propia de viajero solitario que, por soledad o imaginación pura, nadie lo espera. Nadie.</span><br />
<a name='more'></a></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Es ahí cuando caigo en razón que tengo que luchar por los precios en los hostales, que más barato si sumo días de estadía, pero tengo que contemplar, o estudiar, la ciudad. No es lo mismo llegar a las grandes capitales europeas que a un pequeño pueblo que con pocos pasos lo recorres de punta a punta, y entonces al día siguiente viene la pregunta, ¿y ahora qué?</span></div><a href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=3804204544567971704&postID=8340120990686602129" name="more"></a><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lo lindo de las pequeñas ciudades europeas que son como esos textos cortos de alto contenido. Es ahí cuando el autor pone todo lo que tiene en pocas palabras, como un ristreto de mañana, corto y poderoso, que te levanta de la cama de un salto. Y si había algo que tenía esas inhóspitas estaciones de tren casi abandonadas (pero no) era eso. Era imposible cansarse de caminar una y otra vez por la misma calle, entrar en los mismos cafés, esquivar la misma gente que, como yo, frecuentaba los mismos lugares turísticos. (Aunque muchas veces le escapaba)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Con la ganas de aprender algo que nunca encontraría escrito, caminaba agarrado a la imaginación de un cuento de aventuras en cada esquina, y doblaba con la astucia de un caballero del medio evo por las transversales. Recorría los inmensos castillos que contemplaban desde lo alto el paisaje, resguardando su cultura dentro de los muros de los ataques de los bárbaros, esos que ya no existen más que en mis cuentos. (Y yo soy un bárbaro que tomó el castillo por sorpresa, eso sí, pagué la entrada)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si me hubiera preguntado en que época del año viajaría, sería en invierno. (Pero nunca planeé nada) Me gustaba ver caer la nieve en los tejados de las casas, cubriendo las calles, oscureciendo el día temprano, cuando los pies todavía no esperan una cama o una silla. Y si algo tenía la noche era la función que comenzaba cuando las luces pasaban a primer plano, elevando el castillo en el fondo, acariciando el piso barnizado de la calle que tan amablemente reflejaba las luces de los autos. Era una foto imposible, pero más aún, era intentar una descripción más absurda dentro de los diarios de viaje. (Una vez me animé a escribir uno, nunca supe dónde quedó)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lo mejor del viaje era el recuerdo vivo cuando subía al tren y cerraba los ojos recapitulando todo lo visitado. Pasaban infinitas imágenes que eran imposibles de contar, y debe ser por eso que las pocas que hoy quedan, son las que arman el cuento, que no es cuento, pero tampoco se muy bien que es. Voy a armando una bitácora con el almacén de las viejas fotos impregnadas en mi cabeza para recordar que una vez caminé por las calles de la ciudad (esas donde nadie te espera) al vacío, llenando todo lo que la ciudad representaba en mi imaginación. No digo que no exista, pero a esta altura, no lo se. Fue mío por mucho tiempo. Desprenderse de eso es difícil. Entiendan.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">A eso me dedicaba por esos años de juventud con la ropa arrugada en la mochila y un libro de viajero que me comentaba cosas que no se me importaban. A rellenar los espacios vacíos de los pequeños pueblos europeos, a inventar grandes historias de grandes ciudades, a ser un sentimental oculto en la lejanía. (Donde nadie te ve) Caminaba con las manos en los bolsillos, acariciando con la punta de los dedos el encendedor y algunas monedas que se deslizaban por un agujero del forro hasta caer al suelo, como un juego obsesivo en cada paso. Mezclaba la fantasía con la realidad. (Cosa tan peculiar en mí y que me dejó varado donde estoy. Qué tampoco se dónde.) Las calles eran mi escenario y los trenes mi escape. Los hoteles baratos se dejaban conocer en boca de algún compañero temporal de habitación entre tragos de alcohol barato y chocolate para fumar. No recuerdo ningún nombre, pero si sus caras, y si no las invento. Es decir, mejor las invento. A veces me pregunto dónde estarán, qué será de la vida de esos que en algún momento compartieron un día o dos conmigo. Hay alguien que los recuerda con imágenes difusas y detalles fantásticos. Qué será de mi vida, lejos de sus pensamientos, lejos de su imaginación, lejos de todo. (¿Se acordarán?)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Sigo empujando el tiempo entre las avenidas y las calles angostas de empedrado. (¡Como extraño el empedrado!) Camino y camino, con la mente funcionando a mil, dejando caer los hombro y la frente. Entro a los cafés que tan pintorescos aparecen debajo de los viejos edificios. Una iluminación baja, un aroma a libro abierto que sale de una mesa con una muchacha de ojos grandes detrás de sus modernas gafas, el estilo peculiar de la música que ambienta el salón y la ganas de sentarme a la mesa pegada a la ventana, donde la garúa dibuja abstractos con sus gotas y enriquecen el cuento palabra tras palabra, hacen de la ciudad una parte muy importante de mí. Y a través del vidrio, una ciudad con gente apurada, con turistas descansando en las esquinas (o perdidos), un pueblo lleno de historia que no conozco, y mejor así, porque todo lo que no veo, lo que no me quiere mostrar esa ciudad, lo escribo yo. Con el sentimiento escondido por años, que un día (que no recuerdo), me animé a esbozar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Y es ahora, por suerte, que cuando llego a una ciudad, con la mochila colgando, un mapa mal doblado en el bolsillo y la campera, alguien me espera, y debe ser por eso que teniendo la familia que tengo me siento protegido; porque no hay nada más lindo que después de tanto ajetreo, de tantas estaciones al costado de la vía, de tantos cafés, de infinidades de cuentos, alguien piensa en mi regreso. Alguien recuerda mi cara en la mañana, cuando el malhumor me condena y los condena, alguien comparte una habitación eterna (si sigue aguantando mis locuras, mis viajes, mis fantasías, mis cuentos, mi neurosis), alguien (y ahora en plural) me resguarda de los bárbaros, con sus muros infranqueables, que tres turros (ahora cuatro, una turra) me defienden con la sonrisa de cada mañana.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-92230000989543935472010-09-19T09:00:00.001-07:002010-09-20T05:39:40.514-07:00Prejuicio<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si prejuzgo a la gente es por iniciativa propia. No creo que sea así (yo) pero lo hago. Es cuando me siento en el bar y veo a la gente conversar en idiomas que no entiendo. O entendería, si hablaran más despacio. Claro está que no puedo desarrollar un entendimiento grato, intelectual sobre lo explayado en las mesas continuas, sin embargo me imagino el tema de discusión por la vestimenta. Eso es prejuzgar.</span></div><a name='more'></a><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Aunque la vista de la ventana es más atractiva que la gente, no creo poder observar un paisaje tan bonito e inerte por tanto tiempo. Así que mejor veo lo que hacen los demás, mientras tomo un café en jarrito con dos medidas de azúcar y mitad leche que el mozo tan delicadamente posó delante de mí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Cuando conversan por conversar, nada me llama la atención más que las manos dibujando cosas abstractas en el aire. Estoy tan cerca de esa mesa que si hago un mal movimiento puede que reciba una cachetada de arrebato. Puede que me lo merezca. Por fisgón. ¿Quién me mandó a escuchar cosas que no me interesan? Pero me interesan mientras haya estado durante horas sentado en la misma silla, con el cuarto café y viajando sólo durante tanto tiempo que no tengo más amistades que algunos mochileros de ocasión, y que los recuerdo por el sólo hecho de recordar algo cercano.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No siempre un prejuicio es malo. Un prejuicio es una idea previa, antes de conocerlo, que me hago de alguien. Entonces la imaginación empieza a prevalecer en mi cabeza, porque no lo conozco, no se nada de esa persona y construyo una característica alrededor de él. Ese muchacho vestido con pantalones pinzado, camisa rayada, pelo corto y prolijo, es un contador. No creo que sea un escritor, ni un fotógrafo de viaje, y mucho menos un artista plástico. Pero, ¿Quién lo sabe? Puede ser que yo me equivoque. Puede que sea un escritor de novelas, un pensador de la literatura, un filólogo de <personname productid="la Grecia" w:st="on">la Grecia</personname> antigua, después de todo estamos en la cuna de la civilización occidental. De todas maneras hasta que no hable con alguien, no puedo sacar conclusiones sobre su lengua. Se notaría un inglés forzado, un griego fluido, o un español con acento. Toma el café de a pequeños sorbos, mira a través de la ventana y se queda casi petrificado, pensativo, dueño de su pensamiento, privado, propio, y que yo intento apoderarme con la fantasía recorriendo su persona, sus movimientos tan lentos y estudiados que un error podría arrebatarle el relax en sus ojos. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Podría hacerme la idea que no espera a nadie. Que no quiere saber de nada y de nadie. Que la vista que ofrece el pequeño bar elevado es más que suficiente. Que el mundo se hizo para ese momento, para dibujar una isla en medio del mediterráneo, decorado de <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>casas blancas que bajan de los montes hasta la orilla. Afuera no hay nada más que agua, tan azul como sus ojos, tan quieta como su mirada. No recuerdo a alguien tan relajado en centenares de Cafés en mi basto recorrido por el viejo continente. Debe ser que no había detenido mi interés en ello, que las conversaciones y discusiones me atraen más que un pacífico cliente que nada hace, que ni gesticula ni sonríe. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Por más que el sol, en su punto más alto, se empeñe en aplanar las sombras del medio día otro café cae en la mesa de mi personaje. Porque es mío todo lo que no muestra, su pasado, su presente, sus gustos, su manera de actuar, su profesión. Es como esos juegos de la infancia cuando una rama caída servía de espada para luchar con los villanos imaginarios, pero tan reales que daba miedo perder la batalla, y la doncella no podía ser rescatada aunque esperara todo el día al pie de mi cama, con los juguetes en su espalda.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Su karma es la soledad, su alivio el mar que se funde en el horizonte con el cielo, su nombre, es mío de algún modo, hasta que alguien lo nombre y tenga que cambiar su nomina en mi texto, porque en ese momento lo real cubre la fantasía, como las sombras del medio día que poco a poco se desprenden de su original.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El hombre, que lo voy a nombrar Antión, solo para que prevalezca de alguna manera una relación más íntima entre nosotros, repiquetea sus dedos en la mesa con un ritmo constante. Tiene una canción en la cabeza y la sigue en su tempo y forma. Se debe estar acordando de alguien. Esa canción le dice algo, tiene letra, poesía, que modula en sus labios. La recuerda de principio a fin, reitera el estribillo uno y otra vez. Sólo hace una pausa cuando la boca le pide un sorbo de café, amargo o dulce, lo mismo da. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Sus pies también acompañan un bombo lento y profundo. La sonrisa de un tierno recuerdo se apodera del rostro y deja volar la imaginación que se mezcla con el pasado y se funde en la mirada. Enciende un cigarrillo que saborea con intenso placer. En cada bocanada de humo se refleja la imagen de su barrio, de su infancia. Lo miro, y cuanto más lo observo más se de él. Más se acercan sus sentimientos. Cada vez más. Él no me regala la mirada ni por un mísero segundo. Pero se que me piensa, que ya me estudió mientras yo andaba viajando entre las nubes y el mediterráneo. Se que fui el personaje de su historia por algún tiempo. Que baje en aquella isla lejana con mi mochila y un mapa arrugado casi en el mismo momento que me senté a prejuzgar su vida. Pensó que yo era un joven perdido en el ombligo del mundo, que dejaba llevar por la intuición y el agrado de conocer ciudades marcados en los mapas. Seguro que me describió seguro, infantil, carismático, gracioso, buscando algo que nunca encontraré en ninguna capital europea, ni mucho menos prendido en lo rieles de un tren veloz atravesando el occidente con no más que tres pantalones y cinco remeras. Y aunque ahora no me registre en sus pensamientos, cargo la responsabilidad de manejarme como él quiere que yo sea. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Se levanta por un segundo de la silla. Camina lento hasta la puerta y sale. Vuelve. Se sienta en la mesa donde otro café negro, amargo o dulce, lo espera. Se muestra impaciente. Mueve las piernas en estado nervioso. Descubre un trozo de papel tirado debajo de la mesa que levanta y lo lee. Mira a los costados, sale nuevamente a la calle, pasea la mirada por la estrecha calle ascendiente. Vuelve. Se sienta. Sabe que alguien no va a venir. Esta escrito en el papel. Me mira. Lo miro.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Vuelve la intriga a mi mesa. Ahora tiendo a descubrir su procedencia. Su historia. El sol comienza su lento descenso moviendo las sombras al oeste. Se levanta la textura del paisaje. Estremece la postal que delante de mis ojos observo quieto, dejando caer los parpados para ver mejor. Igual que él, que siente cada movimiento de la tierra en sus pies, girando y girando, imitando cada pensamiento mío como suyo, fija sus ojos en el horizonte, redescubriendo el pasado propio en cada huella que los rayos van dejando como una estela de luz imborrable y eterna. Si la soledad se replanteara la infancia en plena juventud atravesando el mundo con la mochila acuestas, tendría un significado superior a la simple contemplación del arte como tal, sin pensar en el origen que lo llevó a ser como es, y no otra cosa. Si la soledad del viaje me acerca a ese hombre que ya soy yo más que él mismo, es porque he puesto toda mi energía alrededor de su imagen, y todo lo que al le pertenece es mío. Ya no se si él está del otro lado del salón o es mi propia figura duplicada en el espejo que tan bien juega con la decoración. (Y puede que el espejo juegue conmigo como yo con él, y que el paisaje detrás de la montaña nos juegue a todo una broma sólo para el reír de los dioses antiguos, que alguna vez imaginaron este presente.)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Me dirijo al hotel bajo la tenue iluminación de los pasajes que cruzan las casas y los negocios del pueblo, subiendo y bajando escaleras, esquivando los turistas y locales que no dejan de asombrarse de la bella isla. A cada minuto avanzo escribiendo una historia nueva, como aquel hombre que me mira desde lo alto y en cada página va relatando mi paso por el mundo, como un alter ego de su pasado, cuando él mismo estuvo recorriendo este pueblo y el ideal del tiempo lejano va dibujando mi imagen en su rostro, con el pelo corto, pantalón pinzado y camisa rayada, dispuesto a entrar en la oficina y apartar toda historia mía, que tanto fue de él. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si prejuzgo a la gente es porque comencé prejuzgándome a mí mismo, cuando olvidé mi pasado en el portafolio de trabajo o en alguna reunión de empresa. La barba y el pelo largo se quedaron en los andenes de las viejas estaciones de trenes, junto con la mochila verde agua, los mapas arrugados y los tickets de avión doblados en los bolsillos del pantalón, que como un aviso del pasado, como un llamado de atención, me encuentro de tanto en tanto cuando mi mujer hace limpieza en el placard, y me quedo con la vista fija, los ojos humedecidos y la mirada lejana, disfrutando un café de ocasión con el paisaje detrás de la ventana, que tan amablemente alguien (algún dios, aunque no crea en ellos) me ha regalado.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
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</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-6165863562369185212010-09-19T07:57:00.001-07:002010-09-19T07:57:44.741-07:00La isla<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ni bien pudo ver la isla se estremeció de un lado a otro. Lo nuevo estaba por llegar. Era de los que pensaba que la historia iba marcando la edad en el tiempo. Y si a eso le sumaba su familia perdida, quedaba en claro que nada podría sacarlo ahora de su futuro, tan impredecible como inocuo.</span></div><a name='more'></a> Sacó de su bolsillo restos de arena que le se le metieron entre las uñas y agitó la mano dejándola escapar lentamente simulando que la cenizas del pasado tomaban vuelo desde la popa del barco y se perdían en el mediterráneo. A medida que la isla se engrandecía ante sus ojos, el corazón retumbaba con más fuerza como si una atracción desde la tierra lo estimulara sin razón. Las casas poco a poco tomaban forma, se podía distinguir las ventanas azules, los balcones decorados y las viejas vasijas ajadas por el tiempo o por moda que adornaban las estrechas calles blancas que resplandecían desde los lejos como faros. Dejó que sus ojos se fundieran con el mar que perdía su grandeza en las orillas donde un puñado de pescadores anclaban los botes y enrollaban las redes finalizando la jornada que comenzaría con un vaso de ron volcado en la barra atestiguando los comentarios y las charlas machistas. <br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ni bien el barco se detuvo en el puerto, los turistas se lanzaron como estampida pidiendo tierra firme y alojamiento. Alain no fue el último en bajar, pero las ofertas y promociones de hostales se alejaban de la mano de los primeros en pisar la isla. Caminó solo durante media hora hasta que el cansancio lo arrimó a un bar. Se sentó a la mesa pegado a la ventana. Ordenó un café doble mientras un cigarrillo lo relajó en una fuerte pitada. Detrás de él un hombre de aspecto familiar lo miraba sin pronunciar una palabra. Alain lo observaba a través del reflejo del ventanal. El hombre se acercó a lentamente sabiendo que el destino estaría en clavarle un puñal por la espalda y dejar que la sangre de Alain se desemboque en el mar azul. Alain se quedó inmóvil, esperando que la hoja de acero atraviese su carne dejando su vida en lo más lejano. El hombre se acercó y sin contar las miles de razones pagadas previamente por Alain, clavó su cuchillo en la garganta. El cigarrillo cayó al suelo y se apagó con la misma sangre que brotaba del cuerpo ya sin vida. Alain pudo ver la taza de café como una postal de despedida y la ventana de fondo que le ofrecía el mar azul junto con la mirada de Ana, que acariciaba la herida donde no había herida, y sus hijos correteaban por la playa, esa playa de arena negra que tanto había visto en fotos y la promesa quebrantada de un viaje en familia que el destino, ese loco destino le dio una tarde cuando el sol se escondía detrás de la montañas, los pescadores comenzaban sus borracheras y las casas blancas destellaban desde lejos. </span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-66031059460220544462010-08-30T07:14:00.000-07:002010-08-30T07:14:32.295-07:00Viernes (otra vez)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No creo que me distinga por mis aptitudes. Es posible que cuando salga de casa y me suba al auto, ese maldito auto, marche directo a tu departamento. No es que te extrañe, pero en realidad las veces que puedo voy. Aunque sea un rato, para pasar un tiempo juntos, deleitar esas cervezas frías y hablar mal de las mujeres, escuchar música de nuestra época, recordar historias. Te conozco hace tanto tiempo. ¡Como dura la amistad! Y es mejor así, después de todo no nos vemos desde el sábado. Hoy es viernes. ¡Por suerte!</span></div><a name='more'></a> No hay algo más lindo que el viernes. ¿No te parece? Es el día final de una semana dura. (Siempre son duras cuando se ve desde el viernes) Cuando llega la noche, llega la libertad de hacer todo lo que queremos. ¡Mañana no se trabaja! Y la sensación que falta bastante para el lunes (trágico lunes) es única. Entonces por eso voy a visitarte hoy a la noche, porque falta mucho para que comience la semana (el lunes, trágico lunes).<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Me subo al auto. Prendo la radio. (No se por qué no se prende cuando doy arranque) ¡Uh! ¡Parlante izquierdo roto! Se me rompió hace tres meses. No se por qué no lo arreglo. Es que me acuerdo sólo cuando me subo al auto con destino urgente. Siempre ando corriendo, nunca tengo tiempo para componer algo que me molesta, entonces la molestia se multiplica por dos: por el parlante roto y por no arreglarlo. (Es ahí que me doy cuenta que me fastidia más que no me ocupe de mis cosas) Escucho la música en sistema mono en pleno siglo XXI. Algo me dice que no salga. Que mejor me quede en casa. Pero que puede pasar un viernes a la noche, con la libertad por delante y un auto nuevo de primera generación. Marcha atrás. Giro el volante y mi cabeza. Miro hacia atrás. Paro. Pongo primera. (Ya giré la cabeza a su lugar) Entonces, andando.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lo que más gracia me da es que reviso si me falta algo en pleno viaje, justo cuando volver se torna un tedio. Y ahí mismo me pregunto: ¿Dónde mierda está el celular? Sin detenerme tanteo con la mano los posibles lugares donde puede estar ese maldito aparato de comunicación. Lo busco en los bolsillo, en la guantera, en el piso (guarda con despegar la vista del camino), en la butaca de al lado. Pienso todo lo que hice cuando salí de casa y trato de enfocarme en esos movimientos automáticos. (Son esos actos inconcientes que no recordamos como lo hicimos pero de alguna manera lo hicimos. A mi me pasa de doblar en una calle por costumbre y darme cuanta que por ahí no es) En una de esas el celular aparece en la memoria reciente. A ver, cuando agarré los cigarrillos… ¡Los cigarrillos! ¡Ahora sí me calenté! No tengo el vicio de hablar por teléfono, pero si el de tragar humo. Ya estoy lejos de casa cuando recuerdo que los cigarrillos y el celular estaba en la mesada de la cocina esperando que yo los agarre y los guarde. Cosa que nunca pasó. Nunca. Debe ser el inconciente que me dice que no fume. ¡¿Y el celular que tiene que ver?! Es que estaban al lado del paquete. ¡Me cago en Freud…!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Sigo avanzando por la autopista. Ninguna canción me satisface. Cambio de dial frenéticamente. Una peor que otra. La radio dice: “El gobierno aclaró que… La oposición atacó con… el ministro se desdijo….” Son las mismas noticias de hace cinco seis años. (¡Y más!) Sigo buscando una canción. Sigo. Sigo. ¡Ah! ¡One more night de Phil Collins! ¡Bien ahí! Subo el volumen. Más. Un poco más. El parlante satura. Me importa un bledo. ¡Es Phil! Más. Más. Más. ¡Pum! Parlante pinchado. Bien, sin música, sin fasos, sin celular… sigo igual.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Me acuerdo la época que nada de esto tenía y hoy, por haberlo tenido, lo extraño. Es un llamado a la ausencia. En lo real, no me falta nada. La falta es posible en el registro simbólico. Porque lo tuve, lo conocí. Es el par presencia-ausencia. (Freud… Lacan… lo mismo da) Cuando era chico, salía a la noche con los muchachos del barrio sin teléfono (no existían), sin auto (no tenía), y sin cigarrillos (fumaba a escondidas, es decir que de casa, salía sin una prueba acusadora). Nadie te rompía las pelotas por el celular, no había forma de comunicarse si no era personalmente, o por teléfono de línea. (Era muy caro y mi vieja puso un candado al aparato para que no llame. Fue en ese momento que aprendí algo muy valioso, a marcar con el botón del corte. Es decir que apretaba siete veces para marcar el siete, tres veces para el tres, y para el cero, diez. Y así pude recibirme de argentino, digo, de esquivar la ley para mi propio beneficio) Caminaba hasta la parada del colectivo con las manos en los bolsillos sin más que algunas monedas. El pantalón no sufría ninguna ausencia, es decir, no llevaba nada. Hoy por hoy, me molesta poner el celular, los cigarrillos y la billetera en los bolsillos del pantalón, me molesta mucho. (Las riñoneras se dejaron de usar en los noventa, no insista) Parece que no hay lugar para llevar lo que me diferencia del sexo opuesto. Camino con dificultad por la carga extra. (Ahora se puso de moda el morral = cartera masculina. Al principio estaba un poco reticente. Me parecía muy femenino. Y debo cuidar mi imagen de macho. No será cosa que me confundan con un mariposón. Pero luego me dije, todos tenemos algo de femenino. Y por qué no usar el morral. Es cómodo. Aunque al principio me hacía mover el culo de un lado al otro. Pero eso es otra historia)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Viernes, voy a visitarte. (Sin fasos, sin celular, sin música) Bajo de la autopista, sigo derecho por la avenida hasta… no me acuerdo. No me acuerdo. ¡No me acuerdo! Voy a llamar por telé… no lo tengo. ¡No! Trato de usar la memoria para llegar. (Como si hoy estaría funcionando) ¿Doblo en ésta, o en la otra? Doblo acá. Me equivoqué. ¡Que pelotudo! Doy la vuelta. Era más adelante. Sigo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Cuando viajaba en colectivo era más fácil de recordar donde bajar, la cuadras que había que caminar. Lo hacía de memoria. (En realidad el que se tiene que acordar el recorrido es el chofer) Con el auto, la cosa se pone jodida. Tengo que memorizar todo el camino desde que salgo de casa. Ni hablar si se me pincha una cubierta, o pierdo las llaves, o choco, o me lo roban. Tengo que cargar nafta, que el nivel de aceite se encuentre en el punto justo, que el agua no falte, el service una vez cada tanto, la presión en las cubiertas, el tráfico, el boludo que toca bocina, yo que toco bocina, el que frena de golpe, el que no frena, el taxi, el colectivo, los peatones, los semáforos, el… ¡Uh! ¡Me pasé! Era ahí. Eso por no concentrarme en el camino. ¿Cómo doy la vuelta? Retomo en esa y listo. Vuelta en “U” y… ¿Quién más? ¡La policía!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Documentos del auto, registro y tarjeta de seguro.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Aquí tiene, oficial.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Los mira detenidamente. Camina alrededor del auto. Vuelve.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Sabe usted (son atentos, te tratan de usted) que hizo una maniobra prohibida?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, oficial, (nunca perder el respeto) lo que pasa es que me perdí, tengo que ir a la casa de…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No importa a donde se dirige. No se puede dar vuelta en “U”.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, tiene razón…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Le voy tener que hacer la multa… (Me gusta cuando incorporan el verbo “Tener”, como una obligación, algo que no depende de ellos. Es tener que… yo no lo haría, pero tengo que…)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Trago saliva. Nervios. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Cómo podemos…?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No quiero terminar la pregunta. Espero que me entienda. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Cómo señor? (Quiere que lo diga…)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Digo, ¿Cómo podemos… evitar…?- digo moviendo las manos para que se entienda.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡¿Señor, usted me quiere coimear?!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">(¿Qué pasó? ¿Se erradicó la corrupción? ¿Cuándo? ¿Salio en los diarios? ¿Llegué a ciudad santa? ¿Es jesús?)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Por supuesto que no. Me salió cien pesitos. (Igual me hizo la multa, seguro)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La calle del departamento no la encuentro. Paro en un kiosco, compro cigarrillos y continúo mi aventura. Ahora por lo menos tengo cigarrillos, aunque no encuentro el encendedor. Y es ahí que me doy cuenta que el del auto, no anda. (Hace como un mes no anda, otra cosa que me acuerdo sólo cuando lo tengo que usar) Que fastidio es no tener fuego. Me molesta más que carecer de cigarrillos. Me pongo el cigarro entre los labios y se me hace agua la lengua por el deseo de tragar el humo. Busco a alguien en la calle que fume. Nadie. Ahora son todos sanos. Como me revienta la gente sana. Ese que sale a correr después del trabajo, come sano, toma agua, no fuma, no hace nada que dañe a su cuerpo. ¡Que tipo jodido! Es tan prolijo. Tan ordenado. Tan tarado. Son esos que se molestan cuando prendo un cigarrillo en una reunión, y sin decir una palabra ponen cara de culo (más que la que tenía antes). No les gusta la música, no les gusta el fútbol, no probaron ni un porro, no dejaron ninguna materia para marzo, no les gusta nada que de emociones se trate. Algunos son miopes y usan gafas, otros, también. ¡Todos usan anteojos! No ven la realidad. Hay que fumar, haber probado drogas, tomar alcohol… es decir, cruzar un límite, aunque sea para ver que hay más allá. (No quedarse, eso no…) Y por sobre todas las cosas, ¡Dejar que el otro fume y se rompa los pulmones a gusto, que tome hasta el coma alcohólico! ¡¿Qué pasa, son todos sanos ahora?! ¡Que no se puede fumar, que no se puede tomar, que no se puede Nada! ¡Pero Nada! ¡Hay que ser más tolerante, carajo! ¡Ahí está el departamento! ¡Lo encontré! ¡Al fin! </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Me acerco al portero eléctrico. ¿Cuál era el departamento? Es que no retengo más números en mi cabeza. Todo es culpa de la tecnología. Me puede decir alguien ¿quién recuerda un número de teléfono sin fijarse en la agenda del celular? Nos acostumbraron a usar la memoria para otra cosa. Antes no era así. Yo me acordaba de todos lo números de teléfonos de mis amigos. Es que ahora además de tener cuarenta y cinco números, me tengo que acordar el del celular, el del trabajo, de la casa, de el otro celular, sino llamá al de mi esposa que tiene cuatro celulares y… ¡la reputísima madre que lo re mil parió! ¡Todo está en la agenda del teléfono, que llegó a mi vida a joderme! ¡Yo no lo pedí! ¡Me lo impusieron con esas publicidades, con el cambio de vida de la sociedad apurada por contestar a todo el mundo! ¡Odio el capitalismo! ¡Odio que impongan las reglas! Entonces también, ¡Odio al comunismo! ¡Odio el viernes a la noche que te dan esa libertad pero nadie te dice que hacer! ¡Me cansé, aprieto todos los botones juntos y a la mierda! ¡Abro las dos manos y las apoyo en el portero eléctrico! ¡Tomá! </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Hola?- voz de señora</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Quién es?- voz de mujer joven</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Hola?- voz de vieja</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Hola? Hola, hola, hola…- voz de obsesivo</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Ola?- un analfabeto</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Hola? ¿Marta, sos vos?- pregunta la vieja</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, ¿me tocaste el timbre?- responde otra vieja</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, vos me tocaste… (Eso quisiera ella) </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, yo no, estoy mirando Showmatch.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, yo también… ¿Viste a quién eliminaron?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, esa chica bailaba tan bien. Que cosa ¿no?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, a la otra turra tendrían que haber eliminado. Esa es una yegua…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Disculpen- el obsesivo- ¿alguien me tocó el timbre?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, joven- responde alguna vieja- se conoce que hubo un corto circuito y se activó el portero eléctrico. La otra noche a una amiga mía, que dios la guarde en el cielo, pobre, se le disparó la alarma y murió de un infarto. Aunque, te digo, que no se si va al cielo, tenía sus cositas… </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, sí… gracias. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Bueno. No pude ir a visitarte. Me voy a casa. Si llego temprano en una de esas encuentro a mi mujer despierta y conversamos un rato. Tomamos un café, escuchamos música, me fumo un cigarrillo. (Que por supuesto lo fumo en el jardín) En una de esas tenemos sexo. (Seguro) No hay nada más para hacer. Mañana me levanto y hago un asado. Los chicos corretean por la casa, gritan, se pelean. Después llega el domingo. Fútbol. Siesta. Llega el lunes y espero que venga el viernes.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>En fin. Si a alguien se le ocurre algo más, avise. Por lo pronto, igual… ¡espero con ansias el próximo viernes!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-56635450309555289902010-08-27T07:40:00.000-07:002010-08-27T07:40:12.109-07:00Carmen (historias de familia)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Me cagué</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Que me cagué</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Te escuché!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Para qué preguntás, entonces.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Por que no podía creer lo que escuchaba.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pero escuchaste bien.</span></div><a name='more'></a><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Si ya lo veo. Mejor dicho, ya lo siento… ¿qué comiste?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Los ravioles que dejaron al mediodía.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es que los chicos no parecían tener hambre. Sobró una fuente entera.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Seguís llamando chicos a semejantes boludos de 40 años.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Paco tiene 39 . Marcelo tiene 44.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Son grandes y boludos igual. Y ya somos abuelos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, que bien se portaron los nenes hoy.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, para nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Yo no entiendo por qué Carlos se empeña en hacerme enojar. Estamos casados hace más de cuarenta años. Cuarenta y seis años cumplimos el mes que viene. Me acuerdo que fue una boda maravillosa. Simple, pero tan bonita. Carlos estaba tan buen mozo. Era flaco, alto, de ojos azules como el padre. Y era muy atento, me acuerdo que un día me trajo un ramo de flores para mi cumpleaños. No pienso decir cuantos años cumplía para que no saquen cuentas. Las mujeres no decimos la edad. No se por qué no la dicen. Pero por la dudas yo tampoco la digo, aunque si les digo se van a sorprender. Es que me mantengo muy bien.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ni en pedo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Callate, vos. ¿Qué sabes de mantenerse bien? Mirate la panza. Es un globo aerostático.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es que comí mucho.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, venis comiendo hace 40 años, Carlos. ¡No podés parar un poco con los gases! No puedo respirar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es que los ravioles estaban fuertes…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-La salsa querrás decir.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La salsa me la pasó mi suegra una tarde de verano, un día antes de casarnos. Era una bruja. Pero una bruja con todas las letras. Los hombres se quejan de nuestras madres. ¿Pero saben qué? No hay peor cosa que la madre del marido. No, no, mijo. La comemierda de mi suegra…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Vos estás hablando mal de mamá?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Como iba diciendo, la comemierda e hija de su madre de mi suegra me dio un cuaderno de recetas, propias por supuesto, para que le cocine al nene cuando vivamos juntos. Claro que en esa época las cosas eran muy distintas. No como ahora, que sin casarse van a vivir juntos, tienen hijos… ¡Por dios! De sólo pensarlo me tiembla el alma. La otra tarde mi nuera me contó que tiene una amiga que se fue a vivir con un noviecito que tenía, ¿no?, cuando quedó embarazada él la dejó. Ella ahora es madre soltera. ¡Por dios! ¡Que vida! Yo no se como va a salir ese chico. Sin una figura paterna. Bue... aunque me dijo mi nuera que la muy turra mete cada animalito a la casa. Es bastante ligerita la chica. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Quién, che?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Quién qué?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Quién es ligerita?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nadie, Carlos, seguí mirando el partido. ¿Cómo escuchás cuando te conviene, vos, eh? Muy sordo no sos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Vos me dejaste sordo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Carlos no escucha bien. La otra semana fuimos al doctor. Ese que te mide, ¿Cómo se llama?... audiometría. Le salió para el carajo. No escucha nada. Ahora por ejemplo tengo la televisión a todo volumen. Es una cosa tremenda. Tengo la voz de Mariano Closs perforándome el tímpano. Para mí Carlos no tiene tímpano. La otra tarde estábamos con unos amigos que vinieron a almorzar, ¿no?, y estuvimos toda la tarde charlando. Que fulano, esto, que el otro aquello. Contamos cuántos de nosotros quedábamos vivos. Pero Carlo no opinaba. Él, como si nada. Cuando nos fuimos a dormir, le pregunto: “Carlos, ¿que te pasaba hoy?” Y el me respondió que nada. Y yo le volví apreguntar: “¿Que te pasaba hoy, Carlos?” Pero el nada. No me quería decir nada, che, nada. En realidad el nunca fue muy charlatán. Es una tipo callado, habla poco. ¿Pero que no hable nada? Eso me extrañó. Pero como el seguía insistiendo que no le pasaba nada, yo le dije la verdad. Le cante las cuarenta. Le dije: “¿Sabés lo qué te pasa? Es que sos sordo, Carlos. Sos-sor-do. No escuchás nada. Estabas comiendo los ravioles y no te enteraste de nada. Por eso estabas tan callado” ¿saben lo que me respondió? “Es que hablaban tantas boludeces…” </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Eso lo dijo para hacerme enojar. Yo lo conozco. Le encanta fastidiarme. Él prefiere verme enojada más que comer con los dedos, mirá lo que te digo. Es típico de los hombres. Hacer enojar a la esposa. Parece que los divierte. ¡Son un jolgorio! Mi hijo, Paco, se casó con una chica mucha más mayor que él. Le lleva unos 8 o 9 años, mirá. La chica, bah, la señora, es un poco mal educada. No habla bien. Se come la “S”. Habla igual que Paco, pero en una mujer queda muy feo. Una vez le pregunté, a mi nuera, por que hablaba así. Me respondió para el demonio, una bruta. No vale la pena repetir eso. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos, ¿Podés bajar un poco el volumen?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡¿Qué?!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ven los que le digo. ¡Sordo como un murciélago!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Esos son ciegos! ¡Burra!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Ah, sí, y ¿cuáles son los sordos?!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Los que están felices de no escucharte! ¡Cotorra!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lo hace para buscarme. No me va a encontrar. Soy una señora muy educada. Mi padre nos tenía cortito, cortito. Se hacía lo que él decía. Mi madre nos pegaba con el cinto si decíamos algo así en casa. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Tu madre murió enroscada, Carmen!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Sigue y sigue. No para. Me quiere hacer enojar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por qué no mirás el partido y me dejás de molestar?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Estamos en el entre tiempo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No entiendo por qué los hombres hablan en plural cuando hablan de fútbol. “Ganamos uno a cero” “Nos empataron en el final” “Jugamos mal, pero ganamos” Que cosa. Como si Carlos hubiera jugado también. ¡Por favor! ¡Con esa panza! ¡Dios me libre! Ni a la bolita jugó éste. Deporte, cero. Eso sí, que es laburador es laburador. Eso no lo puedo negar. Trabajo toda la vida. Carlos es profesor de historia. En realidad era, está jubilado. Trabajó durante más de treinta años en la misma escuela. Antes los empleos duraban más, en cambio ahora, no duran nada. Yo lo se por los chicos míos, cambian de trabajo como de ropa. Paco trabaja en un banco, no se bien lo que hace. Paquito es un poco barrilete, según el padre, no se preocupó mucho por su futuro profesional, en cambio, Marcelito es profesor de lengua en una escuela secundaria. Ese sí me salió estudioso, como Carlos, pero mejor, es más educado. Lo que me llama la atención es que no se haya casado. Los nietos que vinieron hoy son los hijos de Paco. Tenemos tres nietos. Santino, Alejo y Simona. No se por qué ya no usan más nombres normales. Ahora vienen con cada cosa. Cada nombre ¡Dios me libre! ¡Como los condenan! </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Marcelito es un pan de dios. Es más bueno. Me acuerdo que el día que nació ni lloró. Nunca dio problema ese chico. Yo no se por qué no consigue novia. Siempre viene a casa con un amigo, Juan. Ese muchacho es bastante raro. No se, hay algo en él que no me gusta. Marcelo es tan buen mozo, nada que ver con el hermano, el otro es un zaparrastroso. También, con esa yegua… lo tiene a mal traer. Esa relación desde el primer día tuvo problemas. No fue una buena elección. Paco se equivocó, pero qué puedo hacer yo. Ni me meto. Voy a la casa día por medio sólo para ver a mis nietos. Aunque ellos no están nunca. Entonces me quedo hablando con Paco. Y, no digan nada, le hago de comer. Porque esa yegua ni cocinar sabe. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Otra vez hablando mal de Inés.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, otra yegua</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Estás hablando de vos misma</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Callate… haceme el favor. Seguí mirando el partido es lo único que sabés hacer.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Carlos en hincha de independiente. El nació en avellaneda. Según él, los de avellaneda son de independiente. Los otros no. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, esos putos tenían la cancha en capital. ¡Nosotros somos de avellaneda!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos, por favor, la boca…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, de avellaneda, burra, de avellaneda.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Digo que guardes esa boca…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Cuando habla de fútbol se apasiona. Es muy característico de los hombres. Miren que mi marido tiene buen vocabulario, pero cuando de fútbol de trata parece salido sin educación alguna. Recuerda todas las fechas de los campeonatos, como formaban, quien hizo el gol, en qué minuto, todo… también está muy acostumbrado es profesor de historia, no se si les dije. Carlos se acuerda de todo, claro que de la fecha de nuestro aniversario no creo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos, ¿cuándo cumplimos años de casados?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El mes que viene…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Qué fecha, Carlos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Dejame ver el partido en paz. Yo no te molesto a vos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Son hombres. Son hombres y así son todos. Cortados con la misma tijera. Ellos le dan importancia a cosas tontas. Cosas que a nosotras ni nos preocupa. Son todos iguales. La otra tarde mientras hablaba con mi nuera, la yegua, me di cuenta que Paco es igual al padre. No se acordaba de la fecha de cumpleaños de los hijos. Carlos ni siquiera acuerda el día que nacieron. Ese día, el día que nació el primero, Carlos estaba tan emocionado que se resbaló en la escalera del hospital y lo tuvieron que atender de urgencia. Yo estaba con dolor, ahí abajo, ya saben, que no aguantaba más, pero Carlos estaba peor. Una vez que le pasó empezamos a discutir sobre el nombre de nuestro primer hijo. Yo en realidad quería “Mariano”. Y el, muy amablemente me dijo que estaba de acuerdo. Al tiempo yo andaba con Marianito de acá para allá, le había compuesto una canción de cuna que rimaba con el nombre. Pero Carlos me advirtió: “No sigas llamándolo Mariano, lo inscribí como Marcelo.” Pero cómo Marcelo, le pregunté. Saben lo que me dijo: “Es que no me acordaba que nombre habíamos elegido.” El muy turro no se animaba a decirme nada y lo llamamos Mariano por más de un año. Con el segundo le dije directamente que lo vaya a inscribir y que me diga que nombre le puso. Simple. Con los hombres no se puede.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos, ¿Tomaste la pastilla?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tomala, Carlos. Hoy tomaste vino, eso te hace subir el azúcar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Después la tomo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahora, después te olvidás…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Después…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahora…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Después…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahora… Carlos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Antes la vida era más fácil… </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahí empieza…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-…el hombre no dependía de la pastillita para nada. Cuando morías te ibas… pum, chau. La humanidad no sentía ese vacío de poder llegar a viejo. Se hacía lo que se podía. Jesús murió a los 33, Alejandro Magno, murió a los 33 también. No se percataban llegar a viejo, y seguro que tenían el azúcar alto. Pero nadie se lo había dicho. No me imagino a Alejandro conquistando tierras en las lejanas fronteras pidiendo la pastillita…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ni me imagino a los filósofos de la antigua Grecia tomando algo por su malestar luego de los grandes banquetes intelectuales…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tampoco me imagino a Octavio, el primer emperador romano, pidiendo una aspirina…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos, por favor…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y que me dicen de las cruzadas… el cristianismo….</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos… ¿cómo salió el partido?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Nos empataron faltando diez minutos…!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Con razón, Carlos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Esto es culpa del gobierno. En la época de Perón…!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No hay nada que hacerle, cuando pierde Independiente, perdemos todos en la casa. Esto es muy habitual los domingos. Esos tranquilos domingos en familia.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡… porque la hipocresía que hoy habita en nuestra sociedad…!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">¡Ay, por dios! Dos mil años de historia a los gritos. Por favor. Esto ya se va por las ramas. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡… porque si éste pueblo construyó sus bases en el contrabando…!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Sigue y sigue. Hasta se va a cagar a los gritos. Hay algo en las reuniones que no se puede hablar. De política, religión y fútbol. Son tres cosas de las que Carlos se altera, ¡y como… escuchen!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Carlos, tomate la presión, me querés hacer el favor!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Basta de tomarme cosas! ¡Me voy a tomar un Whisky! ¡Me voy a poner en pedo y que el mundo siga girando como quiera, yo ni me meto!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carlos, terminala, la gente piensa que estás loco…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Sí, y no tengo pastillas para la locura!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Es tremendo, cuando Marcelito lo escucha así se agarra la cabeza. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Marcelito, ese tiene vía libre para casarse ahora…! ¡Es puto! ¡El otro, garca! ¡¿Y vos querés que yo, que yo me tome la pastillita?! </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Le va agarrar un patatús. Ya me veo en el hospital. La última vez Carlos se escapó con el suero enganchado al brazo… esa vez si lo vi correr. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡¿Me podés decir con quién carajo hablas desde hace rato?!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Con ellos, Carlos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Con quién?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Con ellos, con él, con ella…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Uh… pobre gente.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por qué, Carlos?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Escucharte a vos… sepan disculpar a mi señora. Ustedes sabes como son las mujeres, hablan y hablan, exageran… son minas… rompe huevos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Basta, Carlos… cada casa en un mundo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>No le hagan caso. Carlos se pone muy tenso a veces. Pero es buen tipo. Él me quiere, a su manera, y yo lo quiero, a mi manera. Porque somos distintos, y la diferencia es la base de nuestro cariño. Yo no se que haría sin Carlos. Extrañaría sus quejas de domingo, sus malhumores de mañana, sus chistes machistas, su mirada comprensiva y protectora cuando algo me molesta… Somos así, somos una familia. Con todo lo que ello conlleva. Como la de ustedes, como su familia cuando eran chicos. Como la de ahora. Cambian las épocas, cambia la sociedad, la cultura, los trabajos, los amigos, pero nosotros, seguimos acá, en la memoria de nuestros hijos, a veces con bronca, otras veces con ternura. Hacemos lo que podemos, con nuestros errores y virtudes encima. Sorteando los obstáculos que no presentan y que juntos podemos saltar, con la seguridad de que acá está tu casa. Aunque no exista más… porque en la memoria de tu infancia, un capitulo de tu vida escribimos nosotros. Los padres, los abuelos. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Carmen, hace mucho que no te escuchaba hablar así…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Hay olor feo de nuevo, Carlos!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Los ravioles…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Carlos, basta, por favor…!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Fin</span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-54145127443844250832010-08-20T07:15:00.000-07:002010-08-20T07:15:58.330-07:00Paseo circular<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si lo mismo haría en un lugar descampado, estaría dando vueltas mordiéndome la cola como un perro sarnoso. Pero la realidad es que los edificios me cubren, no dejan ver que caminar sin rumbo es más por no querer llegar a ningún lugar que por no saber a donde ir. Entonces, ahí voy.</span></div><a name='more'></a> Doy vueltas por el barrio, dejando los bares atrás y volviendo al punto de partida. Es claro y conciso. No hay que plantearlo, no pensarlo demasiado. Porque cuando uno piensa demasiado da vuelta las cosas. ¿No te parece? No me digas que no somos capaces de convertir algo sencillo en un inmenso problema al cual después no lanzamos en él y no hay escapatoria posible. Ni un tren a horario te evade de eso.<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ahora bien, cuando paso una y otra vez por el mismo café, me dan ganas de entrar. Pero primero me fijo si es acogedor, si tiene una mesa pegada a la ventana, si el piso está limpio, las mesas ordenadas, el mozo amable y la calle transitada. Para pensarlo mejor, doy otra vuelta por el barrio, puede que encuentre otro café más bonito. Continúo caminando por la vereda pateando una chapita que mágicamente se topó en mi circular paseo. La voy pateando con las manos en los bolsillos, los hombros hacia delante y los ojos fijos en su forma, en su materia, con el ruido de los rebotes de su diminuto cuerpo contra las paredes y las baldosas acanaladas. (Es sorprendente los movimientos irregulares que va dibujando en el aire la chapita) Sigo paso por la vereda, pateando la chapita, pensando más en ella que en otra cosa. Estoy concentrado en que la chapita me haga caso. Es decir que vaya por donde yo quiera que vaya. Ahí está el quid de la cuestión. En no perder la concentración. Si sigo así todo va a salir bien. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El problema radica cuando la vereda se acabe y toque el turno de cruzar la calle. ¿Cómo hago para cruzar con la chapita? Es difícil seguir camino así. Empecé este paseo sin más preocupaciones, pero esa chapita me sumó sus problemas a mí. ¡Será de dios! La gran siete…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ahora bien (segunda vez que la uso; es una típica expresión usada en los textos filosóficos cuando el autor cree, sólo él lo cree, que ya se entendió lo anterior y, como no puede ser de otra manera, continua peor), tomo la decisión de patearla con violencia metros antes del cordón. En una de esas la suerte juega a favor y los rebotes en la acera la desplazan al otro lado. La pateo. Fuerte. La chapita toma buena altura, cae en el asfalto y rebota dibujando en el aire una comba hasta dar con el cordón cayendo del lado equivocado (según mi deseo). ¿Y ahora? La puta chapita (que la bauticé así después del trágico suceso) se queda inerte en el suelo, inmóvil, esperando que yo haga algo por ella. (Claro, si todavía quiere mi compañía. Ella se cruzó en mi camino, yo pasé una y otra vez y no estaba. Que quede claro) La pateo con un golpe seco y rápido. Pero nada. La puta rebota en el cordón y vuelve unos metros atrás. Los autos la esquivan. La gente me mira (creo, en realidad estoy seguro, no hay nada mejor que hacer). Espero paciente que la soledad de la calle vuelva y me acerco hasta ella. Le doy de nuevo con la misma intensidad que antes. La chapita pega en el borde del cordón y se trepa a la vereda en un acto heroico que solo nosotros dos podemos entender. (Es como esas reuniones de amigos, donde lo chistes sólo valen para ellos y sólo ellos lo pueden entender) Levanto mis brazos ante la mirada atónita de los transeúntes y festejo un gol de media cancha en el último minuto. Camino hasta mi fiel compañera (que a esa altura la vuelvo a bautizar, o por lo menos le saco el “puta” de encima) pero con tanta mala suerte que una vieja inoportuna patea la chapita con su torpe paso y me la deja en medio de la calle nuevamente. (Ahora la vieja pasa a llamarse: “vieja puta”) <span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Otra vez a luchar con la chapita y su cuerpo inerte que no sabe hacer nada. Otra vez me pongo a prueba mi talento de llevar a cabo un malabarismo tan astuto como subir la chapita a la vereda. ¿Por qué te pusiste en mi camino? ¿Quién carajo te tiró en la vereda justo cuando yo pasaba? ¡Qué chapita de mierda! (Vuelve la agresión a la chapita, pero “puta” se lo llevó de regalo la vieja a su casa que, para peor, se arrepintió en el borde del cordón y no cruzó la calle. ¡Que vieja puta! ¿O no?)</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ahora estamos la chapita de mierda y yo. (Sin contar las ganas de sentarme en el café de la otra cuadra, aquél que ya pasé unas veinte veces y ya me decidí a sentarme ahí) Le pegó una buena patada. Nada. Le doy bien fuerte. Nada. Le doy y le doy sin descanso. Nada. La chapita de mierda se empeña en cagarme la tarde. (Recuerden: ella se topó conmigo) Entonces me calmo y pienso la estrategia. (No hay mejor cosa que pensar el siguiente paso a seguir. Se que es difícil. En momentos donde la paciencia nos abandona, es cuanto más paciente hay que ser. No se si entiende. El que se calienta pierde, dijo mi padre una vez) A unos metros hay una entrada de garaje. El cordón es más bajo. Esa no puede fallar. Comienzo a patear suavemente la chapita de mierda hasta la bajada de cordón. La separo medio metro para tener distancia de vuelo. (Como lo aviones que carretean para elevar su cuerpo pesado. Esos sí lo hacen. Entonces, ¿por qué la chapita de mierda no va a poder?) La miro atentamente. Tengo sólo una oportunidad, sino termina el juego. Solo una. Es a todo o nada. Es un tiro libre en el tiempo de descuento. El marcador está sin abrir. La barrera se acomoda justo delante. El arquero mueve los brazos pegado al poste acomodando a sus compañeros, especulando por donde puede pasar la chapita de mierda. Doy unos pasos para atrás. El arbitro pita. Emprendo la carrera y le doy un zapatazo tan fuerte que la chapita de mierda pasa a ser “la gran chapita de mierda” cuando rebota en el garaje, rueda por la vereda y cae en el asfalto, inerte, tan pelotuda como el que puso la chapita en mí camino, en mi paseo circular y tranquilo, que nada, pero nada, podía arrancarme un enojo, un disgusto en plena tarde. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Pero no importa. El árbitro hace repetir la jugada porque la barrera se adelantó. (Típico juego íntimo en horas de aburrimiento. Cuando no proponemos a hacer una proeza y no nos sale, de alguna manera la mente encuentra una salida para nuestra propia satisfacción. Y la vamos estirando con pelotudeces hasta que por fin sale. Y ya no es más proeza sino insistencia. Pero mejor no pensar en eso) Entonces sin pensarlo vuelvo a patearla pero pega en el cordón. La jugada continua, esquivo a uno, me muevo por la derecha, cambio de pie, encaro con la zurda, vuelvo a la derecha, inclino el cuerpo hacia adelante y ¡Pum! ¡Gol! ¡La chapita se eleva y cae en la vereda! ¡Una jugada majestuosa de un gran delantero que no dudó ni un instante de su astucia y su talento! Justo, justo, justo antes de terminar el partido. Impresionante.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Luego de 25 minutos de pruebas fallidas logro mi objetivo. Camino por la vereda de enfrente con la chapita (ya no más de mierda, después de todo hemos pasado cosas increíbles. Desde bajones y frustraciones hasta la alegría emotiva de una aventura callejera. Eso es lo que un buen amigo hace. Eso. Sólo eso. Nada más, gracias), esquivo las pisadas de los transeúntes de que vienen de frente, cuidando que nadie me la tire a la calle. Gambeteo un sorete de perro (o dinosaurio), sigo marcha por las baldosas rotas, los pozos, el agua acumulada de una lluvia de hace tres meses, el portero que sale amenazando con la manguera y las viejas que no entienden que no hay nada mejor que hacer que patear una chapita en esas tardes de calor, cuando paseas en circulo por el barrio.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Llego al café. ¡Que buen y merecido café me voy a tomar! ¿Y la chapita? La dejo al lado del árbol. Ella me va a esperar para retornar juntos a casa. Me siento en la mesa pegada a la ventana. Una pareja discute sobre que auto comprar. Vuelan marcas, colores, modelos, precios, descuentos y prestamos de algún padre. (No puedo escuchar cuál es el que tiene guita, si el de ella o el de él, pero por la apariencia de ella, creo que es el de él) Lo que hace un rato era una mera discusión, se torna un fastidio. Ella golpea la mesa. El levanta la voz. La clientela clava la mirada en la pelea. Ella se levanta y se va. Él, también. (Espero que hayan pagado, no va a ser que me lo quieran cobrar a mí, digo) Los gritos se alejan por la calle. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si hay algo que no entiendo es por qué la gente se hace problema por cualquier cosa. No puedo creer. No lo concibo. Yo tuve tiempo de meditar unas cuantas cosas en mi circular paseo por el barrio. Estuve con la mente clara, cuidando de no dar vueltas las cosas. Pensé y pensé. ¡Claro que pensé! Di vueltas con la cabeza baja, los hombros hacia delante, pensativo, inmaculado, sereno, viril, humano… Uh! ¡¿Mirá quién entró?! ¡¡La vieja puta!! (Espero que no me haya robado la chapita, la muy conchuda)</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-61557007093501539602010-08-18T12:21:00.000-07:002010-08-18T12:21:12.409-07:00Misteriosa Atenas (primera parte)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ni bien puso un pié en Atenas las ofertas de Hostales baratos le cercenaban el paso entre los vendedores. Como un acto reflejo esquivó las miradas de los que lo buscaban ofreciendo grandes descuentos y sábanas limpias con desayuno incluido. Bajó del andén y siguió camino por la calle que rodeaba la estación con la mochila colgada del hombro y un mapa en la mano. Dobló en la esquina más por intuición que por saber como llegar al centro y se perdió entre las calles.</span></div><a name='more'></a> Ya lejos de los feroces promotores suspiró más relajado, se quitó el buzo transpirado por el intenso calor, encendió un cigarrillo que sostuvo con lo labios y desplegó el mapa de la ciudad helena. Gael sabía que algún día llegaría a ver la cuna de la cultura accidental. Estaba emocionado por ver de cerca la lo que tanto había admirado en fotos. Caminó derecho por la avenida y se topó con un boulevard que lo depositó justo en la esquina de un misterioso y viejo hostal con una pequeña puerta de entrada y un cartel descolorido que decía “Gran Olimpo” en letras grandes y más abajo una frase en griego que Gael no pudo entender.<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Estáis buscando una habitación?- preguntó un hombre con aspecto de que ninguna ducha había rozado su pequeño cuerpo por años.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En eso estoy…- respondió Gael sin mirarlo para cortar la conversación.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Habitaciones cómodas, muchacho, precio barato. No te dejes llevar por las apariencias, no todo es lo que parece. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si algo le molestaba a Gael era la insistencia continua de los vendedores de albergues en cada ciudad donde llegaba.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Esa insistencia fastidiosa que rechazaría el más lujoso hostal. Sin embargo no contaba con muchas fuerzas de seguir camino luego del largo viaje a Grecia y decidió entrar hotel esquivando al hombre parado en la puerta. Atravesó el pasillo cubierto de colillas de cigarrillos aplastadas y paredes escritas con poemas en distintos idiomas, llegó hasta conserjería que no era más que un escritorio de <st1:personname productid="la Grecia" w:st="on">la Grecia</st1:personname> antigua que sobrevivió a la segunda guerra mundial iluminado por un antiguo farol apoyado en el borde y una computadora con el Solitario como su único software.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Wellcome- saludó un extraño hombre con un acento peculiar de unos cincuenta años, sentado detrás del escritorio que se fundía con la decoración del lugar; usaba una remera sin mangas dejando al aire los brazos tatuados, la cabellera larga y rubia y unos pendientes colgados de la oreja salido de un póster de Glam Rock de los ochenta. Gael pidió una cama dónde pasar la noche. El extraño hombre se levantó del asiento y lo condujo al cuarto del primer piso por la escalera. La habitación presentaba cuatro camas cubiertas con <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>rancias frazadas ajadas que parecían haber sido usadas para cubrir el frío de los soldados en las trincheras de <st1:personname productid="la Gran Guerra" w:st="on"><st1:personname productid="la Gran" w:st="on">la Gran</st1:personname> Guerra</st1:personname>, dispuestas tres en fila a lo largo y una más alejada. Eligió la cama pegada al gran ventanal que daba una avenida atravesada por varias diagonales. El precio es barato, pensó resignado mientras acomodaba la mochila en la cama y dejaba caer su cuerpo en el colchón con resortes vencidos murmurando en vos baja “Bienvenido a Atenas”. Cuando el sueño lo atrapó de improvisto sintió el ruido de la fricción del marco de la puerta de madera que se abría lentamente. Un muchacho de estatura media con la mochila al hombro ingresó a la habitación saludando en un idioma que a Gael le pareció extraño, pero que mas daba, nada normal parecía habitar en el hotel “Gran Olimpo”. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El muchacho señaló la cama al lado de la puerta y preguntó a Gael algo que no pudo descifrar pero si entendió. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Creo que no hay nadie ahí- respondió Gael en inglés.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El muchacho agradeció en la misma lengua <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>y se acomodó en el colchón dejando una cama vacía entre él y Gael.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Soy Frank.- saludó el joven.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Yo Gael- dijo ofreciendo la mano.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿De dónde eres?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-De Argentina y vos…- preguntó Gael casi de memoria. Si había algo que le causaba gracia eran los primeros minutos de una presentación entre viajeros. Las mismas inevitables preguntas que seguían un mismo ritmo de respuestas. Y como un código de mochileros después de las repetidas presentaciones, se intercambiaba información sobre lugares visitados, como llegar, en qué hoteles alojarse, lugares para visitar y algunas advertencias y consejos. La mayoría viajaba solo, y eso era bueno para hacer amistades que duraban lo que duraba la visita a la ciudad. Luego cada uno seguía su plan de viaje. Muy pocas veces Gael había compartido un mismo destino. Le gustaba el placer de viajar solo, leer en los trenes, sentarse en los millares de Cafés de las peatonales y mirar la gente pasar. Una que otra vez tomaba nota de lugares visitados en un pequeño cuadernillo como una ayuda memoria a su regreso, que podría convertirse en un libro que algún día escribiría, sentado en el recuerdo de tiempos pasados.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Yo vengo de las islas Ciclades- anunció Frank en inglés que se había presentado como un Noruego fanático del fútbol sudamericano.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Son lindas?- preguntó Gael en el mismo idioma.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Uh, amigo, un paraíso.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Estuviste mucho tiempo?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Veinte días. Estuve en Ios, Paros, Naxos y Santorini.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Santorini… me dijeron que es una maravilla.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, es una isla volcánica. Las playas están cubiertas de arena negra. Es muy raro… el agua es transparente y muy fría.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Me imagino… lo vi en fotos. Pretendo llegar a ahí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Conversaron durante una hora hasta que la noche oscureció la habitación sin que Gael y Frank de dieran cuenta y el conserje entrara al cuarto, encendiera la luz y se lanzara como estampida en la cama más alejada. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Estoy muy cansado…- suspiró llevando sus brazos tatuados detrás de la cabeza.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Mucho trabajo?- preguntó Gael buscando alguna charla que lo lleve a saber quién era.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, pero estoy cansado. A propósito, soy Mark.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Yo Gael y el Frank.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Hola- saludó Mark sin levantarse se la cama.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Hace mucho trabajas en el hostal?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, en realidad no trabajo, vengo a pasar unos meses acá y otro tiempo lo paso en mi país, Israel.- explicó Mark sentándose en borde de la cama- Me gusta venir a relajarme a este país. No hago nada y conozco gente de todas partes del mundo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ayudas en el hotel.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí.- afirmó Mark- Hace muchos años que vengo al hotel.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En Israel, ¿trabajas?- preguntó Frank.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Mark lo estudió por unos segundos y respondió:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Hago cosas…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael no se animó a preguntar nada más. La imaginación corría detrás de un narcotraficante, un mercenario o un simple psicópata disfrazado de Jon Bon Jovi. Mark se levantó de la cama y salió del cuarto. Frank lo siguió con la mirada temerosa. Gael lo miró y le dijo:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es un poco extraño, ¿no crees?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Si, no se porque nos puso en la habitación de él. El hotel esta medio vacío, es raro que el conserje se moleste en ubicarnos en su propia habitación.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Dijo que le gustaba conversar con gente de otros países…- calmó Gael.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, dijo que le gustaba conocer gente de otros países. Eso es diferente. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael se levantó rápidamente y se puso ordenar la mochila intentando no pensar en las terroríficas conclusiones de Frank, que hasta ese momento yacía petrificado en la cama con la mirada perdida en colchón vacío del extraño Mark.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La hora de la cena los encontró a Gael y Frank en un bar a una cuadra del hotel. Frank devoraba un sándwich de lomo mientras que Gael luchaba con una Kebab casi sin hablar durante la comida.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Esto estaba bueno…- suspiró Gael cuando tragó su último bocado.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, no se si estaba bueno o tenía mucho hambre.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mañana voy a conocer el Partenón. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, yo también. Podemos ir juntos…-sugirió Frank luego de dar un largo sorbo a la cerveza.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Claro. ¿Por qué no?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tendríamos que salir temprano, a la tarde hace mucho calor para subir.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, tienes razón. Hace calor ahora… no me quiero imaginar al medio día.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Esta en una zona muy calurosa.- repuso Frank- en la islas es mas fresco, pero encerrado en la ciudad se te hace difícil de llevar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Vives en Oslo?- preguntó Gael casi por preguntar algo que por interés mientras encendía un cigarrillo que ofreció a Frank.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, en realidad a una hora de la capital.- respondió Frank aceptando el cigarro.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Es lindo?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero es como todo. Si vivís en un lugar ya no lo ves lindo ni feo. Pregúntale a un francés si Paris es lindo cuando el hombre se levanta todos lo días a trabajar y corre detrás del dinero.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es verdad, lo mejor es ser turista eterno. Ver con los ojos externos todo. Cuando lo ves de afuera todo es bello. Una vez que te involucraste, la mierda sale por las alcantarillas. Debe ser por eso que nos hacemos mochileros, además de conocer otras culturas y personajes. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-“Somos almas inquietas”, me dijo una Australiana que conocí en Santorini.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, puede ser…- asintió Gael dando la última pitada. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por qué haces este viaje?- preguntó Frank con un sesgo de seriedad.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Por el mismo motivo que vos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, todos tenemos motivos distintos. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael hizo una larga pausa, tomó un sorbo de cerveza y como tomando impulso dijo:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Me echaron de un trabajo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por qué?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Reducción de personal… ¿A vos que te trajo?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Lo tenía planeado desde hace mucho. Venir a Grecia, pasear por las islas, disfrutar de la vida antes que me agarre el futuro y me encuentre casado, con hijos, gordo y burocrático.- dijo Frank descargando una carcajada en Gael.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La vuelta al hotel se llenó de relatos que compartieron de sus travesías. Ingresaron al hotel y subieron por la angosta escalera hasta dar con el cuarto. Frank abrió la puerta de madera y vió a Mark plácidamente durmiendo. Giró la cabeza y dijo a Gael:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El conserje está durmiendo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Fumemos un cigarrillo antes entrar- propuso Gael.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ok.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Se sentaron en unos viejos sillones ubicados en el pasillo. Fumaron casi en silencio hasta que Frank dijo:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es extraño este hombre…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, la verdad es que da para pensar en cosas raras. Y el hotel no ayuda mucho. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, sino fuera por el precio…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Esperemos que lo barato no salga caro…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Que quieres decir?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada… vamos a dormir… me duele la cabeza de hablar y pensar en inglés.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael fue el primero que ingresó a la habitación. Frank lo siguió y se metió en la cama. Gael se quedó unos minutos contemplando la vista a través de la ventana. La avenida del boulevard estaba desolada, iluminada por pintorescos faroles a lo largo de la ancha calle. Se acostó mirando a Mark y cerró los ojos pensando en su próxima visita al Partenón. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-87228727544879787782010-08-18T12:17:00.000-07:002010-08-18T12:18:20.326-07:00Misteriosa Atenas (segunda parte)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Al día siguiente Gael y Frank se levantaron temprano y luego de un rápido desayuno continuaron marcha hacia el Partenón. El calor intenso se mezclaba con los centenares de turistas agolpados en el barrio Plaka, que rodeaba a <st1:personname productid="la Acrpolis" w:st="on">la Acrópolis</st1:personname> con sus pintorescas calles inundadas de bares, restaurantes y negocios de souvenirs.</span></div><a name='more'></a>Subieron por un estrecho camino que los dejaría en la entrada del antiguo templo de los dioses. Gael se quejó del mal estado físico por el cigarrillo y el calor. Frank reía mientras seguía camino. Llegaron hasta la boletería y, luego de abonar, continuaron. <br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El Partenón se elevaba entre el cielo azul y las postales de lo manuales que Gael había visto en la escuela. Su estructura a punto de caer resguardaba a una ciudad que alguna vez fue el principio de todo pensamiento humano. Las columnas sostenían la historia del nacimiento de la cultura occidental, rodeada de piedras y trozos de templo que tiempo atrás habrían conformado un todo, donde los dioses disputaban el destino de los grandes héroes que los cantos homérico recitaban engrandeciendo sus rimas. Más abajo, Gael pudo observar el anfiteatro de Dionisio, donde seguramente las tragedias griegas fueron fieles competencias desprendidas de la imaginación de Sófocles y Eurípides. Se imaginó a la gente vitoreando las escenas de un Edipo errante, cuyo destino fue el martirio que no pudo sortear.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Luego de pasar toda la tarde entre filosofía antigua y guerras médicas, contemplando Atenas desde el monte, bajaron al atractivo barrio y se sentaron a la mesa de un Café, continuando una charla que había comenzado en los labios de Sócrates y que un trago de cicuta lo asesinó delante de los ojos de su joven discípulo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Crees que todos estamos marcados por un destino?- preguntó Frank.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, creo que el destino es más dinámico.- respondió Gael ordenando las ideas en inglés.- Sería trágico pensar que un destino esté escrito para cada uno. Sería como caminar por un estrecho pasillo, sin poder desviarnos un centímetro. Edipo quiso sortear ese destino trágico.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero no lo pudo saltar. Lo que el oráculo le profetizó se cumplió más allá de su astucia. El destino es el destino. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No es bueno tampoco saber como terminarás tus días. Eso te hace conciente de que el camino es un estrecho pasillo. La sabiduría a veces nos encierra, nos condiciona. No se si quisiera eso. Edipo prefirió ver la realidad antes que vivir en la ignorancia. Imagínate que si no hubiera sabido nada, seguiría casado con su madre, sin que él se diera cuenta que era la madre. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada es lo que parece cuando la realidad se descubre…- concluyó Frank. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Se quedaron unos minutos en silencio.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué vas a hacer cuando retornes a tu país?- preguntó Frank.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tendré que buscar trabajo, encaminar mi futuro un poco errante.-respondió resignado.- A veces me pregunto si de algo sirve viajar por tanto tiempo con la mochila como tu única compañía. No se si es una perdida de tiempo. No se si tendría que estar en la universidad…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Has lo que quieras. Ya tenemos un destino marcado…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael se quedó en silencio, con la mirada perdida en las estrechas calles peatonales del barrio de Plaka, situando la filosofía de un lado y el destino en el otro. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Llegaron al hotel a media tarde. Gael se recostó mirando los edificios que cruzaban el cielo a través del ventanal hasta que sus ojos se cerraron y un profundo sueño lo inundó. Se despertó con el ruido de un portazo que lo sobresaltó de la cama. Frank entró corriendo a la habitación y se acercó rápidamente a Gael luego de encender la luz.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Escucha, estuve hablando con el conserje.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Con Mark?- preguntó Gael levantando torpemente su cuerpo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, con otro. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Hay otro?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, escucha.- repuso Frank en vos baja.- Parece que tiene un pasado un bastante extraño…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Eso te dijo. Por eso me despertás, boludo.- dijo Gael en español levantando la vos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Despacio- susurró Frank en inglés- dicen que se escapó tras un asesinato.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Un asesinato?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, me dijo lo contó Nicholas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Quién?- preguntó Gael nuevamente en vos alta.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El conserje…baja la vos, Mark puede estar por acá. También me contó que Mark no es su verdadero nombre. Tiene un nombre raro, algo así como…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Un nombre en hebreo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí ¿Cómo sabes?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Dijo que era israelí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No será del servicio de inteligencia de Isreal. ¿Cómo se llama?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mosad.- respondió Gael reincorporándose.- ¿No crees que estás viendo muchas películas? Además, no creo que sabiendo lo que te dijeron lo dejen hospedarse en el hotel por tanto tiempo. Acuérdate de la plática de esta tarde. Edipo creía haberse casado con la reina de Tebas y resultó ser la madre. Sí es un asesino o narcotraficante, es mejor ni enterarse. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Estoy seguro que algo esconde.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Como todos, Frank, como todos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No en algo raro anda. No te acuerdas cuando le pregunté de qué trabajaba la cara que puso. Debe vender droga…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Quién?- interrumpió Mark abriendo la puerta. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Frank tragó saliva y tosiendo respondió:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No… es que…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es que hoy vimos a un muchacho parado en la esquina y nos preguntó algo en griego que no entendimos.- contestó Gael enseguida.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, son dealers.- concluyó Mark mientras se recostaba- Tengan cuidado porque la policía los vigila, y cuando un turista se acerca, ¡paf!, te dejan adentro para sacarte toda la plata.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ah…- suspiró Frank nervioso.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y chicos, ¿por dónde han estado?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Fuimos a <st1:personname productid="la Acrpolis" w:st="on">la Acrópolis</st1:personname> y paseamos por la ciudad…- respondió Frank que no le sacaba los ojos de encima.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, ¿en qué países han estado?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Yo,- empezó Gael- vengo de Italia, estuve en Roma, Florencia, Venecia y luego me tomé un tren hasta Brindisi, de ahí un barco hasta Patras, luego otro tren hasta Atenas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Y has viajado mucho?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, hace varios meses que estoy. Comencé en Madrid, luego Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Veo que está cansado de contar siempre lo mismo.- </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, un poco.- rió Gael.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, uno se cansa de repetir las cosas.- suspiró Mark acomodándose en la cama.- yo opto por callarme.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Le has contado algo a alguien?- se adelantó Frank con la mirada hundida.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Mark se incorporó en silencio y clavó los ojos en Frank. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué quieres saber, chico?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada estábamos conversando…-dijo Frank tirando su cuerpo hacia atrás.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Vamos, cuéntame que te han dicho de mí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada, yo no se nada…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí algo sabes, chico listo. Algo sabes…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí- repuso Gael ante la mirada temerosa de Frank.- me parece que son todas conjeturas, mitos extraídos de la imaginación. Nos han dicho que te has escapado tras un asesinato.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Mark estalló en risa mientras Frank lo copiaba con los nervios de punta calculando la distancia a la puerta para atravesar el silencioso hall, correr por las escaleras y escapar a la noche calurosa de Atenas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Es verdad?- preguntó Gael disimulando su intriga.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí.- respondió Mark agachando la cabeza.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡¿Mataste a alguien?!- preguntó Frank aterrado.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Un silencio fúnebre estremeció hasta las entrañas de los muchacho que petrificados miraban a Mark hasta que éste estalló en una carcajada. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡No le crean todo lo que dice Nicholas!- pronunció Mark entre la risa mientras Nicholas hacía su entrada en la escena con la carcajada en la boca. Los dos conserjes se quedaron riendo ante la mirada humillante de los mochileros. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No todo es lo que parece…- bromeó Nicholas palmeando la espalda de Frank que lo miraba con desprecio. Gael comenzó a reírse observando al pobre Frank que era el centro de burla del hotel.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">A la mañana siguiente Frank se despidió de Gael y se dirigió a la estación de tren. Gael esperaría un día más y partiría hacia las islas del mediterráneo. Una vez más un buen amigo se marcharía y nunca más lo volvería a ver, pensó Gael mientras acomodaba su ropa en la mochila. Ya había pasado por esto infinidad de veces. Parecía que el destino de los viajeros se cruzaba en cortos tiempos solo para conocer lo mejor de cada uno. Aunque con Frank, la cosa había sido diferente sacando a relucir la ingenuidad y el temor a flor de piel. Gael tendría algo que recordar, una anécdota que podría contar a sus amigos una vez de regreso. No olvidaría la cara de terror de Frank, el noruego amante del fútbol sudamericano, cuando Mark le había dicho que era un asesino y la humillación dibujada en su rostro luego. Se reía solo cuando lo pensaba. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Al día siguiente Gael tomó su barco a las islas del mediterráneo prometiendo a Mark que volvería tras su viaje. Pasó casi un mes visitando Paros, Naxos, y Santorini. Lo deslumbraron los pueblos trepados a los montes con las casas pintadas de blanco y las ventanas tan azules como el mar que los rodeaba. Pensaba en su último amigo Frank, y por dónde andaría. Seguro que no volvería a meterse en hoteles baratos y perdidos en la ciudad. Cuando sus ojos se cansaron de ver tanta belleza y esplendor y su piel no podía estar más morena, regresó al continente, desembarcando en el puerto de Pireos para tomar el tren que lo dejaría en Atenas. Hizo una pequeña pausa en un Café antes ir a la estación. Se sentó frente al televisor y ordenó un sándwich una gaseosa y posó sus cansados ojos en la pantalla. Fue ahí que un sobresalto le quitó la respiración cuando vio la foto de Frank en las noticias. Se paró en un tiempo y se acercó rápidamente al mozo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿No me traduce lo que estás diciendo en la tele?- pregunto con la respiración jadeante.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, amigo.- respondió amablemente el mozo que se acercó a la pantalla poniéndose los anteojos. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Luego de una pausa, que a Gael le pareció eterna, el mozo se dio vuelta e informó:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Han encontrado el cuerpo de un joven procedente de Noruega de nombre Frank…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El mozo giró la cabeza pero Gael había desaparecido junto con la mochila. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael corrió hasta la estación de tren. No podía creer lo que había visto. Su corazón parecía salirse, las manos le temblaban, las piernas no podían mantenerlo en pie. Subió al tren y se bajó en la estación. Corrió cargando la mochila que parecía aumentar de peso en cada paso. Llegó hasta el boulevard y se encontró frente a frente con la pequeña puerta del hotel. Intentó abrir la puerta fuertemente cerrada. Golpeó incesantemente con los puños pero nadie respondía. Miró a hacia arriba buscando alguna ventana abierta y descubrió el cartel con el nombre del hotel impreso. Se dio vuelta y paró a una señora que pasaba por la esquina:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Habla inglés?- preguntó desesperado.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, que necesitas…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué dice debajo de “Gran Olimpo”?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La mujer se acercó entrecerrando lo ojos y dijo:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-“No todo es lo que parece”…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Gael dio unos pasos atrás. Un escalofrío le pasó por todo el cuerpo. Recordó la conversación con Frank aquella tarde sobre el destino marcado para cada uno, su pequeña discusión sobre el destino que a cada uno le espera. Volvió a mirar el cartel del hotel. “No todo es lo que parece”. Como si Edipo hubiera escrito esas palabras cuando las vendas de los ojos cayeron y pudo ver el terror de su vida. Se dio media vuelta y corrió, corrió como nunca nadie había corrido…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-45697566874215742622010-08-03T10:44:00.001-07:002010-08-03T10:44:52.661-07:00Tu sonrisa en el pasado<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No va que me siento a tomar el Café de la peatonal y te veo pasar casi corriendo al tiempo entre los millares de turistas. No va que me siento a recordar tu figura en la oscuridad cuando el sol del medio día te ilumina la cara escondiendo la fantasía en el bolsillo, junto con los sobrecitos de azúcar que guardo sin que el mozo se de cuenta.</span></div><a name='more'></a> No es que te piense en cada momento que un buen libro queda atrapado en las paredes de mi casa y la imaginación empieza a buscar nuevas formas de escapar, pero al verte apurada esquivando la gente que amablemente te abría paso, recordé que las ganas de llamarte se esfumaron entre los cimientos de la oficina y las hojas de cálculos que el jefe me tiraba en el escritorio. <br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Un día te ví sentada en la vereda del barrio, murmurando cosas de las que hoy me gustaría saber. Como cada tarde, bajaba a la calle para verte un rato, o <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>escuchar tu voz, que un día de calor me regalaste pronunciando tu nombre. En realidad se lo dijiste a mi amigo, pero me lo guardé en la memoria junto con tu sonrisa pícara y avergonzada. Me senté frente tuyo esperando que tus ojos se encuentren con los míos sin pronunciar una palabra, como un testigo infidente de tus labios, que dejaban escapar palabras casuales de nuestra imagen adolescente. Claro que ni te percataste de mi presencia, mi amigo te tenía deslumbrada tan sólo por ser mayor que nosotros, y que la sabiduría y el encanto de él, caminaba unos pasos adelantes de los míos. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Esa tarde te busqué por todo el barrio, en cada árbol plantado, entre los autos estacionados, los juegos de pelota y mi gran astucia para encontrarte y no decir nada. Me obligaba cada noche a ser valiente e imaginaba que un simple “hola” cruzaría la barrera entre dos desconocidos y dos amantes. Soñaba con tu pelo oscuro como la noche de invierno, tus ojos claros, tus cejas, tu boca. Esa boca que imaginaba virgen esperando que un ladrón de media noche arranque un beso entre las papas fritas y gaseosas de alguna fiesta, esperando que nadie prenda las luces y nos descubra tirados en el sillón, creyendo en una vida juntos, como si los deseos adolescentes prevalecieran a través del tiempo. Dedicaba cada canción escapado del viejo walkman que me clavaba en la cien cada noche ante de dormir, que te cantaba desde el escenario bajo las luces de colores que decoraban el show. Me mirabas con deseos, me admirabas, sentíamos el amor en el aire que se fundían con los acordes menores de un triste blues aunque la mañana entrando por la ventana de mi habitación iluminaba la realidad de tu ausencia y las ganas de encontrarte en el barrio era el plan a mi regreso del colegio. Caminaba con la mochila colgada en mi espalda, y me detenía en la puerta de tu edificio simulando atarme los cordones de los zapatos gastados por el tiempo, con la esperanza de verte aunque sea unos segundos, y seguir fundiendo tu rostro en mi memoria. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No va que me siento en la vereda del café y te veo pasar. No va que tu imagen ya era una obra de arte de mi imaginación y tu rostro dibujado en la memoria del pasado se hizo presente esa tarde. Como la tarde que me miraste jugar a la pelota en la plaza de barrancas, con los ojos clavados en mi nuca y mi talento con el juego truncado por tu belleza. Es que jugaba mejor de lo que vos viste, pero como explicarlo, como decirte que tuve una mala tarde, que ni un gol pude hacer y mi compañero se llevó los laureles justo cuando tu presencia aclamaba un héroe. La vuelta a casa fue una postal tuya caminando delante de mí conversando con mi amigo, y mi temor de que tus pensamientos se pierdan en él, me dejaron esa tarde, solitario y temeroso. Tus ojos lo señalaban como el elegido, recortando las horas con pláticas y una botella de gaseosa que compartíamos entre todos sentados en el pórtico de tu casa, por la que cada mañana pasaba camino al colegio investigando tus horarios. No sabía tu número de departamento, ni como era tu habitación, pero la pintaba dentro mío, donde tus ojos me pertenecían, tu manos acariciaban la mía delante de las miradas celosas de mis amigos. Pasaban las horas y buscaba tu atención, un rol en la barra del barrio que me haga participe de tu interés. Busqué ser el serio pero nada serio había que decir en mi temprana edad, busqué ser el intelectual pero ni los libros de la escuela habían llamado mi atención, busqué ser el audaz pero tu mirada me ataba de pies y manos, busqué y busqué algo diferente a mi amigo, ya que la mejor parte, el mejor de los roles se lo habías dado a él. Pero esa misma tarde un comentario mío, que no recuerdo cual fue, descargó en tu boca una carcajada que hasta hoy recuerdo. Fue el momento que me vestí de payaso y el director del teatro me otorgó el rol de cómico. Fue ahí que comprendí que tu risa era el regalo que cada tarde me dabas, solo a mí. Hasta sentía a mi amigo celoso de mis ocurrencias, mientras me adjudicabas una nómina en tus pensamientos. Tus labios dibujados con la sonrisa eran míos, y nadie más que yo los arrancaba entre las baldosas sucias de la calle, los juegos de pelota y la gaseosa compartida entre varios que tomábamos esas tardes de calor. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No va que sonreí cuando te ví corriendo entre la gente. No va que esa chica apurada fue parte de mi historia y mis encantos cómicos en plena adolescencia, búsqueda crucial de la personalidad. No va que hasta hice un chiste que conté al aire mirando como gambeteabas a los turistas adornados en la peatonal y la risa endulzó el café.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Puede también que mi escudo cómico no dejó escapar mis sentimientos. Escondí cada poema de amor pronunciado entre los edificios del barrio y que te pertenecían. Me refugiaba en la risa de tu boca, en los días que me llamabas cuando estabas triste por que mi amigo no te deseaba como el primer día. Ese día convertido en noche que te prometió la luna en un baile lento, abrazados en el living transformado en pista de baile, y que yo observaba con el alma en el suelo, pisoteado como los chisitos y las papas fritas esparcidos en el parquet. Tus labios buscaron los de él justo cuando un solo de guitarra lloraba desde el parlante del equipo de música y los ritmos de la batería golpeaban mis esperanzas y mis sueños. Dejaste caer el vaso de las manos y te desvaneciste entre sus brazos, mientras yo miraba la escena sin reír, sin hablar. Le regalaste la sonrisa que me pertenecía, esa que me habías prestado en las noches con el walkman clavado en la cien cuando eras mía, y tus ojos me pertenecían aunque sea en la imaginación adolescente de que era todo para vos. Me senté en el sillón y los miré hasta que la luz se encendió, la música se apagó y un saludo de madrugada nos lanzó a la calle, retornando a casa con paso lento, mientras caminabas abrazada a mi nefasta ilusión. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Los días siguientes nada gracioso salía de mi ingenio. Nada con que verte reír. Las tardes sentados en la vereda se convirtieron en tortura, mi cara amargada justificada con problemas inventados escondían tu labios de media noche. Las fiestas y los asaltos se fueron vistiendo de terror y martirio. Busqué otras bocas, otros ojos, otra mirada que me buscaban al día siguiente por teléfono y que me hacía negar por mi madre. Me habías arrancado la energía joven de pasear por el barrio, visitar amigos y jugar a la pelota. Falté al colegio engripando el ingenio, simulando un resfrío de mañana. Recordé mi angustia esa tarde en el Café, cuando te ví pasar tan cerca de mí, pero tan lejana en el tiempo. Ordené otro cortado en jarrito y por más que la hora de volver al trabajo me presionaba, me tomé un espacio para traer el pasado a la mesa del Café de la peatonal. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">En cada calle estaba tu nombre, en cada esquina tu figura adolescente caminando la vereda de la infancia. Las charlas nocturnas estirando la paciencia de nuestros padres a la hora de la cena presumían una filosofía callejera que nadie tomó. Esquivábamos la mediocridad prometiendo grandes proezas futuras que nadie cumplió. Liberábamos la mente tropezando con los muros que la vida fue poniendo y que nadie nos avisó. Crecí con el sabor imaginado de tus labios, tu mirada tierna y la disputa de tu encanto que me tomó de sorpresa y con la guardia baja. Caminábamos juntos riéndonos de tonterías que nadie recuerda, pero que me agradaba ser el artífice de tu felicidad dibujada en tu rostro.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Miré entre los turistas de la peatonal buscando tu figura, buscando esa mirada que me hacía temblar en mi juventud. Me encontré intentando una vez más encontrar tus ojos entre la multitud, con el corazón latiendo en el pasado. Sentí la frustración adolescente de no verte nunca más por el barrio, de no saber nada más de vos, de no encontrarte por ninguna parte. Revolví el café pensando en las noches que fuiste mía, sin que tu realidad lo sepa. Me acostumbré a verte reír, a regalarme cada tarde una sonrisa, con los ojos azules clavados en mi avergonzado rostro, con la esperanza truncada de besarte con la melodía tajante de una guitarra lejana. Y fue ahí que me paré, y salí a buscarte una vez más, dejando de lado mis obligaciones de adulto por un rato, para reencontrarme con la infancia de mi barrio, de aquellas tarde de calor, sentados en la vereda sin nada que hacer más que hacerte reír, de los juegos de pelota y los goles convertidos en tu memoria, de las conversaciones hasta tarde en el pórtico de tu edificio, de la esperanza de un futuro idealizado en mis pensamientos adolescentes, con la remera agujereada y los zapatos sucios y descocidos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No va que me siento en el Café de la peatonal y te veo pasar. No va que tu paso apurado entre los turistas me devolvió la sonrisa que te regalaba todos los días en el barrio como esos viejos casetes que te prestaba para grabar. No es que me haya acostumbrado a tu mirada, es que dentro de tus ojos está el reflejo de mi adolescencia perdida en el encanto de tu inocencia y que cada noche antes de dormir, te canto una canción desde lo alto del escenario, iluminado con luces de colores, como un héroe, sentado en la vereda de la infancia.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-30433345742784481692010-08-02T07:22:00.001-07:002010-08-02T07:22:48.811-07:00El tiempo en el aire<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué hacemos?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Bueno, el día no está para tirar manteca al techo, pero algo podemos hacer.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada es nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No me digas…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué se te ocurre?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mmm… nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Gracias por tu colaboración.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-De nada.</span></div><a name='more'></a><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La tarde convivió con la lluvia de verano. Martín y yo nos refugiamos bajo el estandarte de la vagancia entre medialunas y café, tirados en los largos sillones del living de su casa. Claro que nada había para hacer, y se lo ratificaba a cada momento, simplemente para que no se esfuerce en pensar cosas que no valían la pena, como caminar bajo la lluvia hasta la casa del Gordo, o ir a un café de última. Eso si, charlar daba ganas de comer y fumar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pasame los cigarrillos- pedí a Martín</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada se está convirtiendo en humo de tabaco.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Fumo sin hacer nada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Que divertido… </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Cómo salió River?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se. No juegan a nada…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué es la nada?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No empecés…-advirtió Martín apoyando un pie en el suelo para reincorporarse.- La otra tarde me volvieron loco con la filosofía del avión de madera balsa. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-La empezó el Gordo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Lo mismo da quien lo empiece. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es una cuestión de saber que hacer para un vuelo prolongado.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Recapitulando: La otra tarde el gordo se sentó en el mismo sillón donde estaba yo y empezó a delirar, según Martín, que la competencia de aeromodelismo de la primaria era una metáfora de la vida. ¿Cómo es eso? Claro, lo que pasa es que a nosotros no nos fue bien. La competencia era simple: cada uno tenía que armar un avión (que se compraba en las librerías de barrio) y lanzarlo al espacio del campo de deportes del colegio. El que mayor tiempo aguantaba en el aire, ganaba. Entonces, qué pasó. El avión del gordo, duró lo que un pedo en una canasta. El mío despegó, cayó y se rompió. El de Martín, no conoció el cielo, creo. Ahora, bien. ¿Quién ganó? Rino. El traga del curso. Y es ahí que el “Gordo filósofo”, comenzó su metafísica comparativa. El avión necesita un tiempo de elaboración, ser prolijo, tener paciencia en el armado, cosa que ninguno de nosotros tenía. Lo mismo que en el estudio, y así proyectado a la vida misma. No es lo mismo vivir que planear esa vida, sólo para no errarle en el futuro, o por lo menos tener menos equivocaciones. Hoy Rino es arquitecto. Martín, el Gordo y yo, vivimos como podemos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Claro, no pensás porque no te conviene.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Claro.-asintió Martín despreocupado. En realidad se tomaba todo con una calma sorprendente. Algo que admiraba en su ser. No tenía problemas con los nervios, por lo menos eso pensaba yo, que con las piernas apoyadas en el sillón lo observaba caminar lentamente hasta la cocina. Lo único que le fastidiaba era la filosofía barata, ese pensamiento profundo de domingo lluvioso, y que yo, estaba dispuesto a sacarlo esa misma tarde.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Si llamamos al Gordo?-pregunté en voz alta.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No- respondió desde la cocina.- ni se te ocurra. Anda queriendo escribir un libro sobre la filosofía aérea.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Claro que mi carcajada no sólo retumbó en las paredes del living sino que contagió a Martín que volvía con más medialunas. La tarde se oscurecía como si la noche quisiera entrar en escena. No eran ni las cuatro de la tarde, parecía que el mundo se venía abajo poniendo a nosotros de testigos tras los ventanales del primer piso.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Comé- propuso Martín- así no te llenas la boca de boludeces. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es que la lluvia te hace pensar…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En que no tenemos paraguas…- interrumpió con la boca llena.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No… en cosas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí… mirá vos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Claro… es un primer disparador para un pensamiento profundo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Profundo te voy a dejar el culo si seguís con esas boludeces- advirtió apuntando con un pedazo de medialuna como un dedo acusador.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No… en serio. ¿En qué pensás las noches de insomnio?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahí vamos otra vez… -dijo tirando el cuerpo contra el respaldo del sillón.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En un libro que leíste…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No leo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-…y te dejó pensando…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No pienso…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En qué estará haciendo Fulano o Mengano…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No los conozco.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En los tiempos pasados. La escuela, los amigos, las tardes de verano tirados en la calle como mendigos dejando que la vida pase entre los transeúntes. Es todo muy normal pensar en algo y luego llevarlo los extremos. Y de ahí, arrancás. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-A ha.- pronunció tragando.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mirá si la vida sería esto, estar pensando en cosas todo el tiempo, sin hacer nada, sólo pensar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Me aburro, fiera.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No creés que si el hombre tendría más tiempo para pensar, pero pensar en serio, sería un mundo más tranquilo, más pacífico, más intelectual.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Vamos a caminar antes que te cague a trompadas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Caminar bajo la lluvia nos va hacer sentir la naturaleza en la piel.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Me estás jodiendo, ¿no?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, es una forma de conocer el mundo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Comé, en serio, comé, estás falto de nutrientes y el oxigeno no te llega al bocho.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, cuando estoy así me alimento con la palabra… con la búsqueda de la realidad presente.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por eso estás tan flaco?- preguntó Martín irónicamente mientras tomaba otra media luna.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, no estoy flaco, mirá.-dije sacando panza con la risa contenida.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-A la mierda.- comentó burlonamente.- El Gordo está celoso. Vamos a caminar ya.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Para qué?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En la calle te escucho menos…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Salimos a caminar por el barrio de Belgrano, con sus altas torres y nuevas edificaciones que contrastaban con el recuerdo de mi infancia. No había nadie en la calle. Nadie. Alguno que otro que corría por la vereda como si la lluvia fuera ácido y no agua. Martín y yo caminamos lento, mojando las esperanzas de encontrar algo que hacer, además de la ropa y las zapatillas. Encontramos un kiosco y luego de comprar un paquete de cigarrillos y caramelos mentolados, seguimos curso hacia la nada. Es que nada había que hacer, sólo caminar con la lluvia como única compañera.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué es de la vida de Diego?-preguntó Martín.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se, che.- respondí. Aunque un poco mentí, pero no tenía ganas de contar lo poco que sabía. Hay veces que no surgen ganas de comentar cosas, y no es que le haya mentido, es que escondí la escasa información. Martín había planeado bien su estrategia, las ganas de hablar se disiparon en el aire como el humo del cigarrillo que se mezclaba con la lluvia. Caminamos sin rumbo por más de media hora, o más, si la memoria no me falla o la fantasía detrás del teclado no me traiciona. En realidad no me acuerdo si fue antes o después de hundir los pies en un lago estancado en la avenida Cabildo que nos metimos en un Café a tomar un cortado en jarrito de mi parte y una gaseosa efervescente que Martín tragó de un sorbo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Cómo fue lo de Luciano?-preguntó mirando a la calle.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Cáncer.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Que cosa, che. Tan joven.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-33 años.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Nos quedamos unos minutos en silencio, inundados por la melancolía fluyendo por la venas como el agua que corría a lo largo del cordón, recordando su expresión, su risa burlona, su corta vida, sus peleas con los hermanos, la mística que rodea a alguien que ya no está, que no ocupa tiempo ni espacio, y hace que viva hasta que el último deje de pensarlo. Imaginamos como era vivir lo que no queríamos ni nombrar. Como el tiempo, ese maldito tiempo, se puso en contra una tarde de trágico diagnóstico. Pensé en qué cosas no había hecho, en lugares que no había conocido, en besos y caricias que negué, en la vida cotidiana, en levantarme temprano, escribir un libro, abrazar a mis hijos, hacer el amor con mi mujer. Volvían una y otra vez los recuerdos de mis infantes vacaciones, parado sobre la arena mirando el futuro como una utopía, con mis miedos, mis errores, mis aciertos. Repasé cada uno de los instantes en la escuela, en las historias que hicieron de mí un hombre íntegro y confuso. Relegué a la lluvia una mirada triste de un amigo ausente por causas que el destino nunca explica, ni quiere explicar. Es que no es que haya mentido, es que lo escondió, aunque alguien haya preguntado en voz baja, en esas plegarias nocturnas de insomnio. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Eso si es jodido. Se te viene el final.- reflexionó Martín echando el cuerpo hacia delante.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-En esos momentos ves la vida con otros ojos. Las nimiedades empiezan a pasar a primer plano. Te alimentan los detalles de lo cotidiano. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, seguro. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Una muerte es trágica, pero verla acercarse…- me quedé sin palabras.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El problema es lo que quedan…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El vacío… y lo que se va con vos. Un pedazo de nosotros se fue con él, como un regalo de despedida. Son esas situaciones en las que pensás, pones toda tu energía en pensar. A eso me refería que si el hombre pensara más sería un mundo, un poco aunque sea, más armónico y disfrutaría de su tiempo con más ímpetu. Pensar que todos vamos a llegar al mismo destino en corto o largo plazo. Es lo trágico de la vida, pero no saberlo es un escudo que no protege. Como el tema del avión del gordo, sólo esperás que su vuelo sea el más largo posible, pero sabiendo que la gravedad lucha constantemente con su forma aerodinámica y, que al final, gana, dejando al avión en contacto con la tierra.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No hay forma de sacarnos ese tema, digo, el del avión.- dijo Martín para sacarse el tema escabroso de encima.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No seas tan evasivo. Cuál es el problema.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Te voy a decir la verdad. Yo salí tercero en la competición.-reveló Martín tirando el cuerpo hacia atrás.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No…-suspiré.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, en serio. Tengo la copa en casa. Mi vieja la guardó. No me dediqué a la construcción del avión como Rino. Pero me parece que en la filosofía del Gordo le faltó algo crucial: la suerte.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-La suerte...- repetí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mirá si Rino, con todo el trabajo, la dedicación, o el simple talento que preparó el avión días atrás, mientras nosotros jugábamos a la pelota o escuchábamos música, sin prestarle una pizca de atención al armado, en su vuelo se topaba con un árbol o el mismo viento que lo eleva se lo tira a la mierda. ¿No creés que la suerte, la fortuna de ese día fue un gran resultante?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero con la suerte sola no podes contar. Rino dedicó tiempo para que la suerte juegue más a su favor. Ahora si viene alguien y de la nada saca un mejor tiempo, eso es culo, de acá a la china.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tuve culo, entonces.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Me quedé pensativo, tomé el último sorbo de café y dije en vos baja:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tenemos culo.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Si el tuyo ni voló.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Estamos vivos, Martín. Simplemente vivos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La vuelta a casa nos mantuvo en silencio, dejando la lluvia caer en la cara, mojando las zapatillas, los pantalones, el alma. Casi sin pronunciar una palabra nos saludamos en la puerta del edificio de Martín. Caminé al auto sin pensar que la lluvia, el frío en mi cuerpo, las manos mojadas, me hacían sentir vivo, como esas nimiedades que no prestamos atención en lo cotidiano, en lo que diariamente hacemos. Me subí al auto y contemple las gotas que se deslizaban por el parabrisas, fiel reflejo de mis lágrimas, brotando de mis ojos surcando la mejilla hasta encontrar la boca, mirando el vacío lejano de un avión que hace tiempo no vuela más que en mi recuerdo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Aunque nunca lo conté, esa tarde después del campeonato de aeromodelismo en el colegio, antes de llegar a casa, pasé por la librería y me compré un avión. Fui a casa y lo armé, con tanto esmero que la noche me descubrió sentado en el escritorio de mi habitación, pegando, recortando y pintando la madera balsa. Al otro día temprano, salí a la calle, me paré en la esquina y lancé el avión al aire tan fuerte que el viento lo elevó hasta el piso 12, si mal no recuerdo. El avión sobrevoló las ventanas de los edificios, paseó por lo balcones, ante la mirada atenta y soñadora de un chico parado en la esquina del barrio, sólo. Esquivó los cables, bajó la nariz y la volvió a subir directo al cielo. Surcó el aire cálido de verano en un largo vuelo hasta que <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>la tierra lo aclamó desesperado y posó su frágil cuerpo en la calle, con tanta mala suerte que no vió el semáforo en verde y un auto lo redujo a basura, arrancado toda esperanza de un nuevo vuelo. Esa tarde no pensé en su trágico final, sólo recuerdo que el vuelo fue tan asombroso, que mis ojos quedaron anclados en el aire, disfrutando del magnífico planeo de un avión hecho por mí, y nadie más. Y mucho menos pensé en si fue largo o corto el tiempo suspendido en el aire, sino en lo maravilloso de su recorrido, en la calidad del vuelo, mientras duró… lo que duró…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-45634434920907203492010-07-26T14:45:00.001-07:002010-08-03T08:06:30.343-07:00La librería de la rue de la Huchette (primera parte)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Buscó el libro en su mochila y se acomodó en el sillón del lobby pegado al ventanal que mostraba un Paris húmedo, bajo el cielo gris, recogiendo las miradas de los turistas que corrían por la angosta calle.</span></span><br />
<span lang="ES-AR"><a name='more'></a></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Y fue justo en el momento indicado que Antión jugó un juego peligroso. Dado que nada había que hacer esa tarde de invierno, salió a caminar por la avenida buscando un buen Café donde pasar las horas. A travesó el pequeño hall del hotel y se lanzó a la ciudad parisina, velada por el frío de diciembre, las veredas humedecidas por la fina lluvia, el viento helado y la belleza de una metrópolis llena de historia y bohemia. Dobló en el boulevard Saint Germain y siguió caminando a paso lento, cortando la mirada con la tristeza de dejar tan bella ciudad para volver a su país. Atravesó los bares, los negocios de baguettes recién horneados, las caras refugiadas detrás de las ventanas de los Cafés, la música del tráfico, las luces que poco a poco comenzaban a iluminar dejando las estelas reflejadas en las baldosas, los apurados peatones, las miradas tristes y los turistas cargando sus pesadas mochilas. Deambuló casi sin saber dónde podía llegar su aventura, o su imaginación, escapando a la realidad de una capital francesa dispuesta recibir el año nuevo, con los árboles decorados de centenares de pequeñas luces, hasta que se decidió comprar un libro en el negocio que había visitado días atrás. Giró por la rue Saint Jaques, caminó esquivando el viento de frente que se le metía por la cintura y le enfriaba el pecho, apretó sus brazos contra el cuerpo y continuó paso hasta la rue de </span><st1:personname productid="la Huchette. Casi" w:st="on"><st1:personname productid="la Huchette." w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Huchette.</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> Casi</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> corriendo los últimos metros ingresó a la librería. Respiró el aire caliente y acogedor del local, sumado a un aroma a viejas páginas amarillas que el tiempo atrapaba en la encuadernación cosida durmiendo por años en los estantes de madera. Una joven miró de reojo su llegada y sonrió por su aspecto, parecido a un hombre escapado de la guerra arribando al paraíso. Antión suspiró de placer y se dispuso a buscar un libro que pueda recordarle un poco a Paris, y otro poco a suavizar su tan atormentado viaje.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">- Bonjour,- saludó Antión a la empleada- Do you speak inglish?</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">- </span><span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Non, je ne parle que français- contestó sin mirar mientras ordenaba unos libros en los estantes.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Ah, que macana. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Livres en espagnol, en haut à droite- dijo un poco más complaciente.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No, entendí. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-En haut à droite.- volvió a decir un poco más fuerte señalando unos estantes.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión miró por arriba de su cabeza pero no entendía que era lo que le quería decir. Miró el lugar señalado y cuando estaba por preguntar otra vez, la joven que lo había visto entrar, explicó en un español contaminado de francés:<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Libros en español, ahí arriba. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Gracias, muchas gracias.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión se acercó a la biblioteca señalada, tomó un cigarrillo entre sus dedos y se lo puso en los labios. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Non fumer- advirtió la empleada desde lejos.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Qué?- preguntó Antión<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Que no se puede fumar.- aclaró la joven mientras intentaba concentrarse en la lectura.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Gracias.- agradeció y guardó el cigarrillo.- ¿Trabajás acá?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No.- respondió la muchacha sin mirar<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Sos parisina?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Estudias español?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Familia española?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No y no.- contestó con un suspiro molesto.- ¿vienes a comprar un libro o a hacerme una entrevista?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión sonrió un poco nervioso y se disculpó en francés, sacando a relucir sus escasas palabras aprendidas. Comenzó a pasear la vista por los viejos libros perfectamente ordenados en los estantes. No conocía ningún autor, los títulos tampoco le seducían demasiado, era imprescindible tener que preguntar sobre algún texto que refiera a lo que estaba buscando. Miró a la chica sin que ella se de cuenta. La joven continuaba leyendo. Antión no se animaba a interrumpirla, pero la empleada del lugar, sólo hablaba francés. Tomó coraje y lentamente se acercó a la chica, envuelta en una gruesa bufanda marrón que hacía juego con sus ojos, que hasta ese momento, no le prestaban ninguna atención.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Perdona que te interrumpa- se excusó amablemente. La muchacha levantó la vista sin sorprenderse, como si sabía que algo le iba a preguntar de un momento a otro. –Estoy buscando un libro con historias en Paris. Algo así como si me trasladaran a esta capital cuando esté lejos, como las típicas películas francesas. ¿Me entendés?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí.- respondió un poco más cordial.- pero es difícil. No conozco mucho. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Si le preguntás a la simpática señora?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La joven rió inesperadamente y cerró el libro. Se acercó a la mujer y comenzaron a hablar en el fondo del negocio. Antión esperaba en la otra punta mientras paseaba la vista por el local. Se moría de ganas de fumar. Pensó en salir a la calle a dar un par de pitadas al cigarrillo. Miró por la ventana y desistió de su idea por la fuerte lluvia que ahora se desataba por las calles parisinas. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Dice que sabe que alguno hay, pero que no sabe dónde. Pasado mañana a la tarde viene la encargada y a ella le puedes preguntar.-Comentó la joven acercándose a paso lento.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Pasado mañana, es sábado, ¿no? <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Me vuelvo a </span><st1:personname productid="la Argentina." w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Argentina.</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> ¿No viene mañana?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No, me ha dicho el sábado.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión quedó pensativo con la mirada perdida. Se pasó la mano por la barbilla y decidió ir a otra librería. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Voy a buscar en otro lugar. Merci.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-De nada- dijo la joven y volvió a la lectura.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión salió a la puerta y se paró en la entrada debajo de un alero refugiándose de la lluvia. Encendió un cigarrillo y miró a la muchacha a través de vidrio mojado. Se quedó dando largas pitadas con la vista estacionada en su pelo, su dulce y angelical cara y sus ojos marrones que leían sin parar un libro tan gordo que sus pequeñas manos costaban sostener. Algo de ella le gustaba, le era familiar. Su dulce voz encontraba en un Antión una paz que no hallaba hace tiempo. La observó pasar las páginas suavemente, correr su pelo de la cara, rascarse su pequeña nariz como un tic nervioso cada vez que terminaba un párrafo o daba vuelta una página. Dio la última pitada al cigarrillo, tiró la colilla al suelo y en un acto de valentía inusual en él, ingresó nuevamente al negocio, decidido a romper la vergüenza que se interponía en sus actos.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Te puedo hacer una pregunta?- comenzó Antión con la vos un poco tímida y quebrada.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La muchacha levantó la vista con la sonrisa contenida, sabiendo que ya no se trataba de libros o cuentos, de autores o películas francesas, de historias parisinas plasmadas en la literatura de algún romántico escritor, manchándose con la tinta sus dedos en los Cafés de Montparnasse.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No lo tomes mal.- prosiguió Antión- Yo no se tu estado civil, ni tu situación amorosa. No quiero que me mal interpretes, es que me voy en dos días, me gustaría conversar con alguien de la ciudad. En realidad…<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La chica escuchaba un conjunto de palabras justificando un café para conocerse. Le causaba gracia la manera de explicar su deseo de invitarla, y hasta muy tímido y simpático y que no paraba de hablar. La muchacha levantó la mano en señal de que no prosiga más con su parloteo y dijo:<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Quieres invitarme un café?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Si.- se rindió Antión.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Puorquoi pas?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Eso es un no o un sí?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Oui. Ok.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Salieron a la calle. Siguieron por la rue de </span><st1:personname productid="la Huchette" w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Huchette</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;">, esquivando la lluvia, refugiándose en cada techo donde paraban unos segundos hasta el siguiente saliente. En uno de esos Antión descubrió su nombre, Nathalie; averiguó su estado civil, igual que él, soltera; su edad, 30, cuatro menos que él. Caminaron a las apuradas, cruzando la calle entre el tránsito estancado, los turistas, las luces de la calle que dibujaban extrañas formas en el pavimento, los locos, los artistas, la ciudad inundada por la pasión y el agua. Llegaron a un pequeño bar ubicado en la esquina y se sentaron en la parte de afuera cubierta por un techo de chapa y toldos transparentes que hacían a su vez de paredes, amparando a los clientes de la helada. Antión se sacó la campera húmeda y ayudó Nathalie a desprenderse de su largo saco. Lo colgó en el perchero ubicado en la esquina del local y se sentó frente a ella separada por una pequeña mesa y una vela amarilla que quemaba sus últimas gotas de cera. Antión llamó al mozo levantando una mano y ordenaron un café au lait grande para él y un café crème para ella.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Nathalie acomodó su pelo, se quedaron en silencio por un rato, investigándose el uno al otro, disimulando la mirada. Antión observaba por la ventanilla, intercalando con el rostro de Nathalie cuando ella se distraía. Jugaron un juego sin palabras, platicaban con los ojos, fundiendo las miradas entre los pelos enredados por la humedad y las manos frías y mojadas. Nathalíe tomó una servilleta y se secó la mejilla. Antión la miraba perplejo, como el día que subió a </span><st1:personname productid="la Torre Eiffel" w:st="on"><st1:personname productid="la Torre" w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Torre</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> Eiffel</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> y observó Paris desde lo alto, atravesado por el Sena que cortaba la cuidad en dos.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Si no estudiaste español ni tenés un familiar español, ¿Cómo es que hablas español?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Desde los dos años a los nueve, más o menos, viví en Madrid. Mi padre trabajaba en una empresa y lo trasladaron a la capital española. Casi toda mi infancia la hice ahí. En casa se hablaba francés y mis amigos en español. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Ah, entiendo. Pero no tenés mucho acento español.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-En realidad creo que no tengo acento de nada.- suspiró Nathalie mientras despejaba la mesa para que el mozo depositara las tazas de café.- Para los franceses tengo acento español y para los españoles hablo con acento francés. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sufrís una carencia de raíces con respecto al acento.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Se puede decir que no pertenezco a ningún lugar o a dos lugares al mismo tiempo.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión esbozó una leve sonrisa mientras vertía dos sobres de azúcar al café. Nathalie lo endulzó con edulcorante y revolviendo la taza continuó:<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-En la escuela me cargaban por el acento, así que lo sufrí bastante. Más que nada por arrastrar la “r”. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Y en la adolescencia se es un poco cruel.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Y cuando uno es adulto también. El hombre no deja de ser cruel, lo esconde, lo inhibe.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Si, es verdad. ¿Estudias filosofía o algo así?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No, sociología. Ya me recibí. Pero me encanta la filosofía. <o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Yo empecé administración, pero no terminé. A los 25 años dejé porque con el trabajo era demasiado. Me fui a vivir solo y me dedique a joder.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿A joder?- preguntó asombrada.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí,- respondió riendo sabiendo que nunca lo hubiera entendido- a salir con los amigos, chicas… disfrutar un poco todo.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-C´est la vie.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Cómo?<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Así es la vida.<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La lluvia no dejaba de caer y los autos se amotinaban en la calle desesperados por llegar a destino. Los transeúntes corrían por la calle sosteniendo paraguas y portafolios. Los turistas, envueltos en grandes camperones de lluvia, iban ingresando al bar que poco a poco llegaba a si límite de capacidad. Pláticas en inglés, francés y español, se escuchaban envueltas en un murmullo continuo como música de fondo. Algún que otro alemán sosteniendo una cerveza delataba su nacionalidad y su estado de ebriedad temprana. Nathalie daba pequeños sorbos al café y hablaba con una dulzura que a Antión lo cautivaba. Se quedaba contemplando su boca, perfectamente delineada, y la mirada tierna y sincera. Convidó un cigarrillo que ella rechazó y lo encendió atisbado por la sonrisa complaciente que su rostro dibujaba. Nathalie sacó de su cartera el celular, lo apoyó al lado del recipiente que contenía los sobres de azúcar y preguntó a Antión:<o:p></o:p></span></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Estás de paseo o por trabajo?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-De vacaciones. Siempre quise conocer Paris. Así que me di el gusto.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Hace mucho que llegaste?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No, estuve en Barcelona una semana visitando un amigo. Y después me tomé el tren para acá hace tres días. Y el sábado a la mañana me voy.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Viniste solo?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, mi amigo se quedó laburando. Yo ya había planeado mis vacaciones hace tiempo.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Y en Argentina, en dónde trabajas.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-En un Banco. Soy oficial de cuentas.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Interesante… <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Para nada…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Se quedaron uno minutos en silencio. Nathalie terminó el café y acomodó su delgado cuerpo en la silla. Antión continuó mirando el movimiento de la calle con idas y venidas de la gente, las corridas y los autos todavía trabados en el tránsito. La hora de salida laboral era igual en todas partes del mundo, pensó. Dejó caer la ceniza en el cenicero y dio la última pitada estrellando la colilla en el fondo. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Mañana puedes buscar el libro que deseas tranquilo durante la tarde.- propuso Nathalie.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, en realidad quería tener un recuerdo de Paris, algo que me transporte a sus acogedoras calles…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Hoy no está muy acogedor que digamos- interrumpió con la sonrisa dibujada.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No te creas, me gusta el frío. La lluvia es bonita verla a través de la ventana.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Eres todo un romántico. Pure romance.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No opina igual mi ex…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Cuánto tiempo estuviste en pareja?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Como diez años. Rompimos hace tres meses.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Recién estás saliendo del pozo. Me imagino. Y creo que tu viaje tiene mucho que ver con eso.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Ni que fueras adivina.- dijo Antión dando un sorbo al café y luego de tragar continuó- Decidí alejarme lo más que pude por un tiempo. La primera semana con Martín, mi amigo en Barcelona, la pasé bien. Además hace mucho no lo veía y fue todo un evento volver a encontrarnos.- Antión hizo una pausa, encendió otro cigarrillo que colgó del cenicero y exhalando el humo continuó- La segunda semana, acá en Paris, estuve bastante mal. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Cuando estás sólo la cabeza trabaja…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Exacto. Eso es porque no hay nadie que te distraiga.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Yo vengo a ser tu distracción, entonces.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión rió avergonzado por la conclusión tan certera de Nathalie. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No lo tomes así…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No te preocupes…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Por qué aceptaste mi propuesta casi indecente?- bromeó Antión<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Buena pregunta. No se si hay una buena respuesta. Pero puede que algo en ti me ha agradado, me pareció sincera tu forma de explicar por qué querías invitarme un café.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No soy muy bueno para encarar chicas. Soy bastante tímido.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Se nota. Y me pareció tierno de tu parte animarte.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Querés comer algo?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Hay un lindo lugar a pocas cuadras. Si tienes ganas de comer las baguettes francesas en Paris.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, no comería otra cosa.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión pidió la cuenta, dejó la suma en la mesa y salieron a la calle. Aunque la lluvia había mermando un poco el viento soplaba un aire frío que congelaba hasta los huesos. Caminaron por la estrecha vereda hasta dar con la avenida. Continuaron en línea recta pasando las vidrieras decoradas con luces navideñas, conversando para ahuyentar el frío de sus cuerpos. Cruzaron la avenida en diagonal hasta dar con el pequeño negocio. Nathalie se adelantó y saludó a una empleada. Hablaron unos minutos mientras Antión elegía una baguette entre el centenar de variedades expuestas en el mostrador de vidrio. Le indicó a Nathalie por cual había optado y ella se encargó de hacer los pedidos en la caja. Antión no dejó que ella pague y en una cordial discusión disidieron compartir los gastos. Subieron las escaleras que los depositaban en un diminuto salón con no más de diez mesas. Se ubicaron en la ventana por elección de Antión que le gustaba la vista desde el arriba. Nathalie, demostrando un poco más de confianza, se sentó juntó a él. A Antión le agradó y comenzó a abrir su baguette envuelto por un forro de papel. Tomó un sorbo de gaseosa y comieron juntos mirando la avenida poco iluminada por las luces de la calle. Los autos empezaban a escasear en la avenida, el transito de había destrabado y los parisinos parecían haberse escondido de su vista. Una que otra pareja los acompañaba en el restaurante. Muchos eran turistas, con la mirada cansada de tanto trajín durante el día. Antión recordaba lo que había caminado los primeros días. Había ido a conocer el museo del Louvre y eso fue lo suficiente como para que las piernas le duelan por horas. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión y Nathalie casi no hablaron durante la cena. Dedicaron su tiempo en silencio a saborear los exquisitos sabores parisinos envuelto en pan recién horneado. Antión terminó primero y no dudó en sacar un tema de conversación.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Y cómo puede ser que una parisina tan bonita esté sola.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Estuve un tiempo. No tanto como tú. Pero me parece que éramos bastante distintos. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Pero no es mejor ser distintos que iguales.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, pero una concordancia tiene que haber. Tiene que haber un punto donde encontrar algo en común. No pretendía que tenga mis mismos gustos pero algo de uno se tiene que reflejar en el otro. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, pero igual creo que cada es como es en la pareja un poco por el otro. No creo que uno sea lo más sincero u honesto consigo mismo. Siempre hay algo que ceder y cuando se cede… es porque en el fondo no es como el quiere.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Y por ese mismo motivo nos alejamos. Porque nadie quería ceder.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Vivieron juntos?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No.- respondió Nathalie y luego de un sorbo de gaseosa continuó- No, en realidad no he vivido nunca con una pareja estable. Comparto un departamento con una amiga. Y eso es un problema para estar en pareja, a ella no le gustaba mucho mi novio. Igual estoy en campaña de ir a vivir sola. Ya son muchos años de compartir todo.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Que mala onda, digo de su parte. ¿Ella está en pareja?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, con una chica. Es lesbiana.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión se atragantó con la gaseosa y tosió golpeando el pecho con su mano. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Perdón- se disculpó Antion- No esperaba esa respuesta tan natural.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Y como debía decirlo?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No, está bien. Lo que pasa en dónde yo vivo no es conversación cotidiana estas cosas.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Ah… bueno… pero la cuestión es que no lo dejé por ella, la decisión fue mía. No creo que esté hecha para compartir una vida con alguien.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Bueno pero eso puede cambiar cuando te enamores en serio.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No se, puede ser. ¿Y tú que haces en tu tiempo libre además de acechar chicas en las librerías?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión lanzó una carcajada que retumbó en las finas paredes del local. Los turistas lo miraron asombrados hasta uno que otro terminó por contagiarse.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Me gusta leer.- respondió con la risa contenida.- ¿Vos?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Leo y escribo. Me gusta escribir cuentos, historias, pensamientos. Es más estoy escribiendo algunas crónicas para un pequeño diario de un pueblo no muy lejos de Paris. Soy como una corresponsal en la capital. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Escribís cosas de Paris.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí. Eso me gusta bastante. Aunque no me pagan mucho. En realidad trabajo en una empresa alimenticia como secretaria de uno de los jefes. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Interesante…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Para nada…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Continuaron platicando traspasando las horas. La calle yacía en soledad salvo algún turista perdido o paseando por las tranquilas veredas. La mujer de limpieza empezaba a levantar las mesas y repasar los pisos.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Parece que nos están echando.- concluyó Antión mirando a la empleada.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, vamos. Ya es tarde y mañana tengo que trabajar. <o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Salieron a la calle y Antión se ofreció a acompañarla. Caminaron por media hora por la ciudad, atravesando las calles barnizadas por el la lluvia, los negocios cerrados con las vidrieras iluminadas tan solitarias y silenciosas que lo único que se escuchaba eran sus pasos avanzando por Paris. Llegaron a un portón de un edificio y Nathalie giró su cuerpo hasta quedar frente a frente con Antión, que la miraba admirando su belleza natural y la forma en que sus ojos se posaron en lo suyos.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-¿Estás seguro que sabes llegar a tu hotel?<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No.- rió Antión.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Es fácil y no es lejos. Tienes que tomar…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No te preocupes… de alguna manera voy a llegar- interrumpió mientras encendía un cigarrillo para disimular la timidez.- Puedo preguntarte qué vas hacer mañana.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-No sólo que puedes sino que ya me los estás preguntando.- bromeó Nathalie acomodando su pelo detrás de la oreja.- Mañana trabajo hasta las 16 horas. Después tengo que ir a hacer unas diligencias y me libero más o menos a las 6 de la tarde.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Entonces te parece si nos encontramos tipo 7 de la tarde donde quieras.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Sí, en </span><st1:personname productid="la Champ Elyses" w:st="on"><st1:personname productid="la Champ" w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Champ</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> Elyses</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> hay una pizzería.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Pizza Pino.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Vale. Bonne niut.<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">-Bonne nuit…<o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Antión volvió al hotel lentamente. Dejando atrás la lluvia, surcando el viento frío que ahora se adueñaba de la ciudad, levantando la basura del piso, doblando por las esquinas a su antojo. A cada paso dibujaba la sonrisa de Nathalie, pintaba sus ojos en los maniquíes de las frondosas vidrieras, esbozando su pequeño cuerpo y la mirada tierna en cada farol de la calle que le indicaba el camino al hotel, donde una cama solitaria lo esperaba pero que ahora llenaría de con los recuerdos recientes de Nathalie, la muchacha de la librería de la rue de </span><st1:personname productid="la Huchette." w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Huchette.</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><o:p></o:p></span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-71494612621643852342010-07-26T14:36:00.002-07:002010-08-03T08:08:38.521-07:00La librería de la rue de la Huchette (segunda parte)<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="color: white;"><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Antión abrió lo ojos cerca del medio día. Había dormido tan profundo que la claridad del nuevo día levantó el sol hasta casi lo más alto sin darse cuenta. La lluvia parecía haber emigrado a otro país dejando sólo el frío atorado bajo el cielo de Paris.</span></div><a name='more'></a> Se levantó lentamente y luego de un baño caliente, se vistió con la poca ropa que le quedaba limpia del viaje. Bajó al lobby a desayunar pero el horario había terminado casi dos horas antes. Tomó un cigarrillo y se lanzó a la calle hasta dar con un bar donde un café y unas tortitas de masa acarameladas le dieron los buenos días.<o:p></o:p><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Terminó el desayuno y caminó costeando el río Sena. Llegó hasta la catedral de Notre Dome e ingresó un poco para conocer y otro poco para resguardarse del frío. Los altos techos decorados con figuras religiosas le hacían recordar los libros de historia y el centenar de fotos que había visto en la secundaria. Recorrió el pequeño museo en su interior casi sin prestar atención. Su pensamiento se inundaba con la sonrisa de Nathalie y los ojos marrones con la mirada tierna y complaciente. Recordó que al principio ella no había sido tan amable y rió suavemente mientras salía a la calle y el frío lo atrapaba nuevamente. Siguió paseando por la ciudad torciendo el tiempo entre las esculturas, los viejos puentes, los pintorescos edificios que ciernen las angostas calles esquivando los placenteros rayos de sol del invierno y los gratos Cafés franceses incrustados debajo de las antiguas construcciones.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">A media tarde un rayo de sol calentó su cuerpo y se sentó e una pequeña empalizada que rodeaba el edificio de “Les Invalides”. Encendió el último cigarrillo del paquete y cerrando los ojos, giró la cara contra el sol. Se mantuvo inmóvil durante varios minutos, dibujando formas extrañas en la oscuridad de sus parpados. El rostro de Nathalie se fundía con su antigua novia, segura de sí mismo ante un Antión que dudaba hasta de su propia existencia. Continuó caminando buscando un lugar donde comprar cigarrillos. Europa no poseía kioscos, así que ingresó a un diminuto bar y luego de una larga explicación al cajero, pudo conseguir cambio en monedas y sacar un paquete de la maquina expendedora. Siguió avanzando hasta llegar al Arco del triunfo. La rotonda estaba rodeada por el feroz transito. Lo autos arrancaban el empedrado del suelo. Antión hizo un intento de cruzar pero las bocinas y una que otra frase en francés se escapaba por las ventanillas de los coches. En su segundo intento por cruzar un turista lo atajó en pleno suicidio y le señaló la entrada subterránea para llegar al magnífico monumento. Antión con una sonrisa avergonzada, dio las gracias y se introdujo rápidamente.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La espera de ver a su única amiga francesa, venía llegando a su fin. Caminó en línea recta por <st1:personname productid="la Champs Elys←es." w:st="on"><st1:personname productid="la Champs" w:st="on">la Champs</st1:personname> Elysées.</st1:personname> Llegó la esquina de rue de Marignan donde Pizza pino se levantaba desde la acera, decorando la ciudad con luces navideñas y muérdagos. Miró su reloj, faltaba un poco más de dos horas para su encuentro. El sol se iba apagando en la metrópolis, dejando el frío recorriendo libremente la famosa avenida. Las luces pasaban a primer plano, los turistas le hacían frente a la baja temperatura, los parisinos emprendían su vuelta a sus hogares en su último día de la semana. Antión caminaba en círculos para ahuyentar el frío. Encendió un cigarrillo para tener algo caliente cerca y acomodó su campera mientras observaba los árboles decorados con centenares de lucecitas que cernían <st1:personname productid="la Champs Elys←es." w:st="on"><st1:personname productid="la Champs" w:st="on">la Champs</st1:personname> Elysées.</st1:personname> Por un momento pensó que Nathalie nunca llegaría. Podía haber sido que ella no tenía interés en verlo nuevamente, o, si algo le pasaba, no podría comunicarse con ella. Se sentía inseguro y temeroso, más que nada por haber ansiado tanto el encuentro. Se concebía tonto e incrédulo. La hora de su llegada se iba acercando a paso firme, tambaleando entre las sombras de los árboles y las caminatas nocturnas de los transeúntes. Los autos lo miraban cínicamente, los turistas se reían de su pesar, los mozos de la pizzería lo señalaban murmurando entre ellos. Antión agachó la cabeza llena de miradas pegadas a su cuello y caminó unos pasos. El reloj marcaba la hora. Nathalie tendría que llegar de un momento a otro. Si no aparecía sólo otro recuerdo amargo escribiría una página más en su bitácora de viaje.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Disculpa mi tardanza…- dijo una vos suave en su espalda.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No te preocupes…- exclamó Antión girando su cuerpo y observando su reloj que delataba la media hora tarde de Nathalie.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El tránsito se pone insoportable los viernes. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, ¿tomamos un café?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mejor comamos algo, estoy muerta de hambre.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-D`accords.- pronunció Antión con la sonrisa plasmada en el rostro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ingresaron a la pizzería y se sentaron en la mesa que daba a la avenida. Nathalie comentó de su ajetreado día. Antión ilustró su paseo por la capital sin mencionar su gran expectativa por volver a verla. Comieron en silencio cruzando las miradas entre la cerveza fría y la pizza que derramaba el queso fundido en la mesa. Antión contó de su rutinario trabajo y los deseos de cambiar. Nathalie lo escuchaba haciendo pequeñas intervenciones. Antión recorrió todo su pasado relegando la culpa a sus padres, sus amores sin fortuna, y sus propios miedos que le brotaban de los poros. Terminaron la cena y salieron a caminar por la ancha avenida. Nathalie paraba en cada negocio, y comentando los precios, buscando la opinión de Antión que se anunciaba cada vez más cercano a ella, como un hombre que poco a poco se iba enamorando de Paris tras su mal comienzo con la capital francesa. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Estás escribiendo algo para el diario?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Tengo que mandarlo el domingo. Pero todavía no tengo nada pensado.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Podés contar las desventuras amorosas de un argentino en Paris.- bromeó Antión.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Lo voy a pensar. No está mal…- suspiró Nathalie mientras tomaba el brazo de Antión. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El silencio de sus palabras se pronunciaban en los ojos perdidos de Antión que caminaba despacio apretando su cuerpo en el de Nathalie, intentando detener el tiempo cargado a sus espaldas, amenazando su calma que ahora inundaba su interior.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Podría enamorarme esta noche.- pronunció por fin Antión.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ya se…- asintió Natahlie con la mirada fija en sus propios pasos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Qué mala suerte no haberte conocido antes.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué cambiaría?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Un tiempo más con vos.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y luego…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Quedaron en silencio escuchando sus pasos marchando hasta el Arco del Triunfo y retomando por la vereda de enfrente hasta la rotonda. Antión se sentía inseguro de besarla. Movía su cabeza anclando sus ojos buscando los de Nathalie. Nathalie lo miró se paró frente a Antión y dijo:<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Puede que estés enamorando de todo lo nuevo que estás viviendo. De un sentimiento de que puedes cambiar de dirección a pesar de tu temores, y que ya no la necesites a ella para poder vivir.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se, puede ser. Pero no quiero pensar demasiado, no soy bueno para eso, me termino acobardando.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y después qué…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Me parece que estoy acosando tu seguridad.- concluyó Antión mientras acariciaba su rostro. Sus yemas recorrieron la comisura de la boca, su rojiza mejilla y lentamente fue disminuyendo la distancia entre sus labios y los de Nathalie, que al principio ponía una leve resistencia hasta sellar una salida casi perfecta bajo el cielo helado y las luces reflejando sus cuerpos pegados en la romántica Paris.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Nathalie se alejó súbitamente. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Mañana te vas…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero no pensemos en eso. Si no vamos a pasar una noche de mierda. Hagamos de cuenta que nos vamos a seguir viendo y disfrutemos de la fría noche.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-D`accords- suspiró Nathalie mientras abrazaba fuertemente el cuerpo de Antión.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Caminaron con la noche por detrás. Rieron en cada esquina, se besaron a cada paso. Las miradas dejaron de investigarse para desearse a cada hora. Recorrieron el río Sena, ese mismo que Antión había visto desde lo alto de <st1:personname productid="la Torre Eiffel" w:st="on"><st1:personname productid="la Torre" w:st="on">la Torre</st1:personname> Eiffel</st1:personname>, cortando la ciudad en dos, como un antes y un después. Cruzaron los puentes hasta la otra orilla, observando la ciudad en distintos ángulos. Nathalie recorría su Paris como si fuera la primera vez en hacerlo, descubriendo nuevos lugares, monumentos y calles que nunca había visto. Antión la miraba caminar cuando se alejaba, retenía sus pasos seguros, su mirada a veces desafiante y la ternura francesa irradiada en los finos cafés que corrían las angostas calles. Los negocios iban cerrando sus jornadas tras ellos, los autos comenzaban a escasear en las avenidas, el reloj galopaba continuamente, incesante, como un cínico caballero cortando el aire con su espada. Se dejaron llevar entre los cuentos y la música de un acordeón lejano, la bohemia y los cálidos encuentros de sus ojos que miraban al mañana como la muerte de su aventura. Nathalie le mostró donde trabajaba, Antión imaginaba sus días en Paris, recortando la distancia con Buenos Aires, sintiendo la felicidad brotando de sus poros. Caminaron y caminaron, perdidos en el tiempo y sin encontrar el espacio. Eran ellos dos, solos en el mundo, lejos de sus vidas, sus obligaciones, fantaseando con una vida juntos, descartando toda la complejidad humana que los envolvía como la piel misma de sus cuerpos, inherentes al pesar del hombre. Por momentos fueron libres de sus propias circunstancias, destruyendo el pasado en sus bolsillos, reteniendo las horas en una mano, escapando de la realidad, corriendo entre las solitarias calles, surcando las anchas avenidas bajo la mirada vigilante de la torre de hierro, que en ese momento, no significaba nada, absolutamente nada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿A que hora sale tu avión?- preguntó Nathalie mientras se acomodaba en la silla de algún Café perdido en Paris.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-A las 9:00 am.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Temprano…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Cualquier hora es temprano…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El lunes tienes que trabajar.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí.- suspiró Antión con la mirada triste, sabiendo que la rutina uniformaría su presente con el pasado.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Que vas a hacer mañana cuando llegues a Buenos Aires?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Recordar esto.- dijo Antión paseando la vista a su alrededor.- Dormir un poco y despertarme solo. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No cambies tu vida por un momento placentero. No soy yo sola la que va llenar tus pensamientos, es todo el conjunto de cosas que estás viviendo, tan fuerte y corto.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Puede ser, pero cómo irme, cómo dejar todo esto. Cómo alejarme de vos, de Paris. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Subiendo al avión…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Vos haces todo muy simple. Tu seguridad aparente es tu mecanismo de defensa, tu traje de amianto, tu escudo protector.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-An, tú tienes una vida allá, y yo acá.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Y?… se puede cambiar el destino en un noche.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, no creo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Al final la temerosa sos vos. Por eso no has querido vivir con nadie. No te animaste…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero me falló.- interrumpió Nathalie con la vos enojada.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-A mi también… <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Eres muy soñador…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-La soñadora deberías ser vos, sos escritora después de todo, yo trabajo en un Banco. Sigo números y cheques…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No hay nada que nos limite a nuestra forma de ser, pero sí a nuestros actos. Puede que tengas razón, que no me involucro para no salir lastimada, y que hoy y ayer me dejé llevar…- Nathalie hizo una pequeña pausa, tomó un sorbo de su café y continuó- …y mañana voy a pensar en ti, y pasado también, y con el correr de los días tu rostro se irá difuminando como el humo del cigarrillo. Y cuando pasen los meses, los años, serás un tierno recuerdo en mi memoria. No recordaré tu cara, será el dibujo idealizado de tus ojos en mi memoria; no recordaré por donde caminamos, ni el sabor de tus besos, pero seguramente resumiré todo mis pensamientos en las huellas de mi inconciente, escondiendo el sentimiento dentro de mi caparazón de hierro.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahora estás escondiendo tus sentimientos. No será que el miedo te recorre más que a mí. Puede que en mi vida no me he jugado nunca por nada, he sido temeroso de jugarme por lo que quería, he llegado hasta la angustia con tal de no cambiar el destino, de seguir por donde yo sabía que la seguridad me llevaba por buen camino, pero no soy el único en esta mesa.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No cargues en mí tu decisión. No puedo prometer una vida juntos. No se si el lunes volveré a casa enojada del trabajo, rasgando el encanto…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Pensaste en no venir hoy?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué te decidió?<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se… no se…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Antión se quedó pensativo. Paso su mano por el pelo, encendió un cigarrillo y lo fumó casi enseguida, con el corazón latiendo como un bombo enardecido. Dejó caer su mano en la mesa y acarició lo pequeños dedos de Nathalie que se movían nerviosos rascando la superficie de madera. Se miraron en silencio tomados de la mano, separando sus cuerpos a lo largo de la mesa, inmóviles, sosegados, inertes. La duda, la inseguridad de cambiar una historia, una vida retenida en las oscuras paredes de algún café parisino. Nathalie dejó brotar una lágrima de sus ojos que recorrió la mejilla y desapareció en la comisura de su boca. Los ojos de Antión descansaron en la mirada de ella, con los músculos entumecidos y la expresión triste iluminado por la vela flotante que decoraba la mesa. El reloj avanzaba inescrupuloso sin medir las consecuencias a su paso, tan insolente, tan cínico. La lluvia volvía a caer sobre la ciudad, perdiendo las gotas en la ventana que surcaban el vidrio y morían en la base, los autos iluminaban las finas la fría garúa con sus faroles, los turistas corrían cargando sus pesados bolsos, el barrio latino arrojaba su fragancia entre los textos impresos de las antiguas páginas que escribían una nuevo cuento, deambulando entre sus veredas, flotando por el aire inspirador de Paris, que se alejaba más y más a Buenos Aires, jugando un juego peligroso, que nadie supo entender…<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Cerró el libro y lo guardó en la mochila. Se quedó en silencio escuchando la música de fondo surcando el lobby con melodías de acordeón. Se puso de pie, y se lanzó a la ciudad, esperando que un nuevo cuento lo espere durmiendo entre los viejos estantes de madera en la librería de la rue de <st1:personname productid="la Huchette." w:st="on">la Huchette.</st1:personname><o:p></o:p></span></div></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-4169589538348821362010-07-22T08:44:00.001-07:002010-07-22T08:44:29.449-07:00La espera<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si después de tanto tiempo que te esperaba venís así, con las manos vacías, los ojos nuevos de tanto anhelo ajeno y la pasión reflejada en mí, debe ser que dentro mío ya vivías hace tiempo, hace mucho tiempo…</span></div><a name='more'></a><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Es que puede ser que te esté esperando en el andén, donde ya nadie se mira. El tren a Paris se hace desear como el buen vino todavía estacionado en los barriles; y ahí es donde tu vida comienza, cuando la realidad no tiene mucho que mostrar. Es el comienzo de tu vida, llena de alegrías y abrazos. Enciendo un cigarrillo casi sin pensarlo, sin darme cuenta que es el último y el viaje es largo. Miro a través de tus ojos y sueño con tu vida, tus manos buscando las mías, y la mirada relajada en los fuertes brazos, donde descansa tu vértigo, tu nombre, tu esperanza. Estoy esperando el tren que no llega, y tu imagen se diseña delante de mis ojos como una ráfaga de viento que entra desde la inmensa boca de la estación, y casi en cámara lenta voy pitando el cigarrillo, dejando caer las lágrimas que van deformando la realidad que se mueve tan rápido por el ocaso de la vida cotidiana. Camino unos pasos, esquivando la muchedumbre que se agolpa como manada en la puerta del tren, y no subo, espero el próximo; Paris no me espera. Respiro profundo, exhalo el humo del cigarrillo, tiro la colilla, y te busco como cada noche, entre los hierros retorcido de la estación, esperando al tren, que me lleve a Paris, que no me espera…</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-83288202206628940482010-07-22T08:29:00.000-07:002010-07-30T09:03:46.051-07:00Camarote nº 12<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Si el tren a Innsbruck salía a horario Antión podía estar antes del atardecer. Eso sería bueno para encontrar un hotel y poder comer algo antes de caminar por la ciudad. Antión se había acurrucado por el frío en un banco del andén esperando que las vías llenaran sus durmientes con los pesados vagones, tomó un cigarrillo de la mochila y lo encendió mirando los pasajeros correr por la estación. No estaba mal para ser un lunes a la mañana, la gente se aglomeraba en la puerta del tren, la impaciencia corrompía algunas almas bajo la fría mañana en la estación de la gran ciudad suiza.</span><br />
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<span lang="ES-AR"><a name='more'></a></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">A las 9:03 el tren detuvo su esplendor delante de sus ojos. Las compuertas se abrieron de par en par un la multitud arrancó el día triturando el piso con los pasos apresurados que la estación de tren escupió a la calle. Subió al vagón y se refugió en el camarote número 12. Colgó la mochila en los estantes y descansó el cuerpo pesado a la ventanilla, placer de los dioses, por el sólo hecho de ver, como en una película, el magnífico paisaje montañoso a través de un vidrio. Nada le atraía más la atención y el interés que la proyección que el mundo entregaba a sus ojos cruzando los Alpes suizos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Guten Morguen- saludó un hombre al entrar al camarote. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Antión respondió el saludo con un simple movimiento de cabeza. El hombre se sentó enfrente de él y apoyó su maletín en sus piernas. Las miradas se cruzaban en el aire, investigándose mutuamente, como si algo de ellos se reflejara en el otro. Se acomodaron en las butacas esperando que el tren de comience su viaje. Antión esperaba que nadie más entrara en el cubículo y estiró su pierna a lo largo del asiento diseñado para dos personas. El hombre reubicó su maletín en su propia butaca afirmando el deseo de Antión de viajar más cómodos en una conversación carente de palabras pero de puras actuaciones. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El tren dio sus primeros pasos tímido y lento. El andén iba quedando atrás y se empezaba a divisar la ciudad desde la ventanilla. Poco a poco el movimiento empezó a tomar confianza y velocidad. El paisaje se descubría al principio con cemento y tejas coloniales, casas bajas de esplendor inocuo como el reverso de la cosa. Nada que mostrar salvo algunos vivientes correteando por la calle vociferando palabras ininteligibles desde su lugar, en puro movimiento. Antión apoyó la cabeza en el marco y se dejó vencer por el esplendor de la mañana sentada en la metrópolis. El sol acompañaba la salida del tren, iluminando los techos de las viviendas, formando sombras en la calle, despejando el frío del pavimento y secando la humedad de las veredas barnizadas por el hielo. El hombre miró su reloj controlando seguramente el tiempo que tardaría en llegar a Innsbruck. Parecía que no era su primer viaje, pensó Antión mientras lo observaba cerrar los ojos y suspirar al aire. Antión se imaginó que su trabajo consistía en ir a la ciudad austríaca por alguna reunión, podría ganarse la vida en el departamento de ventas de una empresa. No poseía más bultos que un maletín, eso le daba la pauta de que su ida a la ciudad no duraría más que alguna merienda y una cena de negocios para retornar al día siguiente. Las distancias en Europa se acortaban cada vez más para Antión, acostumbrado a los largos trayectos del continente americano. O también podría trabajar como periodista para una revista o un diario, y su marcha consistiría en una entrevista, una investigación, o un simple viajero, escritor de novelas buscando su inspiración a través del viejo continente. El hombre había caído en profundo sueño. Antión no se animó a despertarlo para saciar su duda, y además le parecía divertido jugar con la imaginación, construir la vida del hombre en su fantasía, dibujando escenarios, pintando situaciones y coloreando lo que podría ser su propia existencia. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La ciudad quedó fuera de cuadro de la ventanilla. El campo y las casas con restos de nieve ocuparon el primer plano de la película que Antión miraba enredando el esplendoroso paisaje con la supuesta realidad del hombre, sentado en la butaca de enfrente, durmiendo por el cansancio de la jornada laboral, o al menos eso pensaba Antión que mantenía una lucha constante con sus ojos, a punto de sufrir la misma suerte de su fiel acompañante de viaje. Se acomodó en el asiento tratando de disipar el sueño. Movió la pierna lentamente para no chocar con la del hombre y sacó un libro del saco que apoyó en su butaca. Intercalaba la mirada con el paisaje y el hombre, miraba a los pasajeros caminar por el pasillo, buscando un lugar donde fumar o conversando un rato en variados idiomas. Una mujer abrió la puerta del cubículo y mirando los lugares vacíos que Antión y el hombre ocupaban con sus pertenencias gritó a su compañera que había encontrado tres lugares más. Antión la miró con furia, no quería que lo incomodaran en su viaje, y además había lugar para dos personas, pensó, si venían tres, la catástrofe se avecinaba subida a lo rieles que conducían a Innsbruck.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Pasaron lo minutos cruciales, la mujer no apareció. La comodidad se perpetuaba en el camarote número 12, con el hombre dormido y Antión clavando la vista en el inmenso horizonte que a esa altura, las primeras montañas con picos nevados hacían su presentación por la pantalla de vidrio como una perfecta postal en vivo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El sol se había tapado con las nubes grises que se perdían detrás de los montes. Los campos, las casas, un viejo remolque, un vaqueano solitario y la siembra de temporada pasaban delante de los ojos de Antión que impregnaba en su memoria, como un regalo personal e íntimo que a nadie podría mostrar pero viviría con ello para toda la vida. El hombre movió su cabeza a un lado, abrió los ojos por un instante y los volvió a cerrar. Antión descubrió una mirada triste, cansada. Podría estar yendo a visitar a un pariente, o a un funeral, pensó. El hombre seguramente estaba de luto, aunque su ropa no lo describía en es estado. Pero no conocía las costumbres de su pueblo, ni tampoco a su pueblo, y mucho menos de donde venía. Podría ser de una ciudad lejana, y que el luto era un pollover colorado una bufanda marrón y beige, pantalón marrón claro y una campera del mismo color. Antión rió en silencio por su ocurrencia, pero sobre todo, por estar imaginando al hombre en diferentes circunstancias. Se puso de pie y caminó hasta la compuerta que separaba el camarote del pasillo. Lo atravesó empujando la puerta y se prendió un cigarrillo soplando el humo por la ventana que otro pasajero había dejado abierta. Conversaciones casuales, risas, carcajadas y lamentos se escuchaban desde el pasillo que distribuía los distintos cubículos del vagón. Antión paseó observando cada camarote. En el número 13, estaba una señora muy mayor acompañada por una mujer que leía un libro y que levantó la mirada cuando Antión la miró. El camarote 14 contenía a cuatro jóvenes mochileros platicando a los gritos en ingles americano y fumando hierba sin preocupación. Los muchachos lo miraron sin prestarle mucha atención. Antión se detuvo un segundo para darle la última pitada al cigarrillo y tiró la colilla por la ventana. Siguió por el pasillo hasta el camarote 15, donde vio a un joven sentado delante de un viejo conversando en francés, como amigos o familiares. Observó sin interés al joven y volvió sobre sus pasos hasta su butaca. El hombre había desaparecido y Antión se quedó inmóvil en la puerta. Respiró profundo miró a los costados e ingresó al camarote buscando una pista de su viejo compañero. Por un momento pensó que se había equivocado de cubículo y giró su cabeza buscando el número impreso en la puerta. Era el 12. Salió al pasillo y se quedó con la vista anclada en el fondo del vagón. En un instante una mano se posó en su hombro y de un salto descubrió al hombre que ingresaba al camarote 12, portando su apegado maletín. Antión disimuló su sobresalto y se paró en la puerta simulando buscar algo que no existía. Lo miró como se ubicaba en la butaca, ponía el maletín sobre sus rodillas y giraba la cabeza hacia la ventana. Entró al camarote y se sentó frente al extraño hombre que le sonreía como sabiendo de su pequeño susto.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Las montañas por la ventana se acercaban con rapidez. El paisaje se contorneaba con líneas curvas en el horizonte y lejanas casas de madera. El tren galopaba en un constante movimiento trepando por las laderas, bajando a los valles e introduciendo su majestuoso cuerpo dentro de la montaña que, cuando esto ocurría, el vagón quedaba en la oscuridad total por pocos segundos. Por más fuerza que Antión hacía, ningún haz de luz ponía claridad en el cubículo. A la salida de la montaña la luz aparecía tan hábil como había desaparecido y quemaba los ojos en los primeros segundos. El hombre yacía quieto con los ojos abiertos y sonreía por el apagón repentino buscando una respuesta de Antión que devolvió casi por compromiso que por gusto. Otro túnel. El segundo apagón fue más largo. Antión imaginaba que el mundo se reducía a la nada, sabiendo que un desconocido estaba en frente, y que el movimiento de la butaca era lo único que lo hacía consiente que estaba en un tren. Deslizó su mano por la pana del asiento y rozó con la punta de los dedos el libro que había dejado. Se tranquilizó por haberlo encontrado. Todo estaba bajo control, pensó. La luz apareció repentinamente y el hombre sonrió con la vista anclada en Antión, pero éste no quiso responder y esquivó la mirada. Se dejó llevar por el esplendoroso paisaje mientras apretaba el libro contra el pecho. Las montañas habían quedado atrás. Un inmenso llano los esperaba que el tren atravesó furioso sobre sus rieles cortando el valle por la mitad. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Los pasajeros comenzaron a caminar por el pasillo un poco por aburrimiento y otro para fumar fuera de los cerrados camarotes. La señora del 13 daba pequeños pasos de un lado al otro fumando unos cigarrillos blancos y largos. Uno de los muchachos del 14 caso la atropelló en su torpe movimiento y pidió disculpas. La mujer lo miró desinteresadamente y siguió caminando pitando el cigarrillo mientras estudiaba la punta de sus zapatos gastado por el tiempo. Antión se quedó mirándola un buen rato hasta que ella lo descubrió y el joven del 14 volvió a pasar empujando a la señora violentamente y pidió disculpas un poco más efusivo que la vez anterior. La señora se quejó en un inglés contaminado de francés y luego de mirar a Antión se introdujo al camarote. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El tren bamboleaba los vagones con fuerza. El ruido del viento se mezclaba con el motor y el constante y rítmico golpeteo de las ruedas deslizándose por las vías. Las horas pasaban dejando atrás el valle, acercando las montañas hasta el coche. El túnel abrió su boca y tragó al tren que se enterraba impetuosamente, dejando nuevamente a oscuras el vagón y el camarote número 12. Antión miró un segundo antes al hombre que le devolvió una sonrisa y quedó dibujada en la oscuridad, desfigurada y tenebrosa. Antión esforzó la vista en vano. La oscuridad era espesa. Intentó correr su cuerpo al otro lado de la butaca y chocó las rodillas con las del hombre. No era irreal. El hombre todavía existía. Pidió disculpas en inglés pero éste no contestó. Parecía que se había esfumado, que la realidad presentada ente sus ojos, el tren, el camarote, el paisaje, la ventanilla y el hombre vivían en la mente de Antión como una realidad construida dentro de su imagincaión. La luz se hacía esperar. Estaremos viajando al centro de la tierra, se preguntó. Movió la pierna repentinamente buscando la rodilla del hombre pero no pudo encontrarla. Se desesperó en su fantasía irreal, donde nada era la realidad y la mente jugaba un papel principal. Volvió a mover la pierna esta vez con más fuerza y chocó violentamente con la rodilla del hombre al mismo tiempo que la luz regresaba al vagón y el hombre abría la boca dejando escapar un fuerte alarido de dolor.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Luego de una avergonzada disculpa al hombre, Antión abrió el libro y se metió de lleno en su lectura. El hombre parecía no importarle nada más que la pronta llegada a Innsbruck. Acomodó el maletín nuevamente en sus rodillas y posó las manos encima. Quedó inmóvil, como un fotografía, con la mirada perdida en el paisaje, mirando la lejanas montañas con lo picos nevados y las casas esparcidas por su base. A Antión le llamaba la atención el misterioso hombre. Estaba seguro que algún sufrimiento lo inundaba en su interior pero no se animaba a establecer una conversación. Buscó sus ojos con la mirada. El hombre no respondió. Podría estar sufriendo alguna enfermedad mortal, e iría camino a algún especialista, pensó Antión mientras leía sin atención el libro. Decidió dejarlo a un costado y volver la atención a la majestuosa película a través de la ventanilla. La mujer del camarote 13 se detuvo nuevamente en el pasillo y encendió un cigarrillo. Antión giró la cabeza y sus miradas se encontraron en el aire. La mujer renunció al encuentro visual y posó la vista las montañas que una vez más se acercaban con fastidiosa impunidad. Se apresuró a fumar sus últimos bocados y se lanzó al camarote. La oscuridad no se hizo esperar. El tren se dejó devorar por las altas cumbres. Antión miró al hombre antes del apagón y éste sonrió como si supiera que lo aterraría. La espesa capa oscura cubrió el camarote 12. Antión se sintió desprotegido. Confundía la realidad delante de sus ojos con el falso escenario que se le presentaba en cada túnel. El golpeteo del tren ensordecía cada vez más. La butaca galopeaba en ritmo continuo. Antión deslizó la mano buscando el libro, pero esta vez no lo encontró. Tanteó con los pies el piso. Estiró lo más que pudo su pierna sin localizarlo. Se desesperó y se agachó delante de la butaca, apoyó una mano en el asiento de enfrente y se dio cuenta que el hombre no estaba. Se sobresaltó y un escalofrío le recorrió la espalda. Volvió probar con las manos pero no llegaba a tocarlo. Se esforzó un poco más y sintió la pana de la butaca vacía, palpando con sus dedos el largo del asiento. La oscuridad arrebataba su realidad de la mente. El miedo se apoderó de su cuerpo y se tiró de un salto en la esquina del camarote. Quedó petrificado por el terror. Era imposible que no lo haya podido tocar. ¡El hombre no estaba! El tren avanzaba a través del macizo rocoso con gran velocidad. El viento pegaba contra la ventanilla golpeaba con el marco en un fuerte golpeteo rápido y aterrador. Antión se acurrucó y metió la cabeza entre las piernas. La montaña era inmensa, la oscuridad no desaparecía, el ruido aumentaba su caudal. Pensó en que todo eso era un sueño, que la imaginación le había jugado una mala pasada y el hombre estaba ahí, donde la claridad lo había dejado. La realidad iluminada no concordaba con la oscuridad, con el registro simbólico y la frustrante seguridad de que estaba sentado delante de él. Seguramente había tocado el lado equivocado del asiento, pensó. Se calmó por un momento y levantó la cabeza buscando algo de luz. La oscuridad no parecía querer irse, y en un lento movimiento acomodó su cuerpo para levantarse cuando repentinamente una mano se apoyó en su hombro y dejó escapar un grito espeluznante que inundó el vagón en el mismo instante que la luz volvió y la cara del hombre, sonriendo delante suyo, ancló la mirada en sus temblorosos ojos llenos de miedo, el cuerpo pegado contra la pared y el corazón latiendo al mismo ritmo que el golpeteo incesante de las ruedas del tren deslizándose por las vías.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El tren arribó a Innsbruck a media tarde. Antión tomó su mochila y se lanzo a la calle. La mujer del camarote 13 lo siguió acompañado de la señora mayor. Se acercó al muchacho y buscando un cigarrillo en su cartera le preguntó en un inglés afrancesado:</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué pasó en tu camarote, hijo, que gritaste?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada señora- respondió suspirando- el hombre que estaba sentado enfrente mío me dio un buen susto.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué hombre?- preguntó impaciente</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-El que estaba sentado justo delante mío, con el portafolio en la falda.- explicó Antión con la voz temblorosa.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No había nadie, hijo. Yo ando mal de salud, pero no de la vista. Estuviste sólo todo el viaje.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No puede ser… yo lo vi… era real, estaba ahí.- dijo Antión con la mirada anclada en el tren que lentamente avanzaba por la estación, dejando atrás la ciudad para adentrarse en el maravilloso paisaje de las montañas con picos nevados que en cada viaje regalaba a través de las iluminadas ventanillas.</span></div></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-17855925588656181722010-07-14T22:08:00.001-07:002010-07-15T17:33:35.151-07:00Conversaciones con Lucas<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pasame un mate.- pedí a Lucas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Si vos no tomas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ahora, sí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Desde cuándo?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Desde ahora…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lucas me ofreció la calabaza con la bombilla en su interior. Nos quedamos en silencio mirando la televisión mas por no tener nada que decir que por ganas. Lucas paseaba por los distintos canales intentando encontrar en vano un programa de interés o algo que nos arranque una sonrisa.</span></div><a name='more'></a><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Cuando no tenes nada que hacer, siempre te sentás enfrente de la caja boba.- concluyó mientras tiraba el control remoto al sillón. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es verdad. No hay nada… no tenemos ganas de nada… y la nada es nada.- suspiré.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Así, otro noche más al pedo…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Juguemos al scrabel.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Que divertido…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿No dan cha cha cha?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, los martes.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Salí al balcón y encendí un cigarrillo. El barrio de Núñez se iluminaba con los focos de los pocos autos que maniobraban por la avenida. Los edificios desplegaban su grandeza desde las ventanas alumbradas dejando ver pequeñas sombras de forma humana detrás de las cortinas. Pitaba el cigarrillo con ansias como si fuera el último antes de que el aburrimiento nos acribille en el piso 14.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Poné música, Lucas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡En eso estoy!- anunció desde el interior del living.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡No pongas el punchi, punchi…!- le advertí mientras tiraba la colilla y miraba como el viento la desplazaba hacia la calle planeando por encima de las copas de los árboles.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡¿The Police te va?!</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí… un clásico. Como si en la década del `70 te preguntaran por Led Zeppelin. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué?- preguntó Lucas saliendo al balcón.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Los primeros tontones de Copeland dieron inicio a “Can`t stand loosing you”. La vos de Sting se fundía con las cuerdas vocales de Lucas que sus labios modulaban la letra en un perfecto inglés. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Está en vivo?- pregunté.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, es un recital del 79.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Eran medio punk en esa época.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, aunque a Sting no le gustaba. Pero se nota por la velocidad del tema.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y, a fines de los ´70 nacieron los Sex Pistols, y con ellos todo el movimiento punk. Y así dieron la bienvenida a los que no sabían tocar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No sabían tocar…- repitió Lucas como si lo único que había escuchado fuera eso.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, imaginate que venían de una época de lo que llamaron “Classic Rock”. De tipos como Genesis, yes, Deep Purple, Led Zeppelin, Pink Floyd, donde cada canción valía su peso en oro. Arreglaban los temas como si fueran hacer una única canción. Y a todo esto le ponían poesía, se inspiraban en la letra.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pero no te olvides que nació la música disco. Con el funky, de los Commodors, Chic, Kool and the Gang, y hasta Abba. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pero hasta ellos arreglaban los temas. Ponían sentimiento a todo. Si bien era música para bailar, tenían un sesgo creativo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿El punk no?...</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, no digo que no. Es más ellos dieron pie a la música de hoy en día. Pudieron hacer simple lo que para otros era difícil. Y puede decirse que eran más honestos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Porque hacían lo que querían, salían dados vueltas y no les importaba un carajo la imagen.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Capaz ellos querían dar esa imagen. En una de esas Sid Viciuos era un oficinista con ganas de ganar plata, y luego de besar a sus hijos ya su mujer, se sacaba el traje y la corbata y se disfrazaba de punk.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Reímos un rato largo con las ocurrencias escupidas en el balcón. La noche aminoraba el ruido de los autos que poco a poco se perdían a lo lejos. Alguna que otra conversación distante se animaba a trepar por los balcones del edificio. El viento había decidido bajar la temperatura y nos obligó a refugiarnos en el comedor. Nos sentamos a la mesa cubierta de cuadernos y fotocopias de la facultad que una que otra mancha de yerba derramada decoraba de verde musgo entre los papeles. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué es de la vida de Gaby?- pregunté.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Se fue a Puerto Madryn. Debe haber ido a visitar a los viejos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-O alguna novia…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, seguro…- dijo entre risas.- Pero me parece que cumplía años algún familiar, o algo así. Se que era un evento importante.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Bueno, ponerla es todo un evento. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es verdad…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">No había tema que nos mantenga en largas conversaciones. De vez en cuando mirábamos las fotocopias de la facultad desinteresadamente, buscando que algo en los textos nos llame la atención y podamos estudiar con ávidas ganas. Pero el departamento de Lucas parecía más interesante que cualquier conjunto de palabras impresas. Nos acostumbraba la realidad de los muebles, como si ellos sufrieran un agotamiento al igual que nosotros, tirados un rato en el sillón, otro poco sentados a la mesa o cambiando los CD. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Y cómo va la cosa con la minita?- preguntó Lucas desde el baño como si la musa inspiradora lo atrapara con los pantalones bajos.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y va… pero ella quiere un noviazgo serio y yo no. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Hablá más fuerte!- gritó Lucas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¡Digo, que ella quiere un noviazgo serio! Y yo no se.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Por qué las mujeres pretenden tener algo serio? ¿No se conforman con un noviazgo de ocasión?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es lo que pienso yo. Todo a su debido tiempo. Ya nos tocará el momento de ser serios, de madurar. El hombre, contrariamente a la mujer, tarda un poco en madurar. Ella tiene 24 años, al igual que yo, pero parece ser que a las mujeres el tiempo las corre. Cuando tenga un trabajo estable, me haya recibido y tenga mi vida arreglada puede ser. Yo, ahora, tengo tiempo de sobra, y un laburo en el video club que pagan miserias.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Y sí…- asintió Lucas saliendo del baño- tiempo hay, pero un día se acaba…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Las ganas de llamarte me encontraron la otra tarde en la oficina, entre papeles y números, cheque, recibos de pago, un teléfono cerca y un trozo de papel con tu nombre y ocho dígitos tan difíciles de marcar como sacar el balance del año anterior. Me aflojé la corbata y me quedé con la mirada estacionada en tu nombre, como si algo tuyo me perteneciera ahora, y entonces recordé tu figura, tu acento extraño y tu manera de caminar tan peculiar. Encendí un cigarrillo y tiré mi cuerpo en el respaldo dejando escapar el humo en un profundo suspiro que se fulminó en el cuadro con mi diploma justo arriba de los estantes con los folios. Tus ojos salieron desde los papeles impresos del escritorio, desordenando mi trabajo y mi cabeza. Traté de concentrarme en mi labor pero tu recuerdo sale por el cajón del modular que, como un vigilante, se posa cada jornada al lado mío. No es que tenga miedo de hablar con vos, ni que no te quiera ver, pero temo hasta dónde puede llegar nuestra relación.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Y vos creés que no estás preparado todavía para una relación seria?- preguntó Lucas mientras sacaba un cigarrillo del paquete.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Convidame uno.- pedí.- Me parece que no. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Dónde la conociste?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es una amiga de una amiga. La conocí en una fiesta de un amigo. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Te la transaste esa noche?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, al otro día. Nos encontramos en Cabildo y Juramento y fuimos a tomar algo. Cuando la dejé en la casa me la apreté…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Típico.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pasame un mate.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Esperá que caliento el agua.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Estabas sentada en la oficina cuando te ví por primera vez, hablabas por teléfono sonriendo a algún cliente y sin conocerte me dio celos. Nos miramos a través del vidrio y tus ojos, detrás de tus gafas, dejaron una foto en mi pupila como esos flashes cuando te sacan una foto. Recuerdo que los días pasaron con inútiles papeles en la mano y pasos lentos delante de tu oficina. Una conversación casual, un saludo y una sonrisa fueron nuestra única conexión durante meses que alimentaron mis sueños de aventura. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lucas llegó con la pava caliente, se sentó a la mesa y cebó un mate que me ofreció enseguida. La música deambulaba sola por el living en las guitarras crudas de Guns and Roses. EL televisor seguía prendido transmitiendo una película que nunca ví y que no creía que vería alguna vez. Tomé el mate entre mis dedos y sentí que estaba muy caliente para mí. Comencé a soplar la yerba mezclada con el agua.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Qué hacés, navo?- Se quejó Lucas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Está re caliente esto.-respondí humillado.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Querés un tereré?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No estoy acostumbrado a tomar mate.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ya se. ¿Querés un café?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Hacete.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No, gracias, te sigo soplando el mate.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ok, hace lo que quieras. Y entonces…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, como te iba diciendo- comencé mientras daba pequeños sorbos a la bombilla.- salimos varias veces, la verdad en que me gusta. Pero la otra tarde empezó con esto de ¿Qué somos nosotros? Y por ahora nada. Pero no me dio responder eso, entonces empecé a decir cualquiera. No se.- dejé el mate en la mesa.- La verdad es que no se. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Pero te gusta?-preguntó Lucas mientras cebaba un mate.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero… viste cuando te sorprenden con algo que no sabés que mierda responder. Como el profesor de Psicología en el final pasado. Me salió con cada cosa que no sabía que responder. No me imaginaba algo así. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pero a qué le tenés miedo, si te gusta…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se, al compromiso.- respondí caminando por el living.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Delante de tus ojos habré pasado incontablemente. No creo haber dado una buena impresión al comienzo, pero eso no me detuvo a salir de mi oficina y verte, con la seguridad de una ejecutiva, la sonrisa compradora y tu voz dulce y extranjera. Temía que mis compañeros se den cuenta de mis sentimientos. Había días que me prometía no pasar por tu sector, que se había convertido en el lugar más afortunado de la empresa. Pero sí averigüé si estabas saliendo con alguien, o sí estabas casada. Eso hubiera retenido todo capricho inicial. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-¿Y qué le dijiste?- se interesó Lucas.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Nada, que éramos amigos, buenos amigo. Que nos estábamos conociendo. Que el tiempo lo dirá. Que…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-…sos un pelotudo- interrumpió Lucas entre risas.- si te gusta… dejate de joder. No te tenés que casar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Sí, pero me cuesta.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Es como tomar mate. Una vez que te acostumbrás lo tomas extra hot, y no podés parar.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No entiendo tu filosofía. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Yo estoy de novio hace una bocha. Y eso me tiene feliz. Estoy con la persona que me gusta estar. De vez en cuando me tiro una cañita. Pero estoy de novio.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pero que se yo. Vos estás acostumbrado. Yo no.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pero si te gusta, dejate de joder… animate. Probá el sabor…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">El tiempo se aferraba a la costumbre de verte como una extraña, como algo imposible de conquistar. El ámbito de las finanzas no rescataban ni una conversación íntima y convencerte de salir no estaba en mis tímidos planes. Deseaba tanto estar con vos, dejar de idealizarte en mi cabeza como la perfección vestida de mujer detrás de un vidrio casi opaco, entre papeles y llamados, clientes y sonrisas. Buscaba un momento, algún tiempo de arrancar la formalidad y llevarte a tomar un café, dejando atrás el edificio que nos mantenía uniformando los días, entre los balances y las boletas. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Sabía que no eras de las que le gusta jugar. Y si avanzaría sería para llegar al final, a legalizar algo que le venía escapando desde hace tiempo. Pero tus ojos me llamaban cada mañana cuando me levantaba y los veía en el espejo del baño, reflejando los primeros rayos de sol desde la ventana. Y no quería que sepas que a mis Cincuenta años mi corazón disparaba como un adolescente, delegando la pasión a tu figura, a tu manera de moverte en la empresa, como una mujer divorciada que sí pudo probar del amor. Y si bien sabía que tu período en el trabajo era relativo, que te irías a tu país y el tiempo para conocerte se acortaba con cada amanecer, conocía que la costumbre frustrada tan arraigada en mí, dictaminaría mi futuro tan predecible y tan frágil. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lucas continuó la mateada que yo había abandonado hace rato. Salía al balcón buscando un poco de frío y encendí un cigarrillo. La ciudad estaba en silencio. Los autos pasaban esporádicamente dejando un ruido a motor lejano que se perdía en la oscuridad de la madrugada. Una que otra ventana quedaba encendida en el edificio de enfrente festejando el viernes de invierno, que tan crudo había llegado ese año. Me relajé y pensé en ella, en su cara desilusionada cuando no supe que responder a su pregunta. Mi duda jugaba con la bronca de no tener un claro pensamiento. No podía alejarme de ella, pero si volvía a verla, temería por lo que vendría. Un noviazgo serio, como su voz que recitó su boca la otra tarde. No estaba acostumbrado al compromiso, a los llamados diarios ni los reproches de libertad masculina. La vida me estaba poniendo en una bifurcada, como tanta otras cosas, pero no sabía si tomar el camino con ella, o seguir sólo, y si la elección tendría algún efecto en el futuro. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Che, se está haciendo tarde…- suspiré a la noche.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Ya es tarde… o temprano, según como quieras ver la cosa.- dijo Lucas acostado en el sillón.- ¿Qué vas a hacer?</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-No se. Lo pienso camino a casa.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">-Pensalo… si te va, te va… pero no la dejes por los prejuicios…</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lucas se acomodó en el sillón y cayó en prefundo sueño. Salí a la calle, el frío congelaba lo dedos de los pies que con paso tenue avanzaban las pocas cuadras que me separaban de la casa de Lucas. Caminé por la solitaria Cabildo que festejaba la llegada de un colectivo, resonando la avenida de costado a costado, con el empedrado barnizado por el rocío y el intenso frío que a esas horas bajaba a la ciudad. Encendí un cigarrillo para tener algo caliente cerca, pero lo tiré a la alcantarilla luego de dos pitadas. Paso a paso pensé en ella, en la conversación con Lucas, en que no habíamos estudiado nada, en el mate caliente y en la filosofía subida al piso 14 que sorbo a sorbo escupimos entre la música y yerba. Seguí por la ancha avenida y decidí doblar unas cuadras antes, era un camino más corto, y lo hacía siempre, cada noche que el estudio o la amistad no unía en el departamento, pero la calle estaba en penumbra y por un momento dudé de seguir por Cabildo, el camino era más lindo, pero la costumbre me llevó seguir por el mismo que cada noche tomaba.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">La realidad es que nada me da seguridad. Pero tiendo a seguir igual, refugiado en lo que conozco, en lo que me da un poco de confianza imaginada por no saber probar de lo que no conozco, en lo extraño. Y esa tarde te dejé ir a tu país. Pensando en que un futuro no muy lejano nos acercaría, aunque eso solo sea un abrigo cotidiano de mis pensamientos. Una cama amparada en la comodidad sufriente de mi conducta, como un goce en la tristeza, por no poder romper ninguna barrera sabiendo que el después era mejor que el presente. El sólo hecho de tener que sortear mis propios miedos paralizaban todo acto de continuar, boicoteando mis más fieles deseos. No verte más en la oficina fue como bajar nuevamente en la misma estación, como un reflejo inconciente que me martiriza hace años. Y fue cuando tu avión despegó seguramente, que recordé esas conversaciones nocturnas con Lucas, esas conversaciones donde podría haber cambiado el curso de mis actos, si solamente hubiera escuchado mi interior, o a Lucas.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-17153034447241635422010-07-14T21:35:00.001-07:002010-08-03T09:38:50.005-07:00Del piso 17<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Y desde acá, de la torre más alta de la península, subido al departamento tan lujoso, paso las noches en una trágica soledad. Deambulo como autómata del cuarto al living, paso por la cocina, preparo un café con sólo apretar un botón y me siento en el sillón dejando morir mis pensamientos en los barcos de enfrente, anclados esperando navegar si el tiempo invernal así lo dispone. El viento sacude los ventanales violentamente, sumergiendo al departamento en un ruido casi insoportable, como si un huracán predijera su llegada. Desde la torre más alta de la península, claro estandarte de mi vida económica, veo como la naturaleza impone sus reglas ante lo construido por el hombre, que se levanta solemne sin pensar en sus debilidades, que, por ser artificiales, ponen de manifiesto su condición de frágilidad.</span><br />
<span lang="ES-AR"></span><br />
<span lang="ES-AR"><a name='more'></a></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Ruidos extraños dentro de la casa me estremecen y aumentan sigilosamente a medida que avanza la noche. Tomo un sorbo de café, y observo la larga avenida iluminada sólo para mí, para transformar esta soledad en un cuadro casi diabólico que me deslumbra como hipnotizado mientras el reloj de la cocina avanza lentamente, inquisidor de mis días. Las olas revientan su furia contra la dársena en un combate eterno del mar contra la tierra. Los botes dejan su esplendor y comienzan a temblar de miedo ante el terror de las profundas y oscuras aguas que la noche tiñe a cada paso. Las palmeras bailan un ritmo huracanado que nadie ve, sólo yo, sentado en mi sillón que un día hice traer de Italia, en esas excentricidades que me rasgarían la locura si bajo los 17 pisos de la torre. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Con la tele de fondo abro un libro que suelo leer, como compañía alterna de palabras unificadas, impresas para mí, en su forma y estructura. Trato de escapar del ruido rabioso del viento, intento concentrar mi interés en la lectura, sortear el miedo de una extraña sensación de que alguien me esta mirando, desde lejos, desde otro edificio, desde la calle, desde algún yacht. Investigo cada rincón del penthaouse, observando la soledad de los cuartos, la cama deshecha de la noche anterior, o la noche pasada, y vuelvo al living donde sus grandes ventanales dan forma en el espacio, vacío en su horizonte, indivisible por la oscuridad aterradora y su viento costero. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Otro café, otro paseo por el departamento, más ruidos, más soledad. Me paro en la ventana principal, doy pequeños sorbos al café, y veo un figura humana que baja del auto y se para frente mío, observándome con la manos en los bolsillos, investigando mi silueta, mi ser. Me quedo quieto, nuestras miradas se cruzan, y comenzamos una conversación, presentando nuestra vida, nuestro labor, nombrando lugares y personas cercanas. Dialogamos a distancia, separados por los 17 pisos, con una tempestad y los miedos propios como carta de presentación. Nos hacemos amigos, él desde la calle, y yo con mi taza en la mano, fundiendo la mirada en la lejanía de nuestros cuerpos. Envidia lo mío, yo añoro lo suyo. Me cuenta de su familia, sus hijos, su simpleza. Descubre mi soledad, mis miedos ya inherentes en mis entrañas. Me relata historias, anécdotas. Le cuento de mis viajes, mis negocios. Quiere lo mío, yo lo suyo. Prendo un cigarrillo que saco suavemente, le convido, no acepta. Sigue inmutable con las manos en los bolsillos mirando hacia arriba, contando los pisos para llegar a la cima. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Su figura desaparece, como un perfecto ilusionista, en medio de la noche. Busco a lo largo de la calle, su mirada es ahora un vago recuerdo. Pito el cigarrillo con fuerza, nervioso por los ruidos que aumentan minuto a minuto. Las lámparas del techo oscilan levemente, sin que nadie las empuje, sin causa alguna. El viento se enfurece con más vehemencia y choca su naturaleza impactando en el ventanal. Un escalofrío me recorre el cuerpo que al mismo tiempo tiembla, como los barcos anclados en el puerto. El diablo se acerca, silenciosamente, por detrás. Lentamente apoya su mano en mi hombro. Acaricia mi cuello. Siento su ira en el aliento de su respiración que recae en mi nuca abriendo cada poro de mi piel. Siento las filosas garras que poco a poco hacen presión en mi garganta, cerrando la entrada del aire. Me entrego casi desmayado a sus peticiones mientras mis ojos buscan desesperado aquella figura lejana que supo dialogar conmigo brindando una pequeña amistad tan cerca de lo humano, bajando lo 17 pisos de la torre. Ruidos metálicos, cañerías flojas, las lámparas que no detienen su oscilante movimiento y el viento, nuevamente el viento que ataca la torre dispuesta a tirarla abajo con un golpe triunfal. La avenida dibujada con simples trazos de luces dibuja una línea directa al infinito, escapando del terror que acecha mi casa. Caigo de rodillas con la respiración jadeante, la mano oprime con más fuerza mi cuello sin ofrecer resistencia alguna de mi parte, como si algo en mí supiera que llegaría el momento del final. Ese final tan lejano, tan ansiado, sumergido en mi interior como parte de mi esencia. Observo la costa a lo largo de su bahía. Levanto la vista y veo en el reflejo del vidrio la figura del hombre que supo dialogar conmigo, coqueteando con el diablo, como viejos amigos, hundiéndole la daga por la espalda. Mi respiración vuelve a lo normalidad. El ruido cesa. La calle voltea su rostro hacia mi destino. El sol aparece con sus primeros rayos que posan su elegancia en lo barcos, ahora tranquilos por el nuevo día. Me pongo de pie y clavo la mirada en el edificio de enfrente. Un hombre se arroja al vacío delante de los ojos de la ciudad, que poco a poco, toma su forma habitual, con sus primeros autos y la gente, como autómatas, caminan por la vereda sumergidos en sus pensamientos. </span></div><div class="MsoNormal"><br />
</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-5528759822664838612010-06-08T11:42:00.000-07:002010-06-15T10:46:27.135-07:00Lucca<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> <br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Un café de mañana acostado en la cama con la luz de la ventana reposando en la almohada me despabiló casi como un shock eléctrico. Salté al frío piso de madera y corrí a buscar mi ropa que había pasado la noche durmiendo sobre la mochila, en la otra punta de la habitación que había alquilado por pocas liras. Roma se engrandecía detrás de la alta ventana. Decidí salir a recorrer sus imperiales calles dejando la bandeja con el café apoyado entre las sábanas deshechas y una media perdida que no pensaba buscar.</span></span><br />
<span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"></span></span><br />
<span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"></span></span><br />
<span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><a name='more'></a></span></span></div><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><a href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=3804204544567971704&postID=552875982266483861" name="more"></a> </span><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-¡Buongiorno, signora!-grité saliendo del cuarto.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-¡Buon mattino, bambino!- respondió doña Rigatta desde la cocina.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Me lancé a la calle como un lince y doble hasta la estación de tren. Roma olía a pasta de domingo al medio día, a gritos de mi abuelo en su Italia natal, convertida la frenética fragancia de un Gelatto en pleno verano y un ristretto de paso con los codos apoyados en la barra, porque así es mas barato; y un mochilero como yo, necesita ahorrar para llegar a donde todo comenzó, a donde la vida te arrancó de tus murallas y te depositó en America, bien al sur. Los trenes van escupiendo los pasajeros que apuran el paso y se chocan entre ellos como torpes transeúntes descuidando la mirada entre los andenes. Me senté a esperar el tren con un cuaderno en la mano, que me servía para escribirte una carta que nunca te iba a llegar, porque hasta esa altura me parecía imposible romper la barrera entre vos y yo, pero que te recuerdo en silencio, con tus ojos tan azules y tu lento caminar, tan falto de mis abrazos como de los tuyos. Pero era hora de verte una vez más, hincando la mirada en mis infantes ojos, sin entender nada, sabiendo solamente que eras mi abuelo y que el día que te fuiste no me despedí porque no había llegado el momento que mueras dentro mío, y la sonrisa tan grande que me dabas cuando me veías jugando en la vereda, con mis manos sucias, mi pelo enmarañado, y la pelota bajo mi brazo. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Subí al coche número dos, según lo que el cartel suspendido en la vía marcaba, pero me aseguré con una señora que tan amablemente y despacio me dijo en tu idioma que este tren me llevaba a Lucca, donde naciste a principios de siglo y que la gran Guerra te obligó a subir a un barco alejándote de lo que más querías, como tantos otros. Pasaron pueblo y paisajes delante de la ventana, alguna tarantela, banderas de fútbol, discusiones de estación, gente perdida, turistas envueltos en grandes mapas, mochileros, y ancianos sentados en los bancos de los andenes, mirando el tren pasar tan atentos como si fuera su única diversión. Saqué el cuaderno y releí tu carta, tu recuerdo, tu memoria impregnada en la mía, te describí, te pinté, te dibujé con líneas simples de mi infancia. Te vi sentado en cada estación esperando que baje a saludarte, con la historia posada en tus hombros, delante de las descuidadas paredes que decoraban el paisaje más bonito que en mi vida he visto, y que gracias a tu presencia todavía en mi retina, recorro el país más tano que la pizza calabresa. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">El guardia me arrancó tu imagen pidiendo el boleto que tan hábil agujereó. Me descubrió argentino sin pronunciar una palabra, debe ser la forma de moverme, de actuar, de pensar, y siguió su camino entre los boxes, con su gorra y su traje azul descolorido, con el pasado a cuestas y la vejez como uniforme. Mas montañas y valles, más estaciones y turistas que subieron y bajaron en cada pueblo, de casas bajas, retenidas en el tiempo pero vivas, con el sabor temprano de un café, y el aroma a tostadas fundidas en las paredes. Crucé ríos, lagos distantes, gente despreocupada, conversaciones gestuales, muros de edad media, burgos, feudos, y campo sembrado hasta la orilla. Me acomodé en la butaca de cuero, apoyé mis piernas en las de enfrente, relajé la vista en el cielo tan azul y tan perfecto como un relato imaginado de tu nieto sentado en casa, repiqueteando los dedos en el teclado con los ojos humedecidos en cada palabra. El tren se abrió camino entre los pueblos descansando en las vías que retumban en el coche número dos, con incesante ritmo continuo y promisorio, y las ansias mías de llegar desesperaron el paso en cada estación, donde el tren paró, abrió sus puertas, tocó el silbato y huyó lento y tembloroso. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-Buongiorno- me saludó una señora cargando bolsas más grandes que ella.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-Boungiorno- respondí en mi única palabra aprendida en italiano.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">La señora se sentó en la butaca enfrente mío y desplegó las bolsas por todo el pequeño cubículo. Me ofrecí a subirlas a los estantes de hierro que colgaban sobre nuestras cabezas. La señora no comprendía mucho el español, me aseguré que me entienda y le hablé en lento español gestualizando cada palabra como un mimo. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-Sí, vi ringrazio molto…- sonrió la señora. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-No hay de que… so no más de papa…- bromeé sabiendo que nunca me preguntaría que había dicho. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Colgué cada bolsa en los estantes. Pensé que por su peso un cadáver de su marido descuartizado se repartía en cada bulto. Hasta fantaseé que detrás de su amable sonrisa yacía una asesina desalmada que fileteaba mochileros por Italia y, aunque mis ojos me vencían con el movimiento del tren, no cerré mis parpados por casi una hora, hasta que la vieja se bajó en la estación después que mi amabilidad y juventud le bajaran los bultos al andén.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-Chau, assasino…- saludé desde la ventanilla con las manos.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Seguí viaje a Lucca, con la aventura escapada de un muerto en bolsas y una sonrisa despiadada. Pregunté al guardia que otra vez asomaba la nariz en el box, cuánto faltaba para Lucca. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-Due stazioni- contestó.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Dos estaciones no eran nada. Ya estaba tan cerca que el corazón palpitaba a ritmo de tarantela. La primera había llegado en seguida pero la segunda se hacía esperar. Parece que cuanto menos falta la vida se proyecta en cámara lenta. Miré por la ventana y el tren reducía la velocidad en cada durmiente, como si supieran que mi desesperación se amotinaba a cada paso. Por fin el tren se detuvo en la estación y me exasperé cuando leí el cartel de Lucca en la entrada del andén, salté arriba de lo turistas y me tiré de cabeza en el pueblo. La gente me miró desconfiada a lo que respondí acomodándome la ropa y el pelo. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Lucca era como me lo había imaginado, o más o menos, pero más pintoresco y más bonito. Una ciudad cercada por altos muros de la edad media resguardándose de las invasiones bárbaras tras la caída del imperio. Las angostas calles serpenteaban por el interior y casi todas morían en la plaza central, que se abría paso entre los viejos departamentos pintados de amarillo y mesas de café. Los negocios atestados de turistas, el empedrado, la arquitectura de siglos atrás con sus inmensas ventanas, los balcones, sus altas puertas de madera, los pasajes que pasaban debajo de los puentes que unían un edificio con otro, la ropa colgada de las sogas atravesando la calle, las plazas, las veredas, las iglesias, el cemento resquebrajado de las casas y la pintura manchada por el paso del tiempo resguardaban en tus ojos tu adolescencia interrumpida. Me senté a tomar un cafelatte. Paseé la vista por la plaza del anfiteatro adornada en los balcones que asomaban tan vigilantes y seguros y te imaginé jugando de niño a la pelota, o corriendo entre los edificios bajos que adornaban tu pueblo. El sol posó sus rayos en la mesa y me obligó a cerrar la sombrilla. Los turistas deambulaban por tu pueblo, ignorantes de tu pasado, de mi presencia buscando tu recuerdo en cada pasaje, en cada estatua, en cada fuente. No se si me terminé el café cuando salí a caminar, pero estoy seguro de haberte encontrado en cada esquina, dibujando la sonrisa detrás de cada negocio, platicando con los locales que, como vos, gritan en lugar de hablar; esa cultura tan arraigada que llevamos en la sangre, tan latina, que nos importaron hace años como un regalo de un país tan único como el tuyo. Tampoco creo recordar porque mi atención me condujo a un diminuto bar, donde un millar de lugareños hablaban al mismo tiempo y sin escucharse, con un vaso de vino en la mano y una enseñanza en la otra. Puede que ahí te entendí mejor, puede que necesitaba llegar a tu origen para comprenderte más que nunca, puede que mi odisea de haber llegado a Lucca sea uno de los viajes más eternos que tengo en la memoria, pero el placer de poder decirte adios fue tan hermoso como el cielo sobre tu pueblo, ese mismo que llevo ahora dentro mío, porque también es mío y de mi familia.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Volví a Roma con la noche sobre los hombros. Me adentré en el departamento de doña Rigatta que me esperaba con un café caliente sobre la mesa y unas medias lunas amontonadas en el centro. En argentina la panadería era superior, pero le regalé una sonrisa a Rigatta, que me devolvió tan dulcemente que me sentí en casa, compartiendo un momento en familia. </span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-¿Ti piace Lucca, bambino?- preguntó Rigatta desde la cocina.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">-Sí, creo que ya lo conocía.</span></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;"><br />
</span> </div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Saludé a Rigatta y arrojé mi pesado cuerpo a la cama; esa noche no recuerdo haber soñado, pero a la mañana siguiente un café me esperaba en la mesita al lado de la puerta de la habitación que tome lentamente, sentado en la cama, con la lluvia dibujando extrañas formas en el vidrio, releyendo las cartas que nunca te mandé.</span></span></div></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-38890789857456454972010-06-07T10:29:00.000-07:002010-06-14T10:33:13.237-07:00Armónica a dos bocas<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia; font-size: 16px;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">El Tano y el Panza son dos amigo del barrio. Ellos estudiaron en el conservatorio de música de la escuela “ Tito y su gaita mágica” del centro de estudios de “Fenómenos Para-musicales”.</span></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia; font-size: 16px;"></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia; font-size: 16px;"><a name='more'></a></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia; font-size: 16px;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><a href="http://www.blogger.com/post-edit.g?blogID=3804204544567971704&postID=3889078985745645497" name="more"></a></span></span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span lang="ES-AR" style="font-family: Georgia; font-size: 12pt;"></span></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span lang="ES-AR" style="font-family: Georgia; font-size: 12pt;"></span></span><br />
<span lang="ES-AR" style="color: black; font-family: Georgia; font-size: 12pt;"></span><br />
<span lang="ES-AR" style="color: black; font-family: Georgia; font-size: 12pt;"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Durante más de 6 años estudiaron y se perfeccionaron en la armónica. Un instrumento muy complejo declaraba siempre el Panza. El problema era que ellos querían hacer un dúo y no tenían plata para comprar los instrumentos. Así que tocaban la armónica a dos bocas. Como cuando se toca el piano a cuatro manos. Fueron muy duros los primeros años. La armónica era muy chiquita y tenían problemas con los brazos que le quedaban en el medio. Un buen día al Tano se le ocurrió la idea de amputárselo. El panza estuvo de acuerdo y fueron a un hospital donde el médico de guardia, muy prosesional, se los cortó con una sierra eléctrica. Al panza le desprendió la derecha y al Tano la izquierda. Ya no volverían a tener problemas con los brazos para tocar la armónica a dos bocas. Solo el Panza tenía una pequeña dificultad. Como era derecho, no podía hacerse la paja. Así que le pidió al Tano que se la haga de vez en cuando ya que éste se había cortado la otra.</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
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<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Poco a poco fueron ganando prestigio. Se hacían llamar los ”Mancarmónicos”. Hacían presentaciones en pubs y bares de la ciudad porteña de Buenos Aires. Tocaban covers de Mozart y Beethoven. Eran cuatro horas de música clásica solamente en interpretada en armónica. El público aplaudía de pie. La gente se tiraba del escenario al estilo punk de los ´70. Las revistas locales publicaban las fotos en la tapa. Las fans hacían filas una semana antes del show para encontrar un lugar cerca de los artistas. Hubo gente que se tiró de la platea alta cuando interpretaban “ la nozze de fígaro” de Mozart. Un desquiciado llegó a clavarse un celular en la cabeza en el momento que la novena sinfonía ponía al espectáculo en su máximo esplendor. La armónica de los músicos cotizaba en la bolsa de Nueva York. El Panza y el Tano estaban pasando por el mejor momento de sus vidas.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
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<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Llenaban los estadios de las grandes capitales del mundo. La gente se cortaba los brazos convirtiendo ésto en una moda de los noventa. Los grandes modistas del momento confeccionaban las camisas y las remeras de un solo brazo. Hasta lo habían bautizado </span><st1:personname productid="la Mono Prenda." w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">la Mono Prenda.</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> Uno de los mejores diseñadores de indumentaria , Juguito Blanco de Leche, los contrató para su campaña de la temporada de verano 95-96. </span><st1:personname productid="La Mono Prenda" w:st="on"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La Mono Prenda</span></st1:personname><span class="Apple-style-span" style="color: white;"> llegó a vender más de 9 millones de dólares en un solo año. Muchas de las ganancias del Panza y el Tano fueron destinadas, muy generosamente, a sus bienes personales. La otra parte la ponían en bancos de países extranjeros y compraban empresas fantasmas como Gasparín.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
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<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Una noche en el gran rex mientras tocaban un tema titulado “Que par de pájaros los dos” se les engancho la lengua en la armónica a los dos. No pudieron sacarla y empezaron a gritar desesperadamente. Se empezaron a pelear, mejor dichos a cagar a trompadas y cayeron del escenario abrazados como dos amantes apasionados. La gente enmudeció y luego de varios minutos comenzaron los destrozos. Empezaron arrojando lo celulares, palos y vasos. El manager, Gregor Gregorio, corrió a socorrerlos. Los llevó al hospital mientras el público enardecido rompía el teatro. Todo acabó en un escándalo y una vez más fueron el tema central en todos los medios. Los programas de chusmerío tales como “Me meto en tu vida y no me importa un carajo” conducido por Jorge Cierto, comentaban lo drástico del concierto. Los fans quemaban sus discos y la gente se implantaba nuevamente sus brazos. La lamentablemente para el Tano Y el Panza su carrera empezaba una curva descendente.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
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<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Hoy en día solo queda el recuerdo se sus temas. Solo algún melancólico fan escucha sus discos masturbandose en su cama. Sus brazos amputados entraron a salón de la fama que se exhiben en las vitrinas del mismo. Sus lenguas fueron extraídas y decoran la casa de una vieja millonaria que pagó 700 mil dólares por cada una. La famosa armónica no se pudo encontrar. Se han formado grupos comando para su búsqueda. Pero hasta la fecha no hubo ningún resultado.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
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<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Fuentes fidedignas me han informado que el Tano y el Panza van a relanzar sus viejos éxitos interpretados con flauta dulce. La misma que usaban en el colegio en las horas de música, ésa, la color marrón con boquilla natural. El único problema es que no se deciden quien sopla la misma. Por ahora es solo un proyecto. Pero estos talentosos músicos seguro van a dar que hablar.</span></div></span></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-11322693053491880772010-06-07T10:23:00.000-07:002010-06-14T10:36:07.039-07:00Garrón<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Georgia, 'Times New Roman', serif;">Jean caminó por las calles sin darse cuenta que un hombre lo estaba siguiendo. Durante todo el trayecto al estudio el sospechoso se le iba acercando cada vez más y más. Parecía que algo contra su persona iba a cometer. Jean en un desesperado movimiento sacó un lápiz y se la clavó en el estomago. El hombre cayó desvanecido así como también los panfletos que repartía con invitaciones al Café Tortoni. Jean pasó treinta años tras las rejas. Un garrón.</span></span></span></span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-79152610797289169372010-06-07T10:17:00.000-07:002010-06-10T07:13:26.074-07:00Deseando ser lo que nunca fue<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR" style="mso-ansi-language: ES-AR;">Deseando ser lo que nunca fue, reprimió la mirada inocente en los ojos de su padre que lo miraba sin mirar, tenaz, duro, con la frente de acero inmaculado por una historia que no fue, pero si en sus pensamientos. Agachó la cabeza como buscando algo en el suelo y siguió camino entre los pinos pisando la pinocha húmeda de la mañana. No había lugar que no conociera, no había sueño que no soñara, pero despertaba de madrugada hundido en la cama con los ojos puestos en el cielo saltando de nube en nube, iluminado por los focos de la fama, tenaz, duro, con la frente inmaculada por una historia que no fue, pero si en sus pensamientos.<o:p></o:p></span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-63076892747125717862010-06-07T10:14:00.000-07:002010-06-10T07:13:26.133-07:00Y no durmió por eso<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR" style="mso-ansi-language: ES-AR;">Y no durmió por eso. Fundió sus brazos en la las barras de la escalera, muerto, casi vivo, pero muerto al fin. Delante de sus ojos una foto vieja de la familia retornando de las vacaciones. Eran muchos, muchos, pero no tantos como se sabían. Se amaban, se querían dentro de los poemas místicos en las alejadas tardes entre charlas de barrio y bizcochitos de grasa. Muerto como sólo los muertos pueden estar.</span></div><a name='more'></a> Con la mirada fija, la tez pálida y el cuerpo tieso como porcelana. Maquillado hasta la médula con las manos juntas y el sonido de la profunda tristeza de los que quedaron del otro lado y homenajean al cuerpo sin vida en un desdichado y frío salón. Un salón que alojaba infinidad de relatos bien contados, con risas llenas de emoción y la verdadera y cruel realidad de sentirlo sin tiempo ni espacio, deambulando, para algunos, en las finas capas entre el cielo y el infierno, o simplemente muerto, para otros. Retrato insolente e inquietante que disloca la verdad corriente y retuerce la garganta en las noches de profundo sueño. Ya el inconciente dejó escapar sus huellas fundidas a fuego y no pudo tolerar la fuerza arraigada en las entrañas que desde adentro lo fulminó como carne cruda desgarrada y servida para carroña. Preso de su letargo decidió vivir una mejor vida ya lejos de su pesar. Relajado y convertido ceniza se esparció montado al viento dividiendo su ser entre la tierra y el agua, y posó cada molécula donde su padre lo esperaba con los brazos abiertos jugando en la arena mojando su cuerpo en el mar, acariciando la tierra que lo vió nacer.<o:p></o:p><br /><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br /></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR" style="mso-ansi-language: ES-AR;">Desde adentro como resabio de inconfundible razón, retorció el cerco que lo separaba de lo amado y se metió por lo poros de su madre. Llegó con el fino aroma de mañana, la misma que lo observó irse sin pedir permiso, fascinado por el miedo. Por los nervios de una muerte lenta y segura como afanosa mañana de invierno. Callado y parco mutiló los sueños y borró sus pensamientos en su último aliento. Así, descarado y seguro caminó hasta las escaleras, fundiendo los brazos en las barras hierro. Terminando la tragedia, lo inevitable. Del principio se escapa, del final no.<o:p></o:p></span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-71996351644611926802010-06-07T10:06:00.000-07:002010-06-15T09:58:21.366-07:00Saturno Pereyra<div class="MsoNormal"><span class="apple-style-span"><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Saturno Pereyra, el Capo, como lo llamaban en el barrio, caminaba por el barrio como un rey por su castillo. Con la espalda erguida, los hombros levantados y la mirada altanera hacía apartar del lugar a quien se ponía en su camino. Detrás suyo lo seguían los mitos y leyendas que se pasaban de boca en boca cada vez más majestuosas. Era un personaje de ficción escapado de los cuentos magistrales de la mitología griega. Nadie sabía exacto su paradero ni con quien vivía. Pero se decía por ahí que había matado a su padre con un golpe en la cabeza y se lo habían comido días después en una reunión familiar una noche de navidad.</span></span></span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><a href="" name="more"></a></span><span lang="ES-AR"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Nosotros nos sentábamos casi todas las tardes después del colegio en la esquina de José Hernández y Arcos a charlar o a jugar a la pelota. Las horas pasaban sin darnos cuenta, pero lo único que sabíamos era la hora exacta que el Capo pasaba por la esquina y casi sin mirarnos nos hacía temblar las rodillas. Cuando su figura desaparecía de nuestra vista los comentarios y las nuevas leyendas narradas por el Tano comenzaban a captar nuestro interés. Cada vez más fantasiosas. Pero hasta sabiendo de su incrédula fábula las historia se hacían más y más interesantes. Hasta el punto que Saturno Pereyra había estado en Europa y se ganaba la vida como mercenario, matando gente por dinero para algún mafioso o cierto instituto de inteligencia. No se conocía personaje tan magnifico en todo el mundo como Saturno.</span></span><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">El capo manejaba una moto sin cambios oxidada por donde se viera. Todas las mañanas la limpiaba y la montaba como un caballero medieval a su corcel preparándose para una batalla. Según el Tano, la moto se la había dado como parte de pago un marido celoso por un trabajo que había terminado con la mujer muerta por decapitación. El marido no le había querido pagar lo suficiente y Saturno le sacó la motocicleta luego de una golpiza que casi termina con la vida del esposo. Las muerte de la pobre mujer era lo único que sabíamos que era cierto ya que fue vecina del Panza y la policía no paraba de hacerle preguntas por el asesinato. Éste en un momento se sintió tan presionado y asustado que hasta pensó informar a los investigadores que el Capo habría cometido el violento homicidio según fuentes propias. Pero, ¿Quién se animaba a delatarlo? La venganza iba a ser terrible.</span></span><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Las leyendas de Saturno Pereyra crecían a la par que nosotros. Los años pasaban y El Capo había ganado las paleas mas sangrientas con solo un dedo. Sus aventuras viajaban a países lejanos y misteriosos cuando se ausentaba por un tiempo del barrio. Pero cuando ya nos olvidábamos por un tiempo de sus proezas, su figura esbelta y ruda y su caminar soberbio resurgía como Terminator, inmortal, magnifico, espeluznante.</span></span><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Una Tarde de Enero liberados del colegio nos encontrábamos conversando en la esquina cuando desde lejos vimos venir a Saturno de la mano de una mujer. Nos quedamos perplejos y las fantasías jugaban un papel principal en la libre imaginación de cada uno. El barrio enmudeció. El capo se acercaba. Cada paso que daba era una pregunta sin respuesta. Su figura se agrandaba. Nadie podía evitar mirar tan horrendo espectáculo. Paso frente a nosotros y una mirada amigable dibujo una pequeña sonrisa. Nos había saludado por primera vez en la vida después de tantos años. Éramos sus amigos. Estábamos salvados. No nos mataría por una moto ni por encargo. Esa noche hasta soñé con su mirada.</span></span><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La vida me cambió de barrio y los amigos se fueron yendo. Las tardes sentados en la vereda no volverían más. Las leyendas y los mitos quedaban en un recuerdo de los años de infancia. Nunca supe más nada de Saturno Pereyra. Ni el Tano, que de vez en cuando nos encontramos para tomar un café luego de una jornada laboral, sabe algo de nuestro personaje. El Capo despareció del barrio. Sus fábulas se desvanecieron como nuestra niñez.</span></span><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <span class="apple-style-span"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Una mañana leyendo el diario una noticia abrumadora hizo volcar el café en mi pantalón. Un hombre había muerto de un balazo. La policía lo tildaba de una venganza o muerte por encargo. La victima, Saturno Fransisco Pereyra. Entonces, ¿Era todo verdad? ¿Los cuentos del Tano lidiaban con la realidad? Ese día no pude dejar de pensar en él. Esa mañana las rodillas empezaron a temblar. Esa fue la última vez que lo nombré.</span></span></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-60211923678124132232010-06-07T09:52:00.000-07:002010-06-15T10:06:41.709-07:00Mr. Kristen<div class="MsoNormal"></div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">El Sr Kristen es un modelo a seguir. Posee una empresa de multimillonaria con más de 60 empleados en pleno centro de la ciudad que se dedica a la compostura y alimentación de gatos de porcelana que nunca faltan en ninguna mansión y que el personal de limpieza rompe torpemente cada diez o quince días. Kristen, este finlandés nacido en Dinamarca, es un erudito en el tema. Había empezado colgando cuadros de ancestros que ni el dueño de la casa había conocido y cambiaba las lamparitas de la arañas mas grandes que se pueden observar en las revistas de peluquería.</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="color: white;"><a href="" name="more"></a></span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span lang="ES-AR"></span></span><br />
<span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span lang="ES-AR"></span></span><br />
<span lang="ES-AR" style="color: black;"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Kristen había visto el negocio de chico y lo llevó a cabo luego de trabajar en una zapatería de cristal donde refaccionaban y moldeaban los zapatos para Cenicienta. El dueño de la zapatería recuerda que el joven Kristen siempre se preguntaba “¿Cómo puedo hacer mucho dinero?” pero este impaciente muchacho un día dijo basta y llamó a su padre para que le mandara unos cien millones a su cuenta. “Y así empezó todo” afirma Kristen en su sillón de leopardo vivo que un buen día se calentó y le mordió una pierna dejándolo cojo para el resto de su vida.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
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<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Es incalculable su fortuna, salvo por su contador y la revista “Noticias”. Sus propiedades repartidas por todo Santiago del Estero suman algo así como tres. Tres casas. Y así sigue la cuenta…</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <br />
<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">En la empresa el Sr. Kristen dice pasarla muy bien. Se divierte mucho con sus empleados y ellos le atribuyen el buen humor con insultos y señas desagradables. Un día pasó por la oficina del gerente regional y le avisó que ese mes le subiría el sueldo y así fue que se lo dejó en el piso de arriba. El Gerente, que hoy cumple una condena de tres años por intento de homicidio calificado con un ocho, le hizo un soplido de nuca que el empresario y magnate nunca olvidaría.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Otro día de jolgorio el Sr. Kristen echó un empleado y lo contrató a los veinte minutos. Lo que había ocurrido es que se trataba del portero de la empresa y este era el único poseedor de las llaves. Así que una vez contratado nuevamente y abierta la empresa lo echó por segunda vez pero lo tuvo que volver a contratar porque le había dado las llaves del auto para que se lo lavara. “¡Una cosa de locos!”- dice Kristen mientras suelta una carcajada que lo tira hacia atrás y le descoloca la cervical dejándolo con el cuello torcido durante todo el día.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <br />
<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Se han escritos infinidades de cosas de la vida de este magnate, del empresario del año, dicho por la revista “Casas y Jardines”. Hasta a aparecido en tantísimas fotos con el presidente de la nación con quien comparte un gusto por los deportes exorbitante donde aparecen vestidos de frascos de garbanzos corriendo carreras de embolsados en el campeonato mundial de esta especialidad.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <br />
<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Su mujer es una típica ama de casa. Ama tanto esa casa que contrató diecisiete empleadas para su mantención y aseo. No he visto en mi vida una mujer tan dedicada y compañera como Rita Sambodrio, hija de un famoso estafador de Los Ángeles y gran inversor en la bolsa en los años `30. Rita, como la llaman sus más íntimos, preside una fundación de refugiados en combate, donde miles de chicos llegan cada día para ver a Rita, pero nadie la vió hasta el momento. “Algún día iré…” promete la presidente mientras acaricia un gato de verdad.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <br />
<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Sus Hijos Rómulo y Remo son dos idiotas calificados. Son eximios estudiantes de arquitectura. Rómulo ya diseño los planos de un edificio que constaría de 114 pisos, y su hermano diseño otro que le restaría unos 100. El primo Ricardo dibujó un tercer que suman 25 pisos y el magnate Kristen que no sabe sumar los echó a puntinazos de la casa una tarde de frío invierno. Los hermanos juraron venganza. Pero su juramento vale menos que un bono nacional.</span></div></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span> <br />
<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span> <span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Por estos días se lo puede ver a Kristen navegando su trasatlántico por el río Paraná molestando a todos los lugareños de la zona. Abocado a la pesca suele llevar grandes arpones para matar a los viejos pescadores mientras se divierte con sus amigotes, unos más tonto que otro.</span></div></span></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-3105427119869176792010-06-07T09:48:00.000-07:002010-06-15T09:57:14.993-07:00Sábado por mes<div class="MsoNormal"></div><div style="text-align: justify;">Y<span class="Apple-style-span" style="color: white;"> otro sábado nos encuentra sentado en ronda en el viejo garaje del abuelo de Martín. Otra noche que nos espía a través de la ventana redonda ubicada en el extremo superior de la pared y que en su parte inferior dibuja unas manchas de óxido de alguna lluvia pasada. Una vez más cada uno de nosotros se ocupa de preparar los instrumentos entre charlas y risas, abrazos y cargadas, entre recuerdos del pasado y anécdotas insólitas, miradas de regocijo y cervezas frías. Es que había llegado ese ansiado día, como cada sábado por mes, en el que cuatro viejos amigos se juntan a tocar. Ahí, en ese decadente cuarto que alguna vez sirvió para resguardar algún automóvil y luego convertido en una casero taller, con terminaciones defectuosas y carente de mantenimiento. Preparados una vez más para la larga noche.<a href="" name="more"></a></span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span lang="ES-AR"></span></span><br />
<span lang="ES-AR" style="color: black;"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Blues, jazz, rock, funk; ¿que tocamos para empezar la tan ansiada noche de Jam? No se, pero “el Gordo” comienza poniendo ritmo a su descolorida batería y el entusiasmo en cada gesto nuestro hace escupir las notas. La música ha empezado. El viejo garaje parece florecer de nuevo y los antiguos pósters pegados en las paredes bailan descontrolados. El cielo de raso resquebrajado y húmedo se agarra fuertemente de los pilares un poco torcidos de los muros. El sucio piso con viejas machas de aceite repite el golpeteo del bombo. El bajo abriga con su armonía mientras la guitarra conversa con la trompeta. Los acordes colorean las melodías mientras estas juegan una carrera hacia la aventura. Los platillos marcan los compases y el bombo late al ritmo de una noche clara estrellada.</span></div></span> <br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Con los ojos cerrados escuchando la música, busco un hueco en la canción para soplar la trompeta. Mirando cada nota en mi mente dibujo las escalas más coherentes para su interpretación. Escucho atentamente la melodía tajante y salvaje de las seis cuerdas de la resplandeciente Fender de Martín. Me hago lugar en la canción y encuentro un compás para dejarme llevar por la música y descansar en el cómodo colchón que el bajo me proporciona. Soplo con fuerza. Empiezo con tonos altos y voy bajando regularmente sorteando el redoblante del gordo. Me tiro con ímpetu de nuevo al vacío y alcanzo los sonidos agudos de la escala. Bajo de nuevo y resuelvo la escala abriendo un lugar para que otro dibuje con su instrumento. Abro los ojos y encuentro una mirada alentadora de Lucas. Me siento y escucho como sigue la sesión.</span></div></span> <br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">La música no para. La satisfacción de tocar para nosotros mismos es inigualable. Sin público ni managers, sin contrato ni giras. Solo para compensar el alma. Como habría sentido B.B.King con sus primeros blues; como Guillespie en sus comienzos ensayando cuanta melodía soplaba con su trompeta; como los Rolling Stones en su primer concierto o Phil Collins cuando tomo el timón de Génesis allá por los años setenta. Esa descarga que el músico le otorga al instrumento. Ese sentir de cada paso y cada progresión de acordes resonando en los huesos y en cada molécula que nos recorre el cuerpo. Ese mirar con los ojos cerrados poniendo pasión en cada nota.</span></div></span> <br />
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</span></div><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><span class="apple-style-span"></span></span><br />
<span class="apple-style-span"><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">Otra vez mi solo. Intento copiar a los grandes trompetistas. Y siento ese fluir en las escalas de un Sandoval en su amada Cuba. De un exiliado buscando un lugar para interpretar lo que realmente siente y no lo que le imponen. Y cierro la embocadura de mis labios en la boquilla y meto presión en los tubos de la trompeta mientras apreto los pistones con fuerza, con pasión. Con la misma fogosidad de un Piazzolla en su moderno 3 por 4, de un Hendrix quemando su guitarra o de un Rotten tirándose del escenario al público. Nos miramos para concluir el tema con potencia como aquellas sinfonías en su punto máximo, imponiendo respeto al viejo y descuidado garaje.</span></div></span> <br />
<div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span class="Apple-style-span" style="color: white;">El silencio inunda la sala. Las miradas se buscan y los oídos zumban. Una risa contagiosa de complacencia recupera el ánimo entre las cuatro paredes ya grises por el paso del tiempo. Las botellas chocan en un brindis de alegría. Vuelven los comentarios, las charlas y las cargadas. Sentados en el descocido sillón de pana que decora el garaje descansamos de una semana laboral y complicada. Los problemas quedan atrapados en la noche clara que el descentrado portón de hierro no deja ingresar. Sábado por mes nos juntamos a tocar. Este día se convierte en nuestro momento. Único. Un ritual impostergable donde se dispersa la mente. Donde los conflictos no entran. Una religión pagana y sana convirtiendo al viejo garaje en su templo. Donde las melodías siguen a las armonías y los ritmos caen en picada rebotando por las paredes del salón. Donde cada uno de nosotros se siente libre. Solo un sábado al mes</span></div></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3804204544567971704.post-39309703168853045002010-06-07T09:40:00.000-07:002010-06-14T10:54:10.043-07:00La final<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Y quién hubiera creído haber llegado hasta acá, entre gambetas y patadas, de hombres derechos y con un objetivo en claro, ganar lo que nadie hubiera imaginado, ni en los sueños corrompidos por la mañana cuando mi viejo rompía una vieja heladera de cemento debajo de mi ventana para arrancar a su hijo menor de la cama. Quién hubiera creído que de los juegos de pelota en la calle, los campeonatos de colegio en la iglesia contra los curas que eran más sucios que nosotros, mis eternos viajes a la ciudad de <st1:personname productid="La Plata" w:st="on">La Plata</st1:personname> podrían verme sentado en el vestuario, lejos de mi casa, de mis afectos, asustado por haber ganado tanto, subiendo de a poco los escalones, derribando las barreras que cada vez se hacen más fuertes.</span></div><a href="" name="more"></a> Falta tanto para que empiece, para demostrar porque somos los elegidos. Apoyo mis codos sobre las piernas esperando encontrar un momento de relajo, busco en mi mente un lugar donde descansar un rato, quiero sentirme bien, me agotan los nervios, el viaje, los entrenamientos y el glamour de un equipo que va avanzando sigilosamente, devorando las fieras en la selva. El bullicio y la excitación de mis compañeros me bajan a la realidad, prefiero ahogar la imaginación con un sorbo de agua que tomo nervioso, mientras el público enardecido clama por su gloria. ¿Cómo salir con el temple que me caracteriza? ¿Cómo simular el cagazo?<br />
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</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Lo habría hecho de todas maneras. Pensaba que era un simple juego pero haber encontrado tanto en el camino, supo engrandecer la mística de un muchacho humilde con la energía de un león, dispuesto a contar la historia que hoy escribo. No le tuve miedo a llegar, no me acobardé, peleé por mí y por ellos, descubrí una digna carretera sin temer a ser más y la transite con seguridad. Tuve miedos, pero qué es la valentía sin el miedo, es lo que nos separa de la inconciencia, y quiero estar conciente de mi presente. Me imagino como podría ser el encuentro, nos van a atacar todo el partido, somos los extranjeros, los que se quieren adueñar de algo que ellos creen propio. Hay que aguantar, cuanto la pelota menos pase cerca de mí, mejor, soy el custodio de un pueblo expectante entre los palos. Soy el que guarda las esperanzas que nada suceda en mi puesto, ese puesto que me lo gané por astucia, por encontrar la manera de entrar en un equipo tan hábil y corajudo que ni los músculos mas entrenados puede superar. Voy a salir por todos, por mi madre, por mi padre y mis hermanos, por los amigos del barrio, el viejo club, la vereda, la calle que me vió nacer, por su enfermedad, por la mía. Sentado en el vestuario con la señales en ingles que me recuerdan que estamos solos, que lejos quedó las peleas de barrio, los entrenamientos, el tren, mi primer auto, la mirada estudiosa de mi viejo, su Italia natal, su lento caminar cargando un portafolio llenos de papeles que nunca miré, la comida de mi vieja y ese aroma de fin de semana que inundaba la casa con su maestría, con su ternura, tan chiquita, tan bonita. </span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Me apoyo sobre la pared sujetando los guantes fuertemente, ajusto mis botines, escucho las conversaciones de los que están como yo, preparados para matar, redoblando las apuestas por el más chico, pero que supo ser grande, por la grandeza de ellos, de mí. Es la última puerta, no se que hay más allá, no quiero ni pensar en la distancia recorrida, ni lo que en cada tramo veo a lo lejos. Un objetivo más, un camino por recorrer, tan grande, tan aterrador pero tan hermoso. No se si lo sueño o estoy acá, recorriendo con mis ojos las paredes que contienen la excitación y la energía, con el corazón a mil, la adrenalina fluyendo por todo mi cuerpo, la respiración profunda, emociones encontradas y otra vez el miedo, que sumerge su nariz en la realidad, en lo que vendrá. Esa espera a lo desconocido por no poder predecir lo que pasará, arriba, en el campo verde, limitado por la cal. No estoy dispuesto a perder, nadie lo está, eso me da confianza, pero la vida a veces llena las esperanzas con piedras pesadas, y remolcarlo se hace difícil. No quiero pensar en eso, no me permito pensar en lo que nadie en este vestuario piensa, en perder. Vamos a dar batalla, la primera la ganamos, cerca del aliento de una ciudad soñadora, festiva y que supo adoptarme en sus diagonales. Prometo recordar mi viejo club, mis ex compañeros, mi maestros, mis amigos y enemigos, esos que temerosos de mí como yo de ellos, me demostraron respeto, muriendo y renaciendo en el campo cada fin de semana. De la prensa que acompañó nuestra gloria, hasta los que hicieron un cementerio con nuestros nombres, hablando del anti todo, como si fuéramos carniceros del matadero, culpables de las miserias de un pueblo. Los que creyeron en nosotros y los que no están pegados a la televisión, escuchando las radios de un partido que falta tan poco para empezar que mi corazón sale despegado de la camiseta, dando vida el escudo bordado en mi pecho, que con grandeza, voy llevar hasta arriba, cuidando que nadie pase por donde no tiene que pasar. Voy a defenderlo con uñas y dientes, con personalidad, con gritos de gol y la astucia de un chico que despegó de su barrio sin olvidar a nadie y que un día rescataré de las cenizas del tiempo porque ellos están pendientes de mí, ahora, con los dedos cruzados, los amuletos, los rosarios, las cruces y los santos, deseando mi gloria, que se acerca segundo a segundo, con paso lento, pisando fuerte como un elefante en la selva.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Corridas, nervios, los tapones rozando por el piso, el utilero que reparte las camisetas, las medias, los botines, la fe. Abrazos perdidos, conversaciones casuales, apoyo moral y gritos de guerra decoran el vestuario por donde los grandes dejaron sus marcas pero que ahora, alojan a simples muchachos que quieren medirse con la satisfacción de llegar a la cúspide esos sueños de barrio, de vidrios rotos y pelotas fabricadas con medias, de zapatillas agujereadas y platicas nocturnas, de los ojos inocentes y la cara sucia, el asfalto impregnado en la única camiseta que usábamos para jugar y de patear las naranjas maduras que caían en la vereda y se destrozaban en la pared del vecino. La sala se colma de jugadas, tácticas y valentía que dibujan los muros del vestuario entre los números cosidos en la espalda. El once de punta, el diez, el nueve, el siete van delante, el cinco en el medio con el seis, el ocho en un costado, el cuatro, el tres y el dos atrás, y mi uno en la espalda, pinta la camiseta diferente, delimitándome al cuadrado grande pintado con cal, que voy a convertir en zona minada.</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span lang="ES-AR">Respiro profundo, converso un rato disipando los nervios de a pequeños momentos, camino con la mirada clavada en el piso, concentrándome en lo que vendrá. Repaso las jugadas posibles, los tiros al arco, el estadio en llamas, en la pelota. Vuelvo mi mirada a los compañeros que van preparando sus espadas, afilando los cuchillos, limpiando los escudos como titanes del coliseo, dispuestos a sobrevivir en la arena, con el público esperando ver sus cadáveres dispersados por el claro, con una ciudad ávida de degollarnos. Los minutos pasan, la hora se acerca, la pierna tiemblan hasta casi caminar con dificultad, las manos temblorosas palmean la espalda de un compañero, rezando en vos baja, arrodillado frente a la imagen de la virgen. Algunos prometen ridiculeces al aire, risas nerviosas, carcajadas de futuros cumplidos, y la foto de mi madre clavada en la frente que me acaricia tiernamente en épocas duras. Los ojos de mi padre, receloso, desconfiado, y una abrazo que me calma, mientras levanto las medias hasta las rodillas. Escucho de a ratos las últimas indicaciones, de aquellos que saben manejar estas situaciones, de esos viejos pillos que van por la vida con talento para sortear las vallas, seguros, con la temple de acero como guerreros antiguos. El silencio inunda la sala, las palabras del entrenador rebotan en las paredes, que suenan como un bunker cerrado, dejando a fuera el aliento contrario, las esperanzas del otro lado del océano, dibujadas en las caras embanderadas de blanco, gritando en un idioma que no entiendo, ni quiero entender. Hoy soy lo que fui, soy con mis aciertos y mis errores, mi talento, mi picardía, mis reflejos, mi fidelidad de amistad, mis secretos, mis códigos y mis amores. Soy por lo que valgo en los ojos de mi familia, de mis hermanos. Salgo a pelear como un león, para defender un país expectante, bajo mi nombre, mi apellido. Hundo mis dedos en los guantes, acomodo los pantalones, doy pequeños saltos rebotando con los tapones en el piso, espero la llamada, la fatídica llamada que surge como frontera entre la fantasía, lo imaginado, y la realidad, la pura verdad. El anuncio en los parlantes del estadio retumba en las delgadas paredes del vestuario. El corazón revienta en mi pecho, agito las manos, muevo la cabeza de un lado a otro, miro al techo buscando el cielo abierto que está por venir. La espera comienza su final, la gente grita, el estadio se hace oír cruzando el mar hasta mi barrio, mi madre reza, mi padre es un manojo de nervios seguramente, mis hermanos tiemblan. El grito del entrenador abre camino al túnel que corriendo como fieras salimos todos entre silbidos y puteadas, con el ruido ensordecedor de un estadio colmado, esperando que la historia nos recuerde como esos grandes que llegaron hasta donde hoy, yo, por todo lo que fui, llegué, a la final del mundo.</span></div>Unknownnoreply@blogger.com0